Son fáciles de reconocer, mariposas enteras, brillantes, de colores vivos y con abundante pruinosidad anaranjada recubriendo su cuerpo. Se cree que es precisamente la necesidad de las hembras de encontrar las plantas donde poner los huevos lo que impulsa las migraciones de la cardera.
Una vez que han nacido se han puesto a la tarea de alimentarse con fruición, hoy pude localizar tres de estos ejemplares nuevos en un prado de la zona de La Magdalena, en Antromero, libando sobre flores de centaura. Es muy posible que varias de estas mariposas inicien una nueva fase migratoria del ciclo vital de esta especie, que les puede llevar tan al norte como la península escandinava. Algunas puede que permanezcan por aquí. En todo caso, se reproducirán para producir una nueva generación que será la que emigre al sur con la llegada del otoño.
Junto a estas carderas nuevas aún se puede observar alguna de las viejas que llegó en primavera, ya con los colores marchitos, desgastadas y en algunos casos tan sumamente rotas que parece imposible que aún puedan aguantar. En la misma zona de La Magdalena y alimentándose junto a las neonatas pude localizar una de estas veteranas que, incluso, podría ser su madre. En todo caso, le quedan pocos días de vida, pero su papel dentro del ciclo vital de la especie se ha cumplido.