En la actualidad, los consumidores de vino no tienen un perfil único. Beber vino se ha convertido en un rito que se vincula a eventos muy diferentes y a personas con profesiones, edades y culturas muy dispares.
Pensando en estos nuevos consumidores (que algunos entendidos llaman comunidad amante del vino) las bodegas amplían su oferta dando cabida a una amplia variedad de nuevos vinos, con precios muy diferentes y procesos de elaboración claramente distanciados.
En este sentido, los productores tienen como principal objetivo llegar a la gente más joven. Hombres y mujeres que se incorporan al consumo de bebidas y que buscan alternativas a la cerveza o a las bebidas espirituosas. Para ello, además de diseñar campañas con nuevos soportes, se promocionan valores vinculados al vino.
Así, en los últimos años, hemos podido comprobar cómo se ha potenciado la denominada “cultura del vino” o cómo se han desarrollado propuestas de turismo alternativo (cultural o gastronómico) vinculados a la historia del vino en las diferentes zonas productoras de España. Valores que hacen que el consumo del vino cobre una nueva dimensión, más cercana a los integrantes más jóvenes de la sociedad. Un valor añadido también está siendo el que exista calidad y distinción en el contenido de la botella y también en el continente. Apostando por botellas con etiquetas sugerentes, artísticas. Botellas especiales en todos los sentidos para acompañarnos en los momentos más importantes.