Hace un par de semanas pude disfrutar de unos días de descanso en la localidad de Villafranca del Bierzo, León y sabiendo de ello el amigo José Carlos Rabanal se ofreció a subirme hasta el Santuario de Santa María del Cebrero, por donde tantas veces he pasado haciendo el Camino de Santiago. ¿Cómo negarme? Vamos allá.
Nada más conseguir aparcar el automóvil, aquello estaba muy concurrido, subimos hasta el albergue de peregrinos. Al completo aquella tarde de sábado, pocos bicigrinos sin embargo. En fin, que pude mostrarle a José Carlos el edificio y su funcionamiento; por si un día se le ocurre hacer el Camino.
La localidad estaba muy concurrida, bares y tiendas a tope de turistas. Cincuenta euros por una litera era el precio común para el que quisiera dormir en horizontal. Mucha animación es cierto; ha cambiado esto bastante desde que lo conocí en el año 1999.
A las siete de la tarde seguían llegando mochileros desde el Valle del Valcarcel, ¡Ultreya e Susseya!
Por supuesto entramos en el santuario, pues José Carlos mostraba mucho interés y también dimos una vuelta por el merendero que hay detrás del templo. No hacía frío, cosa rara en este lugar, y la tarde animaba a caminar.
Para mí lo más interesante fue observar el trabajo de techado de unas casas; unos artesanos estupendos ciertamente, intentando mantener esas costumbres que tal vez provengan de los tiempos de los Celtas.
Con el automóvil nos desplazamos rápidamente hasta el Alto de San Roque y pudimos hacernos unas fotografías al pie del Monumento al Peregrino.
De regreso a Piedrafita del Cebrero paramos un rato en un delicioso lugar: a fonte do Chao da Poza, o algo así se llama. Un lugar ideal para disfrutar de la tarde, especialmente en las tardes calurosas de este verano interminable.
Y bien, ¡hasta la próxima Cebrero amigo! Por cierto, y sin ánimo de polémica alguna, mi idea actual es que su curioso nombre (en gallego Cebreiro) proviene como recuerdo de don Febreiro, conde suevo de los tiempos del rey Miro Arias, que fue señor de vidas y tierras bercianas en los últimos años del reino germánico, Suevia, hasta que la imparable caballería visigoda de don Leovigildo terminó con aquel sueño, y reino. Febreiro sería mestizo de suevo e hispano, un hispano-alamán seguramente y por ello utilizaba un nombre romanizado.
¿Volveremos?Daniel Paniagua Díez