- Hola Julieta. ¿Acá se dictan clases de arte?
- Así es… ¿estás interesado? Vení, subamos que acá hace mucho frío.
¿Y por qué no? Ya estaba ahí. Pero, ¿qué le digo? ‘Mirá, hace unos días casi rompo la cabeza de una de tus alumnas con un libro que arrojé desde un piso 23 en un arrebato de angustia caprichosa. Pero ahí no termina, luego de una serie de coincidencias que cualquier persona en su sano juicio ignoraría, altero a diario mi rumbo a casa con la expectativa de cruzármela en la calle una vez más’. Ni en pedo. Con esa cara de “no me jodas” que tiene, me devuelve a calle.
A menos que le gusten las historias de amor, sea una ilusa parecida a mí y se cope en ayudarme… No lo veo. Si estuviera de mi lado todavía, pero las minas celan todo. Cualquier excusa le va a venir bien para boicotear mis planes. Tal vez si lo disimulara un poco… pero no tiene sentido.
- ¿Mate, té o café?
- Tomo lo que vos tomes.
- Bueno “chico sin nombre”, ¿a qué viniste? Lo tuyo no es la pintura, eso está claro.
- ¡Epa! ¿Y eso? Sorry, me llamo Andrés. ¿Tanto se nota?
- Se nota. Tenés cara de sorpresa hasta cuando mirás los pinceles. Recorriste el atelier y solo observaste las cosas menos relativas al taller. Este no es tu hábitat, estás buscando otra cosa. ¿Qué es?
- ¡Qué agilidad! No se te escapa nada, ¿no?
- No siempre. Igualmente esto es diferente. Hace unos días cayó un pibe a la noche. Raro. Y más allá que los veo muy diferentes, los dos tienen el ojo enfocado en algo más. No estaba segura, el flaco ya sabe dibujar. Pero ahora que apareciste vos, que ambos tienen más o menos la misma edad… Que aparecen de improvisto en horarios inusuales y la dispersión aparente, no me quedan dudas. Conozco mi taller, reconozco cuando alguien viene a tomar clases, a interiorizarse por el arte. Y te digo más, me animo a arriesgar por dónde viene.
- Me sorprendés.
- Si estás acá por el motivo que presumo, te voy a decir una sola cosa: ¡Alejate de esta chica!
- Sin palabras... ¿Cómo puede ser? ¿Te das cuenta la curiosidad que provoca lo que me estás diciendo?
- No debería decirte nada. Pero pareces un buen flaco. Y por más que tu amigo se merece tomar unas clases para soltar un poco esa mano, te recomiendo que confíes en mí y te evites un disgusto.
- ¿Qué puede ser tan grave? ¿Está casada?, no entiendo.
- Y no vas a entender…
Mente en blanco. Muy segura, demasiado. Tanta percepción me perturbaba un poco. Debo alejarme, lo sé. Esta mina no se equivoca. La forma lo dice todo. ¿Es una prueba?
- Juli, ayudame.
- Andrés, basta. Ya te explique… hasta acá llegan mis consejos. No me comprometas.
- ¿No te parece un poco tarde para eso?
- Fijate justo ahí, en esa pared. Vas a ver que hay una foto de todo el grupo de la noche. La segunda desde la izquierda en la fila de arriba es Pilar. ¿Ella es tu problema, no?
Era ella. Pero sin gafas esta vez. Esta historia toma cada vez más forma. ¿Un breve acto al azar puede conducirme hacia una persona que teóricamente no debo conocer? Es incoherente. Puedo evitar exponerme a situaciones que fomentan mi tendencia, pero en este caso la historia está tomando contacto conmigo.
- Ella es mi problema. Y, por primera vez, me siento el menos original del mundo. ¿Cómo caí en una trampa tan obvia? No lo entiendo, te juro que no me cierra. Explicame por favor. Ayudame a entender. ¿Por qué no soy el único? ¿Qué tiene esta mina? Y más importante aún, ¿siempre tiene el mismo desenlace para los concursantes?
- Ey pará, pará, muchas preguntas. Tranquilizate. Me parece que es hora de cortar esto acá. Este día de la semana lo reservo para mí y la pintura. No tengo ganas de meterme en estos temas. En serio. Solo quise aconsejarte con buena onda, así que si no te molesta, preferiría quedarme sola.
- Juli, perdóname. Dejame explicarte algo y no te molesto más. Último mate, te lo prometo.
- Ok, dale. Pero apurate. ¿Qué me querés decir?
- Tengo un inconveniente. Más bien, una dificultad con forma de trampa de la que no puedo escapar. Por un lado estoy yo, junto con toda esta necesidad de perseguir fantasías en mi vida. Seguir siendo un poco adolescente sin comprometerme mucho a nada. Continuar el paso liviano con no mucho más que una mochila en mis hombros. En el medio está Pilar. Un historia que viene como anillo al dedo. Que comienza con una introducción inesperada llena de señales perfectamente presentadas para el mejor adicto a los acertijos. Y del otro lado estás vos. Una alerta que indica “peligro, manténgase alejado”. Y además no estás sola. A tu lado también hay un sinfín de personas y motivos que me instigan a abandonar un estilo de vida que ya cumplió más de una década. ¿Cómo decidir entonces? ¿Debo confiar en los demás e ir en contra de lo que siento? ¿Por qué no me convenzo? ¿Por qué sigo sintiendo que detrás de mi forma hay una búsqueda en lugar de un temor? Me sobra, ¿sabés? Siento que hay tiempo, que no me tengo que apurar. Que voy bien, solo que el camino es más largo de lo que todos piensan. No hay que temer solo nadie tiene un mapa. Hay que seguir explorando hasta dibujar uno propio. Por ahora no necesito nada a cambio. Con solo seguir encontrando y contemplando aquello que expresa belleza es suficiente para mantener mi rumbo. Por más que muchas veces parece que me descuido. Que no estoy feliz o que me encuentro muy solo. No espero que sea fácil. No me gustan las cosas fáciles. Y la verdad es que me llenaste de curiosidades. Tiraste gasolina a un incendio. Pero te creo. Sonás sincera y segura. Y si me convences, que en definitiva fue tu primera intención, te haré caso. No por vos, sino porque por algo estás aquí delante. Por algo me encontré con vos y no con ella. Y así como soy fiel a las casualidades que me traen a tu taller, no dudaré en alterar mi curso si un nuevo signo evidencia un atentado contra mi bienestar. Lo prometo.
- Genial, me parece justo. Te escucho…
- Y a modo de intercambio, ya que estamos, decile a tu amigo que yo digo que tiene que venir a tomar clases. Sino no te ayudo más. ¿Ok?
- Empezá… Martín viene este Jueves.