Un estado que llega hasta la actualidad, de momento. La Junta Municipal del Distrito Bellavista-La Palmera aprobó el pasado jueves instar a la Diputación de Sevilla, propietaria del solar, a que frene la ampliación del depósito judicial de vehículos, a limpiar los terrenos eliminando el amianto y a construir un acerado en el acceso a esta zona de la ciudad.
El área, que es circuito habitual de personas mayores que por allí pasean, deportistas que lo atraviesan corriendo o en bicicleta, no tiene buena delimitación respecto de la carretera que lo cruza, «apenas ni arcén». La propuesta defendida por el Partido Popular era colocar un acerado, que en palabras del presidente de la sesión, Rafael Belmonte, «podrá irse efectuando a tramos por la cuestión presupuestaria. El Ayuntamiento colaboraría desbrozando, facilitando el papeleo o en aquello que fuera posible».
Estas medidas facilitarían el acceso a este espacio histórico que ya intentaron rehabilitar los duques de Montpensier. Así lo recoge la publicación en 1836 de la novela «la familia Alvareda» de Fernán Caballero, cuyas primeras páginas están ambientadas en el lugar donde se encontraban las ruinas de la ermita de Valme, la que incitaría a los duques a interesarse por la restauración de la misma.
Una placa conmemorativa confirma el interés de los Montpensier y el compromiso con la restauración de la misma. «En este lugar edificó el rey Fernando III una capilla a la Virgen que, con la voz de Valme invocó en la toma de Sevilla el año 1248. Destruida por el tiempo ha sido reedificada para gloria del país y honra de sus egregios ascendientes por sus Altezas Reales los Serenísimos Señores Infantes Doña Luisa Fernanda de Borbón y Don Antonio María de Orleans, en 1859». El arquitecto de la restauración sería Balbino Marrón, quien ya había trabajado para los duques de Montpensier.
Desde este momento la actividad de la zona se relanzaría y poco a poco irían creándose núcleos poblacionales que con los años y cargados de circunstancias que no se pueden ignorar, acabarían formando lo que hoy se conoce como Bellavista o, como se llamaba en los tiempos de Fernando III: Buenavista.
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