“Nuestra sociedad se dividirá en dos: cíborgs y humanos, a los que dejaremos atrás”

Publicado el 20 noviembre 2012 por Jordiguzman

Kevin Warwick es experto en inteligencia artificial, robótica e ingeniería biomédica y cree firmemente que las personas y la tecnología convergerán pronto en un único ser, el cíborg. Sus investigaciones tienen fuertes connotaciones éticas y, aunque sus declaraciones son escandalosas, están respaldadas por artículos científicos. Warwick ha visitado Barcelona para dar una conferencia en CosmoCaixa.

Kevin Warwick en una imagen cedida por él.

Cuando se habla de máquinas inteligentes y cíborgs, no es raro pensar en un escenario apocalíptico del estilo de la película Terminator. ¿Cree que ese futuro es posible?

Sin duda. Si se trata de máquinas inteligentes actuando al margen de los humanos, yo no veo otra opción que un escenario catastrófico. Es solo cuestión de tiempo. Pero si hablamos de cíborgs ya es otra historia.

Usted diferencia entre máquinas inteligentes y cíborgs. ¿Son dos maneras distintas de plantearse la relación humana con la inteligencia artificial?

Sí, no tienen nada que ver. Yo, en lugar de una lucha de humanos contra máquinas inteligentes, prefiero un futuro donde hayamos incorporado la tecnología a nuestro cuerpo y nos hayamos convertido en cíborgs con grandes capacidades intelectuales.

Pero ya existen máquinas inteligentes en nuestra sociedad.

Muchísimas: en el ejército, en los coches… En Londres, por ejemplo, los trabajadores del sector financiero se pasan el día sentados delante de cinco o seis pantallas de ordenador y, en este caso, no es la máquina la que sirve a la persona, sino al revés. Casi todas las transacciones económicas londinenses las deciden y las llevan a cabo estas máquinas.

¿Los ordenadores con inteligencia artificial pueden llegar a tener emociones y ser conscientes de sí mismos?

Depende de cómo definas una emoción. Las máquinas no pueden sentir lo mismo que los humanos porque no tienen nuestros sentidos, ni una familia, ni amigos, pero, si se consideran las emociones como una respuesta a un estímulo… sí, pueden tenerlas. Y respecto a la conciencia, si una máquina tuviera como cerebro un conjunto de neuronas humanas, ¿por qué no?

A día de hoy usted está desarrollando precisamente eso, la combinación de un cuerpo tecnológico con un cerebro humano.

De momento trabajamos con células neuronales de ratas que hacemos crecer en cultivo. Las sembramos y enseguida empiezan a emitir ‘tentáculos’ y a conectarse unas con otras. Al cabo de 10 días ya han formado una red compleja que está viva.

¿Cómo sabe que esta red neuronal está viva?

La tenemos que alimentar y limpiar; si no, se muere. Y además es capaz de aprender, recordar y tomar sus propias decisiones. ¿Es suficiente con eso?

Dígamelo usted…

Pasados estos 10 días, añadimos electrodos al cultivo de neuronas y lo conectamos mediante bluetooth al cuerpo de un robot que emite ultrasonidos. Las neuronas aprenden a reconocer la señal ultrasónica recibida por el robot al acercarse a una pared y le hacen cambiar de dirección para que no choque. Este cerebro, si lo podemos llamar así, aprende y mejora.

¿Y este robot tiene conciencia?

En realidad no hay ninguna evidencia científica de que no sea consciente. Es decir, tiene un determinado número de células, tantas como un cerebro, y se comunican igual entre ellas, recibe estímulos y responde a ellos… ¡la única diferencia es la ausencia de cuerpo! Y hay muchas personas con cuerpos diferentes. Hay gente en silla de ruedas, personas a las que les faltan extremidades… y son conscientes. Yo creo que cuando estos robots tengan un número suficiente de células serán conscientes, sí.

¿Cuál es el objetivo de este experimento?

Lo que nos interesa es saber cómo las neuronas aprenden y guardan los recuerdos. A través del microscopio podemos ver físicamente cómo las redes neuronales cambian a medida que aprenden a hacer mejor su función. Este conocimiento será muy útil para tratar la demencia, porque una de las opciones terapéuticas para esta enfermedad podría ser añadir neuronas al cerebro, siempre y cuando no se alteren los recuerdos de la persona.

¿Cómo se le ocurrió hacer un experimento de este tipo?

Me inspiraron mucho La metamorfosis de Kafka y un grupo de científicos de Illinois que estudiaban el desarrollo de las neuronas. Pensé que para el desarrollo del cerebro era indispensable su relación con el cuerpo. En realidad los humanos hemos evolucionado con el cerebro y el cuerpo en el mismo sitio, pero ahora esto puede cambiar. Está claro que el cuerpo humano no se adapta bien al mundo tecnológico, si no, el índice de obesidad no sería tan alto.

Durante el proyecto Cyborg 2.0 usted se implantó un chip en el cerebro y logró mover a través de internet una mano robótica en Reading (Inglaterra) mientras usted se encontraba físicamente en Nueva York (EE UU). ¿Este es el tipo de mejoras que tendría un cíborg?

El ser humano es limitado y aburrido. Como cíborgs tendríamos muchísimas más capacidades, podríamos ser más inteligentes, tener mejor memoria, comunicarnos mejor entre nosotros…

¿Tan corto se queda nuestro cerebro?

Sí. Por ejemplo, nosotros pensamos en tres dimensiones y en cambio hemos construido ordenadores que piensan en muchas más. Si pudieras conectar tu cerebro a una máquina de estas podrías entender el mundo que te rodea de una manera mucho más compleja.

Usted está seguro de que en un futuro no muy lejano todos seremos cíborgs. Si esto es así y la mejora intelectual es tan enorme como dice, ¿qué pasará con la gente reticente que no quiera convertirse en uno?

Hoy las tecnologías ya acentúan las diferencias dentro de la sociedad, pero si somos capaces de mejorar intelectualmente con ellas, nuestra sociedad se dividirá en dos: en cíborgs y en los humanos, que dejaremos atrás. Yo no lo veo como nada malo, al contrario, el ser humano siempre ha querido progresar.

¿Lleva usted algún implante ahora mismo?

No, de momento tengo otros planes para mí. Hay días que me apetece apuntarme a lo que han hecho mis estudiantes, que se lo pasan bien con unos dispositivos magnéticos implantados en el dedo índice… pero en realidad quiero algo mejor: un implante cerebral para comunicarme directamente con el sistema nervioso con otra persona.

Eso ya lo hizo con su mujer.

Sí, ¡y fue fascinante! La comunicación entre sistemas nerviosos ha empezado como algo muy simple, de una manera muy parecida a como funciona un telégrafo. Pero el potencial de esta comunicación es enorme: imágenes, pensamientos, sentimientos, emociones… Pero mi mujer piensa que puede ser peligroso, así que necesito buscar a otra persona.

A mí no me mire…

Usted se lo pierde, yo no dejaría escapar la oportunidad de formar parte de un experimento así.

“No hay líneas rojas que no se deban cruzar”

Kevin Warwick es muy consciente de que casi todas sus líneas de investigación provocan dilemas éticos. “La ciencia que tiene una clara aplicación terapéutica no causa tanto recelo –afirma el científico–. Por ejemplo, casi nadie se opone a nuestros experimentos con estimulación cerebral profunda para tratar el párkinson”.

La posición de Warwick es que es “sano y necesario” plantearse todas las preguntas posibles antes de que las teorías se conviertan en realidad. “No hay líneas rojas que no se deban cruzar”, afirma el experto con contundencia. Y reflexiona que los límites aceptados por la sociedad pueden cambiar mucho en un corto período de tiempo.

“Si hace 15 años yo te dijera que iba a disparar un láser contra tus ojos te habrías escandalizado, y ahora casi todas las personas miopes creen que es una gran idea”, recuerda Warwick. La percepción de una operación con láser ha pasado a ser algo deseable. “Lo mismo puede ocurrir con los implantes; si la recompensa es buena y no lo percibes como particularmente peligroso entonces, ¿por qué no vas a querer uno?” se cuestiona Warwick.

Artículo publicado en Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC), su autora es Marta Palomo.