Ningún ser humano era esencialmente bueno o esencialmente malo. Todos luchábamos para superar cada día de nuestra vida. Si existía una verdad fundamental, era que cada uno de nosotros luchábamos contra la muerte.
No hay nada que la muerte no pueda reconciliar. ¿Acaso hay algo en la tierra a lo que merezca la pena seguir aferrado? Menos aún si ese algo es el odio.
Todavía ando dándole vueltas e impactada desde ayer que acabé esta novela, por las sensaciones que me ha transmitido. Su autora es Gong Ji-young (Seúl, 1963), activista y feminista autoproclamada, considerada en Corea del Sur la Paulo Coelho de la literatura oriental y aunque este bestseller apareció en el país asiático en 2004, no fue hasta 2012, que fue publicado en castellano. La trama sin spoilerLa trama une dos hilos argumentales. Por un lado tenemos a Iunsu, un violador-asesino condenado a muerte, que nos cuenta a través de una especie de diario de confesión, su triste infancia, su triste vida. Abandonados desde muy pequeños por la madre, él y su hermano pequeño deben aprender a salir adelante como pueden, de orfanato en orfanato, sufriendo hambre y malos tratos físicos y psicológicos. Y por otro lado tenemos la historia de Iuyeong, una joven traumatizada por algo muy fuerte que le sucedió en el pasado con quince años y por el escaso apoyo que recibió de su familia y en particular por parte de su madre, en relación al mismo.
¿Sabes por qué soy así? ¿Por qué me tomé las pastillas y me he cortado hasta tres veces las venas? Lo que no pude comprender ni perdonar es que todo el mundo actuase como si no hubiera pasado nada, empezando por mamá, por vosotros, mis hermanos, ¡incluso papá! Decidisteis esconderlo bajo la alfombra, como si no hubiera sucedido.
Tras tres intentos de suicidio frustrados, su tía Mónica, que es monja, le ofrece la posibilidad de acompañarla los jueves a una de las múltiples labores altruistas que lleva tiempo haciendo, le propone visitar a Iunsu hasta que se lleve a cabo la ejecución. Iuyeong acepta no de muy buena gana, así como en principio a Iunsu no le hace demasiada gracia las visitas de ambas mujeres. Pero poco a poco conectan, se cuentan sus cosas y se dan cuenta de que sus miserables existencias al final no son tan distintas, de que él busca la muerte como forma de expiación, de autoredención, y ella como única solución, como su única salida a su desprecio por la vida, y ambos son conscientes de que llevan toda una vida persiguiendo únicamente ser amados. Iunsu parece sinceramente arrepentido de todo el mal causado a las víctimas y a sus familias, pero es consciente de que no merece un perdón, y el tiempo irremediablemente, se agota.
Por primera vez entendí el significado de ser humano y el significado de amar. Solo alguien que ha sido amado puede amar. Solo alguien que ha sido perdonado puede perdonar. Eso es lo que comprendí.Los puntos fuertes de la novela
“Nuestros tiempos felices” es una novela muy dura, sobre todo por el tema de fondo que aborda, el de la pena de muerte. Parece ser que la autora estuvo visitando cárceles durante nueve años para ofrecer a los reclusos sentenciados, cariño, conversación y compañía. Ella asegura que no era su intención escribir un alegato contra la pena capital, pero lo cierto es que el impacto que su libro causó en Corea del sur, fue tal que llegó a la jurisprudencia. «No he escrito mis novelas para denunciar injusticias, pero al final ese ha sido el resultado. Ahora siento el peso de la responsabilidad sobre mis hombros».
Desde 2009, ningún juez ha dictado sentencias a muertes, no es que se haya abolido, sino que hay de facto una moratoria que algunos atribuyen a dicho impacto. De hecho la obra le valió el Premio Especial de Comunicación de Amnistía Internacional en 2006.
La gente que es testigo de un crimen se convierte en defensora de la pena de muerte, mientras que la gente que es testigo de una ejecución se transforma en contraria a la pena de muerte. Yo diría que en ambos casos están equivocados.
Pero, a pesar de su dureza, llama la atención el tacto, la suavidad y sensibilidad con la que toca el tema, además de otros también delicados como el suicidio y la muerte, la violación, la injusticia, la empatía, la amistad, el arrepentimiento, el perdón, las madres que no quieren a sus hijos, otra cosa en común que tienen Iuyeong y Iunsu, madres que los rechazan.
Durante la lectura te vienen a la mente preguntas que ya te has planteado en multitud de ocasiones, ¿es realmente posible el arrepentimiento sincero de un asesino, de un violador, es posible el cambio? Yo estoy convencida de que sí, lo es (aunque también los hay que nunca se arrepentirán)
Había aprendido de Iunsu que amar significaba sufrir con alegría por los demás y que, a veces, significaba también tener el valor suficiente para cambiar.¿Y es posible perdonar a quien ha violado o asesinado a alguno de tus seres queridos? ¿Son frecuentes los fallos de la justicia ante las sentencias capitales? Estremece pensar que sí. . .
Estados Unidos tienen cada año al menos diez casos mal resueltos y que solo descubren a los criminales verdaderos cuando los inocentes ya han sido asesinados. Así que ¿cómo puedes estar tan seguro? Hay mucha gente inocente que muere de manera injusta. ¡No puedes estar seguro de que no sea así! La detención de los verdaderos culpables fue siempre por casualidad. ¡Ni los fiscales ni los tribunales están interesados en descubrir la verdad! —No es un asesinato. ¡Es una ejecución!
Los personajes, los tres principales, el preso, la tía y la sobrina, están muy bien perfilados, son de los que te llegan, sus diálogos son geniales, te hacen pensar, te plantean dudas. Mi preferido ha sido el de la tía Mónica, no he podido evitar acordarme y compararla con una tía mía también monja, a la que yo adoraba (aunque una monja muy peculiar porque en su interior, ella no comulgaba con el estamento de la Iglesia, ella solo quería hacer el bien y ayudar a los demás y es lo que hizo durante toda su vida). Era la mejor persona que yo he conocido nunca, como la monja de esta historia, que era eso, básicamente una buena persona.
Ha sido una maravillosa sorpresa encontrarme con esta obra tan intimista y estremecedora de principio a fin, con sus dosis de polémica, donde prima el altruismo, el poder de la redención y la posibilidad de las segundas oportunidades. Su prosa ágil y cuidada te lleva a pasar páginas y páginas casi sin darte cuenta, a emocionarte con la trama, a sufrir con los protagonistas y empatizar con ellos.
Pero, ahora, por fin me había dado cuenta de que la gente no vive en la tierra de la felicidad o en la tierra de la infelicidad. Todo el mundo es feliz o infeliz hasta cierto punto.
Muy recomendable e impactante, sorprende sobre todo conocer hasta qué punto influyó la publicación de esta novela en el país de la autora respecto al tema de la pena de muerte. Mi nota esta vez es la máxima, por supuesto: