Un nuevo estudio del Australian and New Zealand Journal of Gynaecology publicado la semana pasada arroja nuevos datos sobre los efectos de esta droga, analizando mujeres embarazadas primerizas y a término de New South Wales (Sydney, Australia) entre los años 1998 y 2008.
Además de ver un aumento del 24% en el uso de oxitocina sintética en la ciudad en el periodo estudiado, su uso se vio acompañado de un uso tres veces mayor de analgesia local, un mayor número de partos instrumentales y el doble de cesáreas.
Parece que los resultados muestran perfectamente la secuencia lógica que se sucede al administrar oxitocina sintética en el parto: éste se acelera provocando contracciones más frecuentes y fuertes que la madre difícilmente puede soportar. Entonces, es común que pida algún tipo de analgésico para aliviar el dolor. Los analgésicos dificultan que la madre tome una parte activa en su parto, no sabiendo cuándo debe pujar, lo que deriva en un mayor intervencionismo que en algunos casos, puede terminar en cesárea.
A pesar de esta evidencia y de que incluso la OMS califica el uso de la oxitocina sintética como una intervención mayor y que solo debe utilizarse bajo indicación válida por los riesgos que conlleva (rotura intrauterina, mayor dolor para la mujer y sufrimiento fetal agudo, entre otros), en España se sigue considerando como una práctica rutinaria, sin tener en cuenta que en un parto normal o de bajo riesgo no es necesario su uso.
Para saber más sobre la oxitocina: El nacimiento en la era de plástico, de Michel Odent.