Foto: Predicación
¡Nuestra lucha no es contra sangre. Ni carne!
Yorman Gámez
Retrocedamos el reloj de arena por un momento, en el año 246 antes de Cristo. Roma una ciudad de imperios, específicamente en la arena del Coliseo, sucedieron escenas de una crueldad inaudita, miles y miles de animales y de hombres fueron masacrados bajo la mirada satisfecha de los espectadores, innumerables cristianos fueron llevados al martirio. Los gladiadores amenizaban los espectáculos populares o públicos favoritos de los romanos en los circos del imperio. Los gladiadores de la época clásica fueron soldados en busca del perdón y unos luchadores de la supervivencia. No importaba la procedencia si no el destino y para ellos mataban sin compasión. Los gladiadores eran hombres valientes, fornidos y fuertes que luchaban contra sus enemigos. Usaban armas muy diferentes a las de los soldados romanos. Las armas y armaduras que usaban son algunas de las piezas más curiosas y antiguas de la historia. Y ese es el punto que nos concierne desde los tiempos antiguos cuando el apóstol Pablo en su viaje misionero extendiendo y predicando la palabra de Dios se dirigió ante los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso y que es un mensaje para los que en el presente estamos en una constante relación con Dios nos dice:“Póngase toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestes. Por lo tanto, póngase toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza”(…)…”Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos con la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”. Por lo tanto estimados y amados hermanos, nuestro galardón está en los cielos y por lo tanto debemos luchar y esforzarnos por obtenerlo, pero por otra parte debemos de resguardarnos y tomar la armadura de Dios para luchar contra las asechanzas de satanás, para que así podamos vencer todos sus dardos. Apropiémonos de la espada de justicia que es la palabra de Dios, meditemos en ella día y noche., sin olvidarnos del complemento más sustancioso en el cristiano la ORACIÓN…
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