Una vez más, Bangui, la capital de la República Centroafricana, vuelve a vivir días de violencia y de incertidumbre. Tanto, que incluso el Papa Francisco dejó planear la duda sobre si mantendrá su visita al país los próximos 29 y 30 de noviembre. Durante su alocución del día de Todos los Santos, dijo que “esperaba visitar el país”, un verbo que hizo que algunos lo interpretaran como un punto interrogativo. Esperemos, de todos modos, que no ocurra esto, ya que todos aquí –cristianos y musulmanes- tienen unos deseos enormes de que llegue para proclamar la paz y la reconciliación. “Si no lo hace él, no hay nadie más que pueda hacerlo”, me dijo hace pocos días un destacado líder musulmán de la capital.
La última oleada de violencia comenzó el lunes 26 de octubre. Varios miembros de una delegación de la Union pour la Paix en Centrafrique (UPC), una de las facciones de la Seleka, que habían venido a Bangui para participar en consultas con la presidenta, fueron atacados en el barrio de Combattant, probablemente por milicianos anti-balaka, que luchan contra la Seleka. Uno fue herido de gravedad, otro consiguió escapar y otros dos fueron secuestrados y desde entonces se da por hecho que han sido asesinados. Cuando la noticia llegó al enclave musulmán conocido como Kilómetro Cinco, la tensión subió y al día siguiente tres comerciantes cristianos venidos de un barrio del sur que se encontraban allí fueron asesinados como venganza.
A partir de ahí, la violencia se desató de forma ciega. El jueves 29, dos jóvenes musulmanes que conducían motos-taxis fueron lapidados por una multitud en un barrio vecino de mayoría cristiana, y el mismo día las milicias musulmanas del Kilómetro Cinco entraron a sangre y a fuego en los barrios vecinos de Fátima y Catin. Los ataques duraron cuatro días y en el momento en que escribo estas líneas, lunes 2 de noviembre, parece que hay una relativa calma que no se sabe si durará o si será un espejismo. En realidad, estas llamadas “milicias musulmanas” son un grupo satélite de la facción más radical de la Seleka, llamada Frente Popular para el Renacimiento de Centroáfrica (FPRC), liderada por el temido señor de la guerra Nouredinne Adam. Muchos musulmanes del Kilómetro Cinco aseguran que se trata de una minoría que les mantiene a todos como rehenes e impone su voluntad como una mafia.
Durante cuatro interminables días, estas milicias han incendiado muchas casas en los barrios cristianos y han intentado atacar la iglesia de Fátima, donde los misioneros combonianos que la llevan adelante han dado refugio a cientos de atemorizadas personas que se han cobijado allí. Los militares burundeses de la MINUSCA seguramente han evitado que el ataque pudiera llegar a la misma iglesia.
A pesar de todo, nadie desea que la visita del Papa se cancele y todos esperamos que estos días de violencia sean pasajeros y no vayan a más. De momento, por lo menos, se ha evitado que los incidentes se desborden por toda la ciudad y se han quedado confinados a la zona de los barrios vecinos al Kilómetro Cinco.