Este último traspiés pone en entredicho su liderazgo en las bases socialistas, pues durante mes y medio ha pedido, directa o indirectamente a través de una torpe estrategia política, el voto para la ministra de Sanidad. Y no sólo eso, sino que en diversas reuniones y con todo el peso del partido trató, sin éxito, de evitar unas elecciones internas que no han hecho más que hundir aún más su imagen. Zapatero se ha puesto nuevamente frente al espejo y en él sólo ve a un líder con menos peso entre sus militantes, sin la confianza mayoritaria de los españoles y con una gran cantidad de frentes abiertos.
A pesar de que el presidente del Gobierno se ha caracterizado siempre por ser un superviviente hasta en los peores momentos, esta situación es distinta. Pierde pie con demasiada frecuencia y para muchos en su propio partido se está convirtiendo en un estorbo. En su caída está arrastrando a todos los socialistas, que en no mucho tiempo pedirán al unísono su cabeza política. Y es que quedan siete meses para las municipales y autonómicas y su imagen puede resultar un lastre casi decisivo. ¿Es este el principio del postzapaterismo? El tiempo lo dirá…
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Reflexión: Por cierto, esta elección de Tomás Gómez me alegra… Sólo porque en un momento en el que la democracia interna de los partidos está, cada vez más, en entredicho, ha asumido el riesgo de ponerse frente al potente aparato del PSOE. Lo ha desafiado y ha ganado la batalla.