Cojamos una calculadora y teclead números al azar, de hecho es mejor que sean números largos. Una vez tecleados, multiplicad ese número por otro similar y al azar, por ejemplo 659498546984x5652546849,
pulsamos la tecla = y obtenemos un resultado.
Si realmente esto es un sueño, nuestro cerebro no podría calcular en un periodo de tiempo tan corto el resultado de 659498546984x5652546849, así que de igual modo que hace cuando soñamos, rellenaría el resultado con un número que parezca cierto. Es decir, si nuestra realidad fuera un sueño, el resultado de 659498546984x5652546849 sería azaroso, inventado por nuestro propio cerebro. Pero si estamos realmente vivos y aquí, el resultado sería correcto. ¿Cómo lo comprobamos? A mano. Si el resultado coincide con el obtenido por la calculadora, estamos en nuestra realidad. Si no coincide, enhorabuena, estás soñando.
Por lo que Descartes se equivocó en esto. No obstante y fuera de la hipótesis de Descartes, cabe la posibilidad de que nuestra realidad fuera una simulación de un supercerebro que tuviera la capacidad de calcular de esa manera tan abrumadora. Seguramente, y en el supuesto caso de que sea un sueño, seremos seres superdesarrollados, quizá de una civilización tipo II o III. Quizá la vida que ahora vives es solo un entrenamiento para nacer realmente, o quizá todo es real, y es mejor aprovechar cada instante de nuestra insignificante y estúpida vida.