[7/10] No es fácil acercarse a la muerte sin caer en la amargura nihilista, sin derivar hacia lo grueso y macabro, o sin empaparse de un humor negro que no supere el nivel más superficial. Uberto Pasolini lo consigue en “Nunca es demasiado tarde”, una historia triste y extravagante en apariencia, pero positiva y esperanzada en el fondo. De alguna manera, el director italiano es capaz de convertir un lúgubre funeral sin familiares en una auténtica fiesta de humanidad, y de hacerlo desde el minimalismo y la contención, sin aspavientos ni reclamos sentimentales, con una mirada profunda y sensible. El protagonista es John May, encargado en el ayuntamiento de organizar el entierro de aquellos que mueren sin conocidos ni parientes. John es un hombre gris y solitario, metódico y minucioso hasta la obsesión, perfeccionista y rutinario hasta la saciedad. Pero todo cambia cuando le comunican que va a ser despedido por recortes en la administración, y entonces solo le permiten terminar con el caso que tiene entre manos.
Los primeros planos nos dan el toque cómico y lacónico, un tanto original y excéntrico, de la historia y del personaje. La repetición de lugares y de situaciones anodinas, la planificación áspera y seca, el melancólico rostro de Eddie Marsan que se mueve entre el aburrimiento y la compasión… todo nos introduce en el mundo de un funcionario de misterioso pasado, dedicado en cuerpo y alma a organizar el último adiós de los desamparados. La mirada de Marsan/May tiene un punto de frialdad pero también otro de ternura, es perpleja y sobria para relacionarse más allá de la cortesía funcionarial, y un tanto opaca y críptica para mostrar su alma y su pasado. Su mérito -y el de Pasolini- está en que atisbemos detrás una vida difícil y de soledad, un deseo de entrar en contacto con otros… aunque sean muertos, una necesidad de afecto que parece encontrar salida en Kelly Stoke. Sería interesante elucubrar por qué dice que le gusta ese trabajo, qué aprende de la vida de su último muerto -Billy Stoke- como para quererle imitar en el suceso del cinturón.
En cualquier caso, John May es un coleccionista de soledades muy particular y ciertamente enigmático, que alimenta la suya con fotografías que parecen darle la vida que no tiene, que trabaja a conciencia… primero por perfeccionismo y después por sentimiento, en una evolución recogida con delicadeza y mostrada con enorme sutilidad por el director. En esa línea, el desenlace es la verdadera joya a la corona, momento pleno de humanidad y de trascendencia, auténtico espejo de una vida que encuentra su reconocimiento con la misma discreción con la que pasó por la Tierra. Por eso, la austeridad de Marsan y el minimalismo de May exigen un espectador paciente y sensible al mundo interior, porque esos cadáveres han tenido mucha vida y aún tienen cosas que decirnos si uno está dispuesto a escucharles, porque “nunca es demasiado tarde”… para recibir el último adiós.
Calificación: 7/10
En las imágenes: Fotogramas de “Nunca es demasiado tarde”, película distribuida en España por A Contracorriente Films © 2014 Redwave Films, Embargo Films. Todos los derechos reservados.
Publicado el 24 noviembre, 2014 | Categoría: 7/10, Año 2014, Críticas, Drama, Gran Bretaña, Italia
Etiquetas: Eddie Marsan, muerte, Nunca es demasiado tarde, soledad, Uberto Pasolini