Jesús es un sevillano humilde y bienhumorado, curioso y observador. Más allá de todo lo que puedo compartir con él durante las pocas semanas que ha decidido dejarse caer por Nueva York, y haciendo caso omiso de mis consejos de que se quede unos meses más por este lugar en el que el frío ha decidido finalmente hacer acto de presencia, Jesús le regala a mis ojos algunas de las mejores y más originales impresiones del Nueva York ilustrado. O al menos las compuestas por las manos de otro españolito más, de los que vienen al mundo (neoyorquino) y al que, como decía el poeta, espero que le guarde dios.
Con ayuda divina o sin ella, el artista vuelve pronto a casa, y se lleva sus pequeñas obras de arte en la mochila. Quizá pronto encuentren nuevo dueño, porque el Nueva York ilustrado, el que han visto sus ojos y diseñado sus manos, también está en venta. Esas manos también se mueven al ritmo del rap, de su propio rap. Pero esa, amigo mío, esa es otra historia.