Ser auténtico socialista implica también ser escrupulosamente honrado, anteponer siempre los intereses del pueblo a los propios y proteger a los débiles, utilizando la fuerza del Estado para potenciar la justicia, la libertad y el bien común.
El socialista que gobierna España, Pedro Sánchez, es en realidad lo opuesto a un socialista auténtico. Un tipo sin valores, corrupto, propagador de divisiones y odios, insensible al sufrimiento ajeno, egoísta, despreciado por su pueblo, enemigo de la Justicia y la libertad y habituado a anteponer su interés personal y su poder a todo lo demás nunca tendrá derecho a llamarse socialista.
He mantenido conversaciones y contactos de cierta intensidad con personajes como Fidel Castro, Daniel Ortega, Felipe González, Sandro Pertini, Bettino Craxi, Alfonso Guerra, Manuel Chaves, José Rodríguez de la Borbolla y otras decenas de teóricos socialistas destacados, desde jefes de gobierno, ministros y secretarios generales de partidos socialistas. Ninguno de ellos era socialista en realidad y todos, con mayor o menor intensidad, fueron ambiciosos, ególatras y borrachos de poder que se disfrazaron de socialismo sólo porque les convenía.
Conocí bien a Fidel Castro en Cuba, cuando fui director de la agencia de noticias EFE en La Habana (1975-77). Era un tipo brillante y cargado de magnetismo, fascinador y convincente, pero tan socialista como un caimán de los pantanos,
Fidel era admirador del general Franco y despreciaba a su pueblo, a los comunistas y a los rusos, que eran sus patrocinadores en los años setenta del pasado siglo. De socialista clásico no tenía nada. Le gustaban los lujos y decía que cuando un revolucionario toma el poder, jamás debe dejarlo. Pensaba lo mismo que Atila, Hitler, Stalin y otros tiranos, que sólo él tenía derecho a mandar.
Tengo tres carreras (Magisterio, Filosofía y Periodismo), un doctorado y he leído estanterías enteras de libros de filosofía y política, pero no soy capaz de encontrar diferencias notables entre Fidel Castro y Anastasio Somoza, al que también conocí siendo dictador en Nicaragua.
Somoza era más inculto y gris, pero ahí se acaban las diferencias: mismo desprecio al pueblo, idéntico gusto por el poder, obsesión por dominarlo todo, alma de tirano, etc.
Todos los socialistas que he conocido están cortados por la misma tijera: desprecio al pueblo, rechazo a la democracia, obsesión por el poder, escasez absoluta de ética y crueldad infinita, cuando se trata de defender sus privilegios.
Si no estuviera tan cansado publicaría mi octavo libro, que tengo casi completado, y lo llamaría “Franco y Fidel, vidas paralelas”. Demostraría que el socialista caribeño y el dictador gallego eran sorprendentemente parecidos en la concepción del poder.
Por supuesto que destacaría las diferencias en su gestión del poder. Franco hizo de España un país próspero y pujante, mientras que Fidel hizo de Cuba una pocilga con un pueblo hambriento y esclavizado.
No seria honrado si no dijera en este artículo que hubo en mi vida un socialista diferente, al único que puedo respetar: era el italiano Sandro Pertini, presidente de la República, ya fallecido.
Le dije que era el único socialista honrado que había conocido y le felicité , pero me respondió: “No lo crea. Tengo mis pecados. Soy demasiado viejo y eso quizás le produzca a usted ternura y le confunda".
Francisco Rubiales