Nuestra Música: Magazín Nº 1

Publicado el 25 septiembre 2011 por Juancarbar

NUESTRA MÚSICA

Cada domingo, una revista virtual con las novedades más interesantes aparecidas dentro del mundo de la música.

CRÍTICA DE DISCOS

Damien Lott: Damien Lott

Uno de los mejores discos de la temporada se ha colado así, como quien no quiere la cosa. Damien Lott es el alias tras el que se oculta Carlos Soler, un músico valenciano que hace un par de años ofrecía su maqueta como descarga gratuíta a través de su página web. Un trabajo esquizofrénico con canciones en inglés y en español que se ha convertido en un primer disco a mitad de camino entre Revolver (Erase and Fall) y el Doble Blanco (Impersonator) con gotitas de psicodelia a lo Magical Mystery Tour (Double Mono) y una actitud a lo Radiohead pre-OK Computer (Fuego Amigo). Ninguna canción baja del notable, ya sean simpáticas piezas de aroma pastoral (Quién Soy), números pegadizos (Diluvio), o cortes que sintetizan todas estas influencias (Pascua) en los que se aproxima a los españoles Sidonie. Aún con estas referencias, el trabajo de Damien Lott es tremendamente original y no cae en ningún momento en el pastiche. Un trabajo fabuloso guiado por un cantante de voz expresiva y versátil que con su primer disco es ya un talento mayor.

Foxy Shazam: Foxy Shazam

A la tercera va la vencida. Con su homónimo tercer disco Foxy Shazam se han colado tímida, pero merecidamente, en las listas de ventas. ¿Cómo? ¿Que no saben de quiénes les estoy hablando? Imaginen a un puñado de punkies con querencia por el hardcore melódico que recorren el camino que une a Hüsker Dü con Bruce Springsteen y se aproximarán mucho a la banda de Ohio de la que les estoy hablando. No, no son The Hold Steady. Para su último trabajo Foxy Shazam se han vuelto mucho más sofisticados. La voz de Eric Sean Nally contiene muchos más colores que la de Craig Finn y las composiciones incluídas en este disco son mucho más diversas y están repletas de giros inesperados. Canciones que entran muchas veces en el territorio del power pop que modelaron los Utopia de Todd Rundgren en su segunda época, en otros momentos se acercan al glam brutote de Slade y The Sweet, y cuando se ponen refinados incluso pueden recordar a los momentos de dientes más apretados de los primeros discos de Queen y Sparks. Algo así como el primer disco de The Darkness con el toque justo de histeria, o Redd Kross más dicharacheros, Foxy Shazam parecen ir bordeando siempre el límite de lo excesivo para caer invariablemente del lado adecuado. Se permiten, además, adornarse con generosas dosis de piano y una sección de viento que conforman canciones como pedradas para ser coreadas puño en alto con entusiasmo a raudales y ni un segundo de respiro. Sí, son realmente buenos y se merecen mucho más reconocimiento del que tienen. Foxy Shazam es probablemente el album más divertido del año, disfrutable de cabo a rabo, e inspirado con un saludable espíritu camp. Ahí va mi patada a las piedras a ver si se levanta un poco de polvareda. Freddie Mercury que estás en los cielos, debes de sentirte orgulloso.

Manic Street Preachers: Postcards from a Young Man

Manic Street Preachers no dejan de sacar manifiestos definitivos. El primero fue con su disco de debut, Generation Terrorists, con el que decían aspirar a vender más que Apetite for Destruction, hacer una gira mundial, encabezar Wembley durante tres noches y luego separarse. Evidentemente no fue así. Hace 16 años publicaron The Holy Bible, su tercer trabajo que se suponía que iba a ser su testamento. En él Richey Edwards, carismático portavoz del grupo, destiló sus letras más biliosas cargadas de referencias intelectuales. Poco después, justo antes de empezar una gira norteamericana, Edwards, guitarrista y letrista que escribió “las bibliotecas nos dieron poder”, el ideólogo radical y utópico de izquierdas, desaparecía sin dejar rastro. Siempre había sido un tipo inestable y su azaroso estilo de vida estaba lleno de misterio. Se fue con un enigma más y desde entonces no ha vuelto a haber noticias de su paradero. The Holy Bible fue seguido dos años después por Everything Must Go otro panfleto que iba en una dirección totalmente opuesta. Repleto de himnos, de entusiasmo, de fuerza y de vida, fue el aldabonazo definitivó que los encumbró.

Dijo Marx que la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa. Los Manics, marxistas convencidos que han tocado en Cuba para Fidel Castro, parecen sin embargo decididos a desafiar el adagio al probar a hacer otra vez la misma carambola. En 2008 Journal for Plague Lovers fue una segunda parte de The Holy Bible, una hosca declaración de post-punk brutal en el que recurrían a las últimas letras que había dejado escritas Edwards antes de esfumarse. Ahora lo continúan a la manera que hicieron con su antecesor. Postcards from a Young Man recupera la pompa y circunstancia de Everything Must Go con una nueva entrega saturada de singles y que huele a éxito por todas partes. Lo que pasa es que ya no estamos en 1996 y repetir la jugada nunca ha sido una buena opción. El actor Tim Roth nos saluda con una Polaroid desde la portada del disco para dejarnos con la duda de si el joven de la postal es él o el oyente a quien fotografía. Desde luego, el sonido del CD lleva al tiempo en que Roth era así de joven, a cuando esta banda galesa se destapó haciendo canciones de proporciones colosales.

Grandiosidad es la palabra. Postcards from a Young Man se abre con (It’s Not War) Just The End Of Love, un himno que llama a la batalla envuelto en arreglos de cuerda. Es la indicación de que desde el primer momento este album intenta comérselo todo de un bocado y arrollar a quien se ponga en su paso. Incluso una balada como Golden Platitudes, una pieza que manda un puyazo a las meteduras de pata del Partido Laborista, está repleta de instrumentación y cambios a más no poder. Con la canción que da título al disco la sensación de estar viviendo un déjà vu ya se ha enraizado fijamente. Some Kind of Nothingness, un número a dos voces con Ian McCulloch de Echo & the Bunnymen, presenta un coro gospel. The Descent posee una melodía clásica de pop barroco, pero arropada a rebosar. Hazelton Avenue es un vacilón soul setentero. Su faceta más punk tiene espacio en Auto-Intoxication, pero aún así quedan más cerca de Magazine que de The Clash. Son todas piezas épicas, rellenas hasta los bordes. Canciones pegadizas diseñadas para ser coreadas a pleno pulmón en los estadios. Cada acorde intenta inflamar el corazón y la orquesta vuela alto engordando el sonido para no dejar ni un hueco.

A pesar de todo este exceso, de la constancia de que Manic Street Preachers han ido a por todas, Postcards from a Young Man no suena pasado de rosca. Es un guiso bien condimentado, con multitud de elementos, pero siempre los justos. Estos muchachos que empezaron como revolucionarios parecen más integrados que nunca y han dejado de dar palos de ciego para continuar en la brecha. Postcards from a Young Man supone una vuelta al britpop más sofisticado. Algunos críticos se han hecho gaseosa con él y, aunque no es para tanto, sí es un trabajo satisfactorio, sorprendente, tremendamente divertido y un recordatorio de lo buenos que eran, de qué los hizo grandes una vez. Descardamente orientado a sonar en la radio. La BBC, claro, no los esperen por los 40 Principales, si es que tienen ustedes el cuajo de asomar por ahí.

Arcade Fire: The Suburbs

Con un desconcertante piano de honky-tonk que presagia lo que va a ser una tonada casi country da comienzo The Suburbs, el esperado tercer album de Arcade Fire. La canción que le da título, tan hermosa y con una ambientación de turbulencia anestesiada tan grandiosa, es presagio de que detrás viene un gran disco. Win Butler y su troupe no decepcionan. Ya lo dice su propio nombre, win significa ganar, y el líder de este combo multitudinario no está dispuesto a dar un paso en falso tras el relativo morrón que se llevó con Neon Bible. Lo que sus dos trabajos previos ofrecían en intesidad, The Suburbs lo gana en melodía, aunque siempre retiene algo de la inquietud gótica que tan buenos frutos dio en Funeral. El título de su última obra propone recapturar los recuerdos de infancia de los miembros de la banda en los suburbios de su Canadá natal. Pero no hay ni rastro de nostalgia en las canciones que componen The Suburbs. Los suburbios de Arcade Fire parecen estar en su interior, y hasta una canción tan explícita como Deep Blue puede ser una experiencia gozosa teñida de melancolía.
En su batidora se codean los ritmos Motown presentes en Ready to Start, con las orquestaciones dolorosas de Half Light I y los guiños a la New Wave de Modern Man y Sprawl II. El espíritu de Echo & the Bunnymen planea por todos los surcos y sigue presente en Suburban War, aunque queda disfrazado por el contrapunto de la sublime voz de Régine Chassagne. Por primera vez parecen invocar a The Ramones fusilando Beat on the Brat con su Month of May. El country de querencia rural regresa en Wasted Hours, y la improbable influencia de New Order asoma en Half Light II. Los Arcade Fire más reconocibles tienen su lugar con la emblemática We Used to Wait, en la que parece que el apocalipsis se vaya a desatar de un momento a otro, capaces de conseguir que hasta sus canciones más frenéticas, como Empty Room, causen un efecto analgésico. Rococo ejemplifica la fusión exquisita de instrumentos acústicos y delicados toques electrónicos, y la obra conceptual cobra sentido cuando The Suburbs se cierra à la Sgt. Pepper’s, retomando la canción con la que se abrió.

Pero Arcade Fire siempre muestran una personalidad propia. Como los realmente grandes, han creado un sonido único y reconocible que otros imitan. Como David Bowie, han tomado de aquí y de allá para parir algo nuevo y diferente que recuerda a todo y no se parece a nada. A pesar de la sofisticada producción de Markus Dravs y los arreglos orquestales de Owen Pallett, hay algo orgánico en el sonido de Arcade Fire que les hace parecer estar tocando en vivo en nuestro salón. Estos tipos con pinta de mormones escriben canciones con calidad de himnos que encierran en ellas la vida y la muerte, la gloria y la condena. El mayor problema al que se enfrentan Arcade Fire es la sorpresa mayúscula que supuso en su momento Funeral, un disco con el que cortaron la respiración a medio mundo. Cualquier cosa que vayan a hacer después, se va a ver a la sombra de esa obra monumental. The Suburbs sigue la línea de un trabajo honesto, una obra magnífica, completa y cerrada, en la que ninguna canción destaca por encima de otra. Agridulce y sin un gramo de grasa.

Johnny Cash: Ain’t No Grave

El legado de Johnny Cash se sigue enriqueciendo. Acaba de ser publicado el sexto volumen de American Recordings. Ain’t no Grave se abre con la canción que le da título, un sermón que te agarra por las tripas y no te suelta, amenazando con arrancártelas al final. Cash da toda una lección de dónde han sacado sus apuntes gente como Nick Cave. Es cierto que la selección de temas es inferior a otras entregas. También lo es que ya no debe de quedar mucho entre lo que escoger. Aún así, Ain’t no Grave es emoción en estado puro transmitida por una voz castigada por la enfermedad, pero no doblegada. Sí, No Hay Tumba que pueda acoger el cuerpo de un gigante.

EL ANÁLISIS

Un artículo en profundidad sobre algún tema de actualidad. Esta semana:

The Queen Is Dead de The Smiths cumple 25 años
En los años en los que las guitarras todavía sonaban en las discotecas, The Smiths eran la banda en la que nos mirábamos los adolescentes que nos las dábamos de sensibles, los raritos del instituto que huíamos de Depeche Mode y otras hierbas. Cuando Morrissey y Marr (pocos nos fijábamos en los otros dos, incluso ahora) debutaron con su primer álbum, no reparamos en ellos. No fue hasta que llegó aquella impresionante recopilación de singles y sesiones para la BBC que se llamó Hatful of Hollow, que los gladiolos de la banda de Manchester nos golpearon en pleno rostro. En una carrera que parecía contrarreloj, con cada single se superaban, evolucionaban y sorprendían. Los LPs se sucedían con precisión matemática dejando en mantillas a tardones inamovibles como Dire Straits, y en 1986 llegó el disco con el que The Smiths se hicieron mayores de edad. En medio quedaba un trabajo injustamente olvidado, Meat Is Murder, impecable, pero mal promocionado. The Queen Is Dead presentaba a un tándem de artistas que de repente se habían sofisticado, que exploraban las posibilidades del estudio de grabación, que echaban mano de una orquesta para mostrar una ambición equiparable a la de otra pareja algo más al sur 20 años antes. Y aún más, se habían convertido en rock stars.

Morrissey se destrozaba la camisa como nadie y sus letras fascinaban por sus referentes culturales, pero también porque, como él mismo observaría en Panic, aún no hablaba exclusivamente de sí mismo, sino que retrataba nuestras experiencias como chavales de barrio que nos sentíamos fuera de lugar. Johnny Marr era un compositor de una brillantez cegadora, un guitar hero que jamás hacía un solo, pero cuyos riffs incesantes cambiaban el ritmo de los latidos del corazón. Todo en aquel disco transpiraba romanticismo, pero también hormonas revolucionadas. La sensibilidad de las mandolinas de The Boy with the Thorn in His Side puntuaban el mismo espíritu frágil que retratarían Radiohead en Creep. Más aún, el deseo frustrado impregnaba Never Had No One Ever, un himno nocturno y desolado con ecos de Ennio Morricone. Era un desgarro que se llevaba al paroxismo en I Know It’s Over, una torch song que podría haber interpretado Dusty Springfield en los sesenta. Todas esas canciones quedaban eclipsadas al lado de There Is a Light that Never Goes Out, su composición más hermosa, en la que magnificaban las emociones a flor de piel con unos versos inmortales en los que el narrador confesaba sentirse feliz si muriese atropellado en aquel momento por un autobús de dos pisos, porque está al lado de la persona que ama.


The Queen Is DeadJohnny Marr tour de force feedback wah-wahsingle Bigmouth Strikes Again Juana de Arcowalkman The Smithsglam rockabilly Vicar in a Tutu Frankly Mr. Shankly

Sendas caras del vinilo original se cerraban con unos temas que, manía personal, a mí se me asemejaban demasiado poppies, excesivamente facilones al lado de todo aquel despliegue de genio que los había precedido. Pero debo de estar equivocado, porque ambas canciones son y han sido siempre favoritas de los fans. Más imaginación aguardaba en las caras B de sus singles, siempre un jugoso puñado de inéditos, que estaban a la altura de lo que The Smiths ofrecían en sus álbumes. Nunca entregaron saldos hasta el final. Poco faltaba, sin embargo, para que Johnny Marr tirase la toalla agobiado por un Morrissey cada vez más retorcido. Su último disco al año siguiente, Strangeways Here We Come, fue una despedida a lo grande como pocas. Ahora que The Queen Is Dead se ha convertido en un álbum mítico de aquellos criminales años ochenta y cumple 25 años ya, tan pronto, Morrissey, quién lo diría, se machaca en el gimnasio, Johnny Marr ha perdido aquel rostro de querubín que escondía bajo un flequillo rebelde y todos los hemos crecido con ellos seguimos esperando una reunión que les podría hacer tanto bien como mal.

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Tags: Ain't-no-Grave, American-Recordings, Arcade Fire, Damien-Lott, Foxy-Shazam, Johnny-Cash, Manic-Street-Preachers, Postcards-from-a-Young-Man, Smiths, Spotify, Suburbs, The-Queen-Is-Dead