Pero el consumo colaborativo también es cada vez más el sueño de los que mueven el dinero e invierten en este campo. Porque la economía compartida parece haber llegado para quedarse, y ya no son acciones individuales sino empresas dedicadas a estas iniciativas las que tienen éxito, sobre todo desde que estalló la crisis financiera. Se mueve mucho dinero alrededor de estos negocios: unos 26.000 millones de dólares según The Washington Post. En Estados Unidos funcionan diversos negocios de consumo colaborativo: los que prestan dinero eliminando costes y complejidades administrativas, sobre todo porque la banca tradicional ha olvidado la verdadera esencia de su negocio; los que facilitan alojamiento barato mediante alquileres de casas o habitaciones; los que ofrecen espacios comunes de oficinas para hacer negocios, networking e incluso café gratis, reuniendo espacios y gentes; los que tratan de buscar a gente que hace el mismo desplazamiento y conectan conductores con pasajeros (en España BlablaCar); los que ofrecen una financiación comunitaria o crowdsourcing. (en España hay empresas más generales como Goteo o especializadas como Libros.com); los realizadores de tareas que contactan con empleadores; los que ofrecen menús cocinados por los vecinos; los de alquiler de ropa de segunda mano; las cooperativas de guarderías; los de enseñanza de idiomas mediante intercambio... la lista es innumerable.
El consumo colaborativo como alternativa a un modelo económico que actualmente es insostenible obedece a una capacidad creativa de dar respuesta a las necesidades sociales, económicas y ambientales, teniendo en cuenta las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías.
Frente a las protestas de los sectores más tradicionales por considerar algunas de estas prácticas fuera de la ley, responde el economista Miguel Puente, en el diario.es, “el problema real es que todo esto nace y crece mucho más rápido de lo que podamos prever, parar o legislar como a muchos les gustaría. Para cuando algo consiga estar al gusto de todos, nacerá otra plataforma capaz de saltárselo; y es que el problema de fondo es que la "inteligencia social”, que nace de la capacidad de interacción rápida y eficiente entre individuos, es más rápida que las propias instituciones”. Si este nuevo tipo de economía tendrá éxito o no depende de muchos factores. La hiperabundancia de empresas, la gran mayoría con poca o nula rentabilidad, hace pensar en una burbuja... Quizá se trata de no olvidar el espíritu que la puso en marcha: se comparte lo que se tiene y se ahorra, sin malgastar los recursos.