En la siguiente ola de contracciones, aún de pie, Puri me sugirió imaginar que necesitaba ir al baño, mientras pujaba. Me dijo que usara esos mismos músculos. Perdonen la expresión grotesca, pero sinceramente uno no sabe hacer el gesto de pujar, simplemente no imaginas cómo hacerlo. Por eso muchas primíparas gastamos tanta energía en pujos inefectivos hasta que aprendemos, o atinamos con el movimiento correcto. De pie, pujé y lo logré. Súbitamente, oí un gran wuuuuuuuuush en el suelo, como cuando cae un balde de agua. Ahora sí respiré, y me sentí realizada. Luego de 4 horas estancada, habíamos vuelto a avanzar.
Ahí entró nuevamente el ginecólogo. Puri le comentó mis deseos de parir en vertical, a lo cual el médico respondió que no sabía atender un parto en esa posición. Le dije que yo no tenía por qué hacer doble esfuerzo y pujar contra la gravedad. Puri, por supuesto, que le doblaba la edad al médico y seguramente había atendido más partos realmente naturales y respetados que él, respondió que ella estaba dispuesta a hacerlo. El doctor intervino nuevamente diciendo que él en esa posición no sabría evitar una ruptura de periné y que podría protegerme mejor de una posible ruptura sobre la silla obstétrica. Me ofreció mantener el espaldar lo más vertical posible, para que estuviera a mitad de camino: ni horizontal, ni vertical. Accedí.
Ricardo quería soltarme la mano para poner la cámara sobre el borde de la ventana y grabar el parto. Lo agarré fuertemente y le pedí que no me soltara un solo instante. No quería que estuviera pendiente de la cámara, de moverla, etc. Necesitaba que se concentrara en mí. Afinó su ojo de águila y miró como yo le había pedido, todo el instrumental que colocaron sobre la mesa. Yo le advertí que posiblemente vería al médico acercándoseme con una tijera en la mano, y le insistí que de ser así le parara la mano y le recordara que pedí que no se me practicara una episiotomía. Los dos estábamos un poco paranoicos antes del parto. Pero durante… durante fue diferente, Ricardo fue mis ojos, mi mente, mi protector, mi compañero. Vigiló que todo saliera como yo quería, y yo mientras pude soltarme, dejar salir mi lado animal, dejarme llevar por la naturaleza.
En un momento de extremo cansancio, Puri me preguntó si quería un espejo. Le respondí que sí, imaginándome que me sacaría un espejito de tocador, como del tamaño de un plato, de esos con mango… como los que te ponen detrás en la peluquería para que veas como te quedó el cabello contra la espalda. No. Era un espejo de cuerpo entero. Puri lo sostuvo a la altura perfecta y me señaló unos pelitos largos diciendo: “¿ves esos pelitos? Esos no son tuyos, son de tu bebé. Sigue así, que ya lo vas a lograr”. Eso me dio tanto ánimo, tanta fuerza, que comencé a pujar incluso entre contracciones.
Un par de pujos después, salió la cabeza de Sam. El obstetra me pidió que parara de pujar, recosté un instante la cabeza contra el espaldar del sillón. Ricardo luego me contó que en ese momento me pidió dejar de pujar porque la cabeza de Sam había salido con el cordón enrollado alrededor de su cuello. El médico lo desenrolló y me dijo que podía volver a pujar. 3:05 AM. Luego de 27 horas de trabajo de parto, salió el cuerpo de Sam como una cápsula, eso sí lo vi. Puri lo secó un poco y me lo puso encima del pecho inmediatamente. No lloró. Nos miraba con sus grandes ojos abiertos. Nosotros detallábamos sus dedos perfectos y su nariz. Yo estaba maravillada, viendo sus minúsculas y delgadas orejitas al lado de las de Ricardo. Eran una réplica en miniatura. Cada ángulo, cada curva. Gimió suavemente.
Sam trepó al pecho a los pocos minutos de nacer, como en los videos de UNICEF. Me sentí realizada. No recuerdo si fue Puri o el médico que entró nuevamente al paritorio con una jeringa en la mano. Probablemente Puri. Le pregunté qué era. Me dijo “oxitocina”. Yo: “¡¿Para qué?! Yo ya les dije que no quiero oxitocina sintética”. El obstetra: “Es para ayudarte a parir la placenta”. Yo: “No necesito una inyección para eso, al trepar al pecho segregaré oxitocina y ya saldrá la placenta”. Y así fue. Ricardo cortó el cordón cuando dejó de latir. En ningún momento nos separaron. Yo había leído mucho acerca de los beneficios y la necesidad de que mami y bebé estén juntitos inmediatamente después del parto.
Ahora haciendo memoria, tuvimos que luchar bastante para lograr el parto que quería. El médico insistió bastante, pero me mantuve firme en mis creencias. Me desgarré un poquito, sólo un par de puntitos, pequeños, el médico supuestamente me puso anestesia local inyectada. Sentí la inyección, y luego sentí las suturas. Le dije que me molestaba, que no estaba bien anestesiada, pero no me hizo mucho caso. Era soportable, aunque desagradable. De todas maneras tenía a mi peque encima, mamando, y a Ricardo mirándolo maravillado. Estábamos en el cielo.
Nos trasladaron a una salita de espera, mientras nos preparaban la habitación. Luego nos recogió una ambulancia que nos llevó hasta el edificio adjunto, donde pasamos la noche. Llamamos a la familia para avisarles, desde la sala de espera. Cuando llegamos a la habitación, ya eran como las 6 de la mañana, si mal no recuerdo. Sinceramente, no me acuerdo si dormimos un poco antes de que llegara mi familia, o si llegaron directamente. Ahora que intento recordar, hubo varias cosas que recuerdo borrosamente, la naturaleza sabrá por qué nos nubla la mente en algunos momentos. Mi mamá se quedó a dormir con nosotros esa noche. Ricardo volvió a casa, agotado. Sam durmió la primera noche encima del pecho de mi mamá, en cuanto se despertó, me lo puse al pecho nuevamente.
Una recomendación excelente que nos dio Lourdes Martínez, la matrona que me atendió en el postparto fue el de dormir con el bebé (en la cama matrimonial, del lado de la mamá), eso facilita la lactancia, y ayuda a dormir (sin tener que levantarse a buscar al bebé de su cuna varias veces por noche si se despierta).
Nos dieron de alta el 9 de junio a final de la mañana. Cuando metimos a Sam en el Maxi Cosi para volver a casa, había una mariquita que salió volando del carro. Mi mamá dice que es un buen presagio, un símbolo de felicidad. Creo que tiene razón :)
Cuéntanos… ¿Cómo fue tu parto? ¿Lograste lo que querías? ¿Te presionaron para realizarte procedimientos innecesarios?
Foto © Jose Luis Pelaez, Inc. Blend Images/Corbis
Fin