Nunca hables con extraños... I

Por Mamaenalemania

Prometí escribir este post hace un tiempo, a raíz de uno que escribió Belén.


Como será bastante largo, lo dividiré en varios que iré colgando poco a poco.
Quería hablar de un libro que me gustó mucho y me pareció, además y sobre todo, muy útil. Se trata de “Protecting the Gift. Keeping Children and Teenagers Safe (and Parents Sane)” de Gavin de Becker.


El autor es un conocidísimo y valoradísimo experto en seguridad, cuyo primer libro sobre el tema “The Gift of Fear (and other survival signals that protect us from violence)” ( y que existe en español) fue un éxito total (recomendado además por todo tipo de expertos y fuerzas de la ley, incluído el FBI).


El autor parte en sus dos libros de una premisa: Que el miedo es un regalo de la naturaleza. Forma parte de uno de nuestros instintos más importantes, el de supervivencia, y cuando somos madres/padres, ese instinto se enfoca también hacia nuestros hijos para protegerlos.


Cuando habla de “miedo”, de Becker no se refiere al miedo que podemos sentir viendo una película de terror, del pánico que paraliza y, por supuesto, de la preocupación constante. Todo lo contrario. Para él, el miedo de verdad, el que hay que cuidar y al que hay que escuchar, es aquel que aparece cuando de verdad se necesita, cuando algo no va bien y tenemos que reaccionar rápido, sin pensar demasiado y acertando en nuestras decisiones. El libro está plagado de historias reales. Algunas acaban bien, otras no, otras podrían haber acabado mejor y otras todavía peor.


Lo primero que hay que reconocer es que la violencia es parte de la humanidad. Y que TODO el mundo puede ser violento, o incluso querer serlo. Pregúntale a la mujer más dulce y pacífica del mundo si sería capaz de matar. Te dirá que no… pero si esperas lo suficiente añadirá SIEMPRE “bueno, claro, a no ser que alguien intente hacer daño a mis hijos”. Las historias más curiosas dentro del libro, son aquellas en las que mujeres solas con sus hijos pequeños han sido atacadas por hombres más fuertes… Adivinad quién salió peor parado? Pues él, casi siempre. Y su error: atacar a una mujer con sus hijos, porque sacará recursos de donde no parecía haberlos y estará dispuesta a matar si hace falta. Si la mujer hubiese estado sola, en cambio, probablemente hubiese sido victimizada.


La seguridad que necesitamos, en la que debemos confiar, no se aprende en los libros, sino que nosotros ya tenemos en nosotros mismos la capacidad para protegernos porque tenemos INTUICIÓN.


La intuición es saber sin saber por qué, saber incluso sin ver la evidencia. Es rápida, porque forma parte del instinto de supervivencia y este, cuando se le necesita, no se anda con tonterías, sino que intenta actuar de la forma más rápida y eficaz posible.


La intuición no ha de confundirse con la preocupación. De hecho, son antagónicas y esta última suele interferir de mala manera en los objetivos de la primera. La intuición no nos mantiene constantemente en estado de alerta contra todo el mundo, incluye o invita a mucha más gente en nuestras vidas de lo que excluye. A cualquier sitio al que vamos, con cualquier extraño con el que hablamos (dependientes, camareros…etc.), la intuición hace una evaluación automática de esas personas.

Normalmente no pensamos de todos y cada uno “Este me quiere violar”, a qué no? Así que cuando alguien nos produce malestar, nos hace sentir incómodos o nos “da mal rollo” es por algo. Nos llama más la atención este sentimiento precisamente porque no estamos acostumbrados a él, la mayoría de las veces con la mayoría de la gente nos sentimos a gusto. Y siempre siempre siempre que alguien nos decepciona, que alguien resulta ser el malo o nos ha hecho algo malo se suele decir “me doy cuenta ahora, pero entonces no lo percibí”… No señor, si está en tu cabeza ahora, clasificado como algo “raro”, lo estaba entonces también.


Como nuestra sociedad glorifica el pensamiento lógico y racional, a más educación, menos confianza en la intuición. La gente en general piensa que no puede predecir comportamientos. Pero qué hacemos entonces mientras conducimos, por ejemplo? Si no pudiésemos predecir, con determinados signos que reconocemos (la cara de duda del del coche de al lado, la conducción insegura del de delante…etc.), tendríamos accidentes todos los días. Y así con todo. Lo que pasa es que la mayoría de todas nuestras intuiciones son tan automáticas e inconscientes que no nos damos cuenta de ellas.


Y cuando no son inconscientes, no da vergüenza reconocer que hemos actuado por una sensación indescriptible, por algo que no nos gusta de esa persona…etc. Y, aquí viene un mito desmontado, mucha gente le “echa la culpa” al perro: fíjate el perro que listo, que no le gustaba desde el principio. Pues esto, por lo visto, no es verdad. El experto en leer a los demás eres tú. Y el perro es un experto leyéndote a ti. Al perro no le gusta quien, en el fondo, no te gusta a ti tampoco, aunque pienses “pero si es un encanto… es de la familia… cómo puedo pensar eso de un niño de 10 años? Qué tontería!”.


Os imagináis a un animal, en plena naturaleza, con un depredador delante, PENSANDO “pero si es un encanto… si es de la familia… cómo puedo pensar eso de él?”. A que no?
Y, como dice el autor, no hay mayor favor que le pueda hacer un padre a un depredador humano, que invertir su tiempo PENSANDO en vez de actuando.


“In parenting, as in physics, everything we give energy to takes energy from something else. Thus, needless worry has several costs.”


Más claro agua, no?


El verdadero miedo es un regalo que avisa en momentos de peligro. Por lo tanto, está basado en algo que percibimos en nuestro entorno o circunstancias.


La preocupación es algo que creamos, una elección. El miedo es algo involuntario: vendrá y nos llamará la atención cuando sea necesario. Pero si un padre o un hijo siente miedo constantemente (a.k.a. se preocupa por todo), no quedará señal para cuando sea necesaria.


Si confiamos en nuestras intuiciones, sabremos que nos llamarán la atención cuando sea necesario. Por lo tanto, confiar en ellas es lo contrario de vivir con miedo.


Un buen ejercicio cuando estamos preocupados por algo es preguntarse: “What am I choosing not to see right now?” Las preocupaciones pueden estar distrayéndonos de algo importante: Preocuparnos por el pederasta que hemos visto arrestado por la tele a pesar de saber quién es, cómo es y dónde está y al mismo tiempo no darnos cuenta o no hacer caso de ese pequeño malestar que sentimos con el vecino adolescente que se empeña en jugar con nuestro hijo pequeño constantemente (pero claro, qué tontería, si sus padres son encantadores, si es un niño (los pederastas empiezan a hacer de las suyas cuando son preadolescentes, por cierto) blablabla).