Junio es época de lluvias en Ciudad de México (CDMX). La lluvia cae delicada, generalmente al atardecer. Por momentos fugaces, con carácter, clarea el aire. Esas gotas son un espejismo que parece aplastar la contaminación. La oprime sobre el asfalto haciéndonos creer que el aire es más limpio y menos seco, y la temperatura más baja. También parecen evaporarse las desigualdades y la pandemia. En cambio, cuando para, todo lentamente vuelve a adquirir relieve. Nosotros, caminamos por sus calles, sorprendidos por este verano que no se parece al que nos imaginamos al viajar.
En la inabarcable ciudad, hicimos base en Nuevo Polanco, un desarrollo urbanístico que transformó superficies históricamente industriales. Hoy está poblada de rascacielos, que por el cambio de hábitos que trajo la pandemia están semivacíos. También por estar en construcción o recién construidos y no encontrar inversores ni inquilinos en un mercado inmobiliario desconcertado. Si bien los centros comerciales (Miyana, Antara Fashion Mall y Plaza Carso) dominan buena parte de la escena enlazando a las torres e imprimiendo ritmo y movimiento, me detendré en lo que me resultó más singular: el Parque Lineal del Ferrocarril de Cuernavaca y el Museo Soumaya que con su nombre homenajea a Soumaya Domit quien fuera esposa de Carlos Slim fallecida en 1999. Se erigió sobre los restos de lo que fuera la Fábrica de Papel de Loreto y Peña Pobre destruida por un incendio en los años ochenta.
Muchas veces caminamos por el Parque Lineal, era paso obligado para nosotros. Disfrutamos de sus senderos, sus ciclovías y del cobijo de su forestación joven cuando lloviznaba. Es bastante intuitivo expandir la caminata sobre las vías y sacar fotos con distintos ángulos del Museo que parece custodiarlo todo. Cualquiera diría que no circulan trenes y que estamos ante una puesta en valor de la zona, al estilo del High Line de Nueva York (alguna vez pasó por el blog, dejo al final el link). Sin embargo, más de una vez hemos escuchado, desde nuestro departamento en el edificio que balconeaba a las vías, el sonido voluminoso, inequívoco del tren elevándose hasta nuestra ventana. Por lo tanto, no me animo a sacar ninguna conclusión excepto la que me surge al recordarlo: qué lindo espacio urbano se abre paso por un kilómetro y medio entre los edificios constituyendo un bosque urbano cuya vista aérea imagino se asemeja a un río verde.
Imposible que la silueta del Museo pase inadvertida. Juega a las escondidas con nosotros, aparece y desaparece según serpentea el sendero del Parque. Ni bien divisé a la distancia algunas de sus curvas de acero pensé: “Gehry”. Investigando supe que, si bien el arquitecto del Soumaya de Plaza Carso fue el mexicano Fernando Romero, Frank Gehry fue uno de sus asesores. Sin dudas dejó su impronta. Esas curvas livianas y contundentes me remitieron al Pabellón Jay Prizker en el Millenium Park en Chicago, el MIT Stata Center en Boston, o la Casa Danzante en Praga (la mayoría comentados en post previos, dejo los links abajo). Sus formas elegantes son producto del ensamble de dieciséis mil módulos hexagonales que se acercan, pero no se tocan entre sí. Juntas componen una torsión impensable para materiales sólidos. Se percibe grácil y liviano a pesar de sus naturales vigas que sostienen la estructura y sus cuarenta y seis metros de altura cuya única abertura es la puerta de acceso. A pesar de los rasgos históricos de la ciudad identificados con la cultura prehispánica y colonial, el Museo Soumaya de la Fundación Carlos Slim es el lugar donde muchos mexicanos eligen retratar sus momentos inolvidables. Por estos días, grupos de estudiantes recién graduados luciendo sus togas posaban con el ícono arquitectónico detrás. Es un imán para la cámara.
También es justo decir que el Museo no es sólo un edificio espectacular. Ha recibido desde su inauguración en 2011 ya a más de cinco millones de visitantes ubicándolo como el museo privado más visitado del mundo. Eso habla de su colección de arte increíblemente rica y diversa. Su acervo se distribuye en seis plantas. Aconsejo subir en ascensor hasta el último piso (Sala Julián y Linda Slim, donde se exhibe la exposición permanente denominada “La Era de Rodin”) e ir recorriéndolo hacia abajo para ver lo mejor de la colección sin la fatiga del ascenso por la rampa interior. Mis obras preferidas fueron:
El Vals, Camille Claudel, 1895. Fue expuesta en la Sociedad Nacional de Bellas Artes en París y fue censurada por su fuerza erótica que era menos admisible aún por haber sido esculpida por una mujer. Camille tuvo que resignarse a cubrir el desnudo femenino con la cascada de tela, fabulosamente concebida que se pliega y adquiere relieve por debajo de su cintura. Nótese que el hombre está completamente desnudo. Él sí ….
Las Conversadoras, Camille Claudel, 1905. Es también conocida como Las chismosas o La confidencia. Logra retratar vívidamente, en una pequeña pieza de mármol blanco, la intimidad de cuatro mujeres, una hablando, y las otras tres escuchando atentas.
María Magadalena como La Melancolía, de Artemisia Gentileschi, fue pintada entre 1622 y 1625. Artemisia fue la primera mujer en ingresar en la Accademia del Disegno (Academia del Dibujo) de Florencia y esta obra me conmovió muy especialmente por la luz con la que logra transmitir el agotamiento que sigue al llanto prolongado. A mí me remitió más a angustia que a melancolía.
El petróleo, la tierra como el agua, y la industria nos pertenece, David Alfaro Siqueiros, 1959. En sus tres metros de alto y ocho de ancho despliega la potencia que caracteriza a Siqueiros, uno de los tres grandes muralistas de México (los otros dos son Diego Rivera y Clemente Orozco). Es pura fuerza. Cuando pasé frente a ella no pude evitar sentarme a observarla detenidamente. Mi cabeza se conectó con Berni y su Manifestación de 1934 que está en el Malba.
Acervo completo de Gibran Kahlil Gibran. Reúne todos sus manuscritos, borradores, óleos, dibujos, libros, fotografías. Dicen que el sueño del libanés era que se exhiban en algún museo y fue en 2007 cuando sus herederos confiaron en la Fundación para su exhibición. Me soprendió porque siempre pensé en Gibran como escritor y me encontré con un artista plástico fenomenal.
Ecléctica selección, ¿no es cierto? Como el mismísimo viaje: El verano lució otoñal, los requisitos migratorios caleidoscópicos, la duración más prolongada por reveses que la pandemia nos tenia reservados, las idas a supermercados y farmacias más frecuentes que los paseos y, muchos de los paseos, con toques infantiles para disfrutar con nuestro nieto: Bosque de Chapultepec, curiosas Plazas entre los rascacielos, Acuario Inbursa, Museo de Historia Natural ... Variadito!
El Lago Restaurante. Bosque de Chapultepec.
Post anteriores donde comenté, entre otras cosas, la obra de Gehry:
Chicago https://alejandranaughton.blogspot.com/2014/08/chicago-mucho-mas-que-un-musical-celebre.html
Boston https://alejandranaughton.blogspot.com/2012/10/boston-ii-finale.html?view=mosaic
Post sobre el High Line de Nueva York:
http://alejandranaughton.blogspot.com/2019/07/entre-el-whitney-y-hudson-yards-el-high.html?q=high+line&view=magazine