Buena parte de los españoles acepta caer en múltiples timos de la estampita que, tras triunfar en pequeños grupos, se amplifican en las televisiones y llegan así a esas masas que creen las asombrosas fantasías de los embaucadores.
La inocencia atrapa a todas las clases sociales, como ocurre en el caso del Pequeño Nicolás, que desde los dieciséis hasta los veinte años engañó a cambio de dinero a innumerables ricos y poderosos prometiéndoles favores de los políticos y hasta de la Casa Real que los harían más ricos y poderosos.
Una vez descubierto, el Pequeño Nicolás se ha convertido en una estrella mediática que ha cobrado 200.000 euros, según algunos medios serios, por salir en Telecinco ratificando sus fantasías.
Lo hizo ocupando un espacio destinado inicialmente al fenómeno mediático de Pablo Manuel Iglesias Turrión, Pequeño Pablito, que se negó a aparecer tras el escándalo de su segundo, Íñigo Errejón, que cobra una corrupta subvención universitaria.
La misma cadena que construyó como estrella a Belén Esteban reelabora a estos dos fenómenos, aunque el de Pablo aspirante a Caudillo trae consigo un timo de la estampita infinitamente más peligroso porque afecta a todos los españoles.
Casi ninguna promesa importante de Podemos es realizable. Dice que le dará a todos, nacionales y extranjeros, los servicios, incluida la vivienda, sin necesidad de trabajar. He aquí otra estampita tan potente que podría convertir a este partido en el primero del país.
Votando Podemos queremos castigar a los partidos históricos. Bien, pero recordemos que, pese a sus corruptos y a la crisis, hicieron la España más libre y próspera de su historia.
Parece que queremos destruirla a cambio de nuevas estampitas miserables, entre las que, recordémoslo también, se incluyen los independentismos. ¡Pero qué estúpidos somos!
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SALAS