Me encuentro sentada en un banco de madera. La sala de espera es más grande de lo que yo me esperaba, está amueblada con varias filas de bancos, todos ocupados por familias de varias nacionalidades. Les observo, intentando averiguar si están tan nerviosos como yo.
Tu padre cada poco me coge de la mano, hemos remado juntos todo el camino, yo he sido su bastión y él, el mío.
A mis pies, mi mochila, la hice y re hice mil veces anoche, revisando que todo estuviera en su sitio, un peluche, los pañales, las cremitas, la ropita.
Decir que estoy nerviosa, es quedarse corta. Después de un cambio de proceso, varios meses de espera y renovando documentación, nosotros, junto con varias familias más, somos los primeros en viajar en mucho tiempo.
Me devano la cabeza pensando que surja algún inconveniente de última hora. Estoy tan acostumbrada a ir sorteando los imprevistos, que ya me espero uno en cada esquina.
Empiezan a llamar a las familias, van pasando de una en una y mi nerviosismo se acentúa al ver que en cualquier momento pronunciaran nuestros nombres.
La sala pasa de ser una concentración de nerviosismo, a ser una mezcla de emociones. Las familias que esperamos observamos nerviosos y emocionados a aquellas que salen del despacho. Algunos sonríen, otros lloran. Y yo mientras tanto no hago más que pensar que es el último paso, que por favor no falle nada.
Después de abrazarte, olerte, besarte y tenerte entre mis brazos, no sé como afrontaría un revés justo en el último momento.
De repente, alguien pronuncia nuestros nombres. Es nuestro turno. Entro en la sala, el corazón me va a dar un vuelco. Nos hacen varias preguntas. Fijo mi mirada en la representante de nuestra ECAI.
Me sonríe, y me aferro a esa sonrisa. Y por fin el juez pronuncia las palabras que yo llevaba tanto tiempo esperando escuchar, es oficial, somos una familia.
No recuerdo el haberme levantado, ni el haber recorrido los pasos que me llevaban hasta el pasillo, en mi mente solo tengo una imagen: salir pegada a tu padre, abrazarnos a llorar emocionados junto con el resto de familias que nos esperaban afuera.
Junto a la acera, una furgoneta blanca nos espera.
Siguiente parada: tú, por siempre tú.