Las nueve de la mañana. Llego tarde a clase. Como cada mañana mi despertador sigue sin sonar con el suficiente volumen para despertarme, ¿o quizá sea culpa de mi sueño profundo? La verdad prefiero culpar al despertador para no tener que asumir que soy un perezoso. Así soy yo, incapaz de asumir ninguna responsabilidad, tampoco de comprometerme con nada que requiera un poquito de esfuerzo, incluso si se trata de algo que me estimula o que deseo con fervor me cuesta mover el trasero del asiento, aunque la verdad, en esta vida solo hay dos cosas que me estimulan: los videojuegos y Ainhoa, aunque de buena gana vendía todas mis consolas por saber que se siente al tocar su piel o aspirar el aroma de su pelo, pero las posibilidades de que eso pase son las mismas que las de encontrar un planeta a años luz del nuestro con habitantes de cinco metros de altura y que expulsen fuego por la boca, pero bueno ahora lo único que me importa es vestirme cuanto antes para llegar lo menos tarde posible.
Como habéis podido observar aparte de perezoso también soy cursi. Lo tengo todo, o eso dice mi madre: “hijo mío, eres el mejor hijo del mundo, y el más guapo, de mayor todas las chicas querrán estar contigo”. No sé si lo decía enserio o si lo decía porque las madres siempre ven a sus hijos como seres inmaculados que poseen una belleza y un espíritu que trasciende lo terrenal, lo que estaba claro es que estaba muy alejado de la realidad pues mi relación con las mujeres en dieciocho años ha tenido muchos altibajos, muchos más bajos que altos.
Son las nueve y diez cuando salgo de casa para irme a clase de Fundamentos del Derecho Público, la asignatura que peor llevo, bueno en realidad no llevo bien ninguna, pero es que en esta la profesora me tiene manía porque en las últimas tres clases me ha hecho preguntas sobre el tema que está explicando delante de todo el mundo, siendo consciente de que no iba a saber responderlas correctamente, la única explicación que he encontrado ante tales ofensivas es que me ha cogido “pelusilla”. Pero hoy voy preparado, me he repasado el tema que estamos dando al detalle, tanto lo que ya ha explicado como lo que falta por explicar, por si acaso. Aunque lo que más ilusión me hace de ir a clase es ver a Ainhoa, y digo ver porque todavía no me he atrevido a hablar con ella, el solo hecho de tenerla delante me hace temblar.
Llevaba un rato andando y sumido en mis pensamientos cuando oigo una voz que me llama detrás de mi…
-¡Arturo! –dijo la voz.
-Ah hola Quique, ¿qué tal?
-Bien, con sueño pero bien. ¡¡¡Uuuuuuuuaaaaaaaagggggghhhhh!!! –bostezó ruidosamente abriendo su enorme boca.
Quique era el empollón de la clase, siempre era el que más nota sacaba en los exámenes y en los trabajos, si alguno tenía alguna duda sobre el temario, recurría a él. Se me hizo muy raro verlo llegar tarde a clase, siempre era puntual para poder sentarse en primera fila y tomar la mayor cantidad de información para elaborar sus apuntes.
-Qué raro que llegues tarde a clase –no pude evitar decirle.
-El despertador que no me ha sonado. Me he levantado de milagro –dijo al mismo tiempo que se escapaba otro bostezo, esta vez más silencioso.- ¿Vas a ir a la fiesta?
-La verdad todavía no lo sé, no voy muy sobrado de pasta.
Se me había olvidado por completo, la fiesta de Salvador, ese maldito evento del que todo el mundo hablaba en clase y al que yo no tenía nada de ganas de asistir. Salvador era el galán de la clase: alto, con los ojos verdes y pelo perfectamente peinado, y además de todo eso estaba forrado y tenía un cochazo. A la fiesta en principio estaba invitada toda la clase, y la verdad, no sé donde nos íbamos a meter casi ochenta personas para hacer una fiesta privada, que yo sepa Salvador no tiene una casa tan grande como para acoger a tantísima gente, y tampoco creo yo que haya sido tan tonto para alquilar un local él solo para todos nosotros, pero pensándolo bien estamos hablando de Salvador, si hay alguien capaz de hacer algo así es él, todo sea por destacar y hacerse el guay.
Aunque llegamos tarde a clase todavía no había llegado la profesora, y eso me alivia porque siempre hace algún comentario para que quede en evidencia delante de todos mi falta de autodisciplina, aunque ella no puede hablar muy alto porque siempre trae los pelos hechos un asco y la ropa mal combinada y nadie ha abierto la boca. Creo que simplemente hay personas que nunca conseguirán congeniar por más que lo intenten.
Mientras estoy sumergido en mis pensamientos me doy cuenta de que está todo el mundo murmurando y hablando agitadamente, más de lo normal, le pregunto a Quique que está pasando:
-La profe no ha venido tío –me lo dice con una cara que no sé si es de alegría o de tristeza.
-¡Escuchadme todos por favor! ¡Me gustaría hablar con vosotros de la fiesta de mañana y comentaros un par de cosas! –era Salvador el que hablaba, bueno en realidad berreaba con su voz de ogro. –Como todos sabéis estáis toda la clase invitada a mi fiesta que tendrá lugar en un local que he alquilado en el cruce de bolaños, en las afueras. Además se me ha ocurrido hacer una fiesta ibicenca, por lo tanto el que no vaya vestido de blanco no puede entrar, también decir que cada uno se compre su alcohol y sus vasos.
Vaya al final estaba equivocado, si es capaz de alquilar el local él solo para hacer ver todo el potencial económico de su papaíto, pero veamos el lado positivo de las cosas, vamos a ir a una fiesta donde nos lo vamos a pasar en grande y el único requisito es llevar nuestra bebida e ir vestido de color blanco, la verdad es que pinta bien. Mientras estoy pensando esto me doy cuenta de que ya tengo decidido que voy a ir a la fiesta, miro a mis amigos y les veo también la misma sonrisa en la cara, nos dedicamos todos una mirada cómplice, de esas con que hablan más que las palabras y nos dirigimos silenciosamente a la cafetería para planear la noche y hacer tiempo hasta la siguiente clase.
Mientras estoy disfrutando de la conversación y de mi bocata de bacon, queso y huevo, aparece Ainhoa y sus amigas y se sientan justo al lado nuestra para hacer lo mismo que nosotros, desayunar y planear. Llega un momento en el que las dos conversaciones empiezan a acompasarse y al final terminamos hablando todos juntos, yo empiezo a ponerme un poquito nervioso, tengo a Ainhoa sentada cerca de mí.
-¿Qué os parece si quedamos todos juntos en la parada del bus que hay enfrente del campus para ir a la fiesta? –dijo Carlos, dirigiéndose al grupo en general.
-¿Carlos estás seguro que deberías ir a la fiesta? Hay que entregar el trabajo de Introducción a la Criminología dentro de dos días, y tú ni siquiera has empezado, y no es corto precisamente –dijo Leire que siempre está pensando en los estudios.
-En dos días se habrán muerto millones de células de mi piel, tengo tiempo de sobra –todos reímos ante éste comentario.
En ese momento me percaté de que Ainhoa me estaba mirando fijamente a los ojos, ¿o está mirando el cartel que hay detrás de mí? No, me está mirando a mí. Le evito la mirada, me impone mucho, y no debería imponerme tanto al fin y al cabo es un ser humano igual que yo, no es un extraterrestre ni una amenaza, o un ser superior siempre en posesión de la verdad moral como se imagina mi mente. Tengo que hacer algo para que no note mi nerviosismo, y lo único que se me ocurre en esta situación es sostenerle la mirada fijamente como está haciendo ella, bien allá voy.
Nuestros ojos se cruzan durante unos instantes, pocos segundos que a mí me parecen eternos y que me han servido para darme cuenta de que nunca me había percibido sus ojos y su rostro como lo estoy haciendo ahora, tiene un iris de color verde oscuro y penetrante, unos párpados y un contorno de ojos grande que dotan a su mirada de una expresividad casi hipnotizante, su boca permanecía entreabierta, dejando al descubierto parte de sus dientes extremadamente blancos, sus labios eran de un rojo intenso y muy bien perfilados, sus mejillas eran de una tonalidad más rosácea que el resto de la cara, lo que le daba un toque infantil que contrastaba con el resto de su cara, la diminuta frente marcaba el nacimiento de su larga y frondosa melena color castaño intenso. Solo nos miramos unos pocos segundos, pero a mí me bastaron para darme cuenta que Ainhoa me gustaba más que cualquier otra chica que haya conocido nunca. Como veis ha vuelto a salirme mi vena cursi y sentimentaloide cuando pienso en Ainhoa. Creo que debería hacer algo de una vez, por lo menos dirigirle la palabra, algo que no he hecho nunca lejos de un simple “hola” cuando nos cruzamos en clase o en el pasillo, la cobardía no ha hecho nunca que el mundo avance, y los cobardes nunca llegan a ser feliz, realmente nunca llegan a ser nada. Además es algo normal entre compañeros de clase charlar entre nosotros de nuestras cosas, así que no sé, les preguntaré a todo el grupo en general que tienen pensado comprar para beber en la fiesta y así integrarme en la conversación.
-Arturo venga que nos vamos a comprar el ron y los refrescos al súper, y luego voy a ver si me pongo un rato con el trabajo –me dijo Carlos mientras me cogía del brazo para meterme prisa, cortándome mis pensamientos y mi tentativa de entablar conversación, de modo que lo único que puedo hacer ya es depedirme.
-Adiós… -dije mirando al grupo de chicas.
Íbamos andando camino del supermercado cuando me percaté del frío que hacía esa mañana, llevaba solo dos capas de ropa y una de ella era una camiseta de manga corta, el frío me invadía todo el cuerpo y lo único que quería era llegar al supermercado para entrar en calor y por lo menos sentir los dedos porque los tengo literalmente congelados.
El supermercado estaba abarrotado de gente, había que hacer un circuito de obstáculos para poder caminar, un señor gordo se chocó con Carlos que iba mirando el móvil y casi se cae al suelo, aunque lo más sorprendente es que en ningún momento levantó la cabeza de la pantalla. Por fin llegamos al pasillo de las bebidas alcohólicas, me sorprende que haya tanta variedad de estos líquidos y que todos te prometan sabores únicos e inigualables, sabores que a mi paladar le parecen todos iguales, al contrario que mis amigos que son capaces de diferenciar incluso entre bebidas de la misma marca matices que a mi se me escapan, vamos que no he nacido para ser sumiller. Después de unos diez minutos de discusión sobre cuál es la bebida que va a conseguir matarte más neuronas… perdón, de cuál es la bebida que va a conseguir que la fiesta sea más memorable terminan eligiendo ron del barato, como siempre, acompañado de refresco de cola, este por lo menos no es de marca blanca que sabe a rayos, y por supuesto también de nuestros respectivos vasos de plástico de un euro que siempre acaban rotos por ciencia infusa.
Nos ponemos en la cola detrás casualmente del señor gordo que se chocó con Carlos, llevaba únicamente un pack de seis latas de cerveza y una pizza congelada, de lo que se deduce que vive solo y que no tiene ni idea de cocinar, o simplemente no le apetece, ni lo sé ni me importa, lo que si sé es que voy a volver a sentir el frío penetrar por mi ropa en cuanto salga a la calle.
Mientras vamos caminando por la calle comenzamos a hablar de lo que vamos a hacer para pasárnoslo bien en la fiesta, uno de los planes era fulminar las botellas que nos hemos comprado cuanto antes para alcanzar “el puntillo”, ese estado en el que te sientes eufórico y un poco mareado pero te vuelves un ser mucho más sociable y con un sentido del ridículo por los suelos. También hablamos de lo presuntuoso que ha sido Salvador al alquilar el local él solo únicamente para demostrar todo el dinero que tiene su padre e intentar que todos le adoremos por ello, digo intentar porque en clase hay más gente que siente antipatía por él que al revés.
Por supuesto en una conversación como esta no podían faltar las chicas y enseguida se animaron todos a participar.
-Espero que vayan todas las chicas de la clase haber si consigo que caiga alguna –este era Quique de quien sospechábamos que no había salido con una chica en sus dieciocho años de existencia.
-A mí mientras vayan Leire y sus amigas me dan igual las demás –dijo Carlos que no se despegaba de la pantalla de su móvil ni para cruzar los pasos de peatones.
-Aunque admitámoslo la más guapa de la clase es Ainhoa con diferencia –dijo Quique con convencimiento.
En cuanto salió el nombre de Ainhoa, como por arte de magia se me olvidó todo el frío que estaba pasando en aquella mañana invernal, mi corazón comenzó incluso a acelerarse un poco cuando volví a acordarme de el momento en que se cruzaron nuestras miradas.
-Si la verdad es que Ainhoa está bastante bien –dije intentando atenuar el tono de mis palabras.
-Se nota que esa chica te gusta Arturito, cuando ella está delante te quedas callado y sin mover un músculo, como una estatua.
-Haber claro que me gusta como no me va a gustar –acabo de admitir que me gusta Ainhoa delante de mis amigos, aunque a decir verdad ellos lo sabían desde hace siglos.
-¿Y por qué no le dices algo? –dijo Quique.
-Sí aprovecha la fiesta y habla con ella, pero tampoco seas demasiado obvio, tienes que hacerlo con disimulo y ganarte primero a sus amigas –dijo Carlos levantando por fin la vista de la pantalla.
¿En serio me estaba dando Carlos consejos para ligar? ¿El tío que una vez le dijo a una chica si quería que le contara un cuento para que subiera a casa con él? Aunque a decir verdad lo que me acaba de decir no es tan descabellado, a decir verdad tiene su lógica pues si abordo a Ainhoa demasiado directamente puede que consiga el efecto contrario y espantarla, pero por otro lado si no le digo nada de nada al final me quedaré igual que antes o peor por pasar otro día siendo un maldito cobarde.
-Tío vas a tener que decirle algo, quizá te siga el rollo o quizá te diga que antes de estar contigo se rapa la cabeza y se hace monje budista, pero lo que está más que claro es que si no lo intentas nunca lo sabrás –dijo Carlos mirándome a los ojos.
Nos despedimos enfrente de mi edificio y quedamos a las diez de la noche en la parada del bus, Carlos dijo que ya avisaría él a las chicas y Quique se hacía cargo de la “mercancía”, me metí en el ascensor abrí la puerta del piso, entré y me puse a pensar en todas las cosas que habían sucedido esta mañana.
Nunca lo sabrás. Esa era la frase que más resonaba en mi cabeza, me la repetía una y otra vez como un mantra. Nunca lo sabrás, nunca lo sabrás, nunca lo sabrás. Si intento hablar con Ainhoa puedo conseguir algo o no, pero si no lo intento nunca lo sabré. En las historias de amor siempre que el chico se declara a la chica ésta le dice que sí, que llevaba enamorada de él mucho tiempo y que estaba esperando a que diera el paso, pero claro esto no es una historia de amor, esto es la vida real, en la vida real la gente tiene frustraciones, sueños que nunca se cumplieron, recuerdos felices, recuerdos que no, tiene secretos y su propia forma de ver la vida.
Llevo ya un buen rato tumbado en la cama y he llegado a una conclusión, voy a intentar enfrentarme a mis miedos y a seguir el consejo de Carlos y Quique, ya basta de vivir detrás de la barrera y a no perseguir lo que quiero, si me sale mal ¿realmente sería tan malo? Lo único que me llevaría sería un no de parte de Ainhoa, pero al menos podría decirme a mí mismo que lo he intentado, habría superado mis límites y eso es lo que hace fuerte a las personas, el no hacer nada sí, me ahorraría el batacazo, pero ese rechazo duraría unos pocos segundos mientras que el remordimiento de no hacerlo me duraría para siempre, ese amor que pudo ser y no fue.
Me levanto aún conversando conmigo mismo, y sigo con mi vida diaria hasta que llegue la hora de irse a la fiesta, esta mañana no tenía pensado asistir, pero ahora estoy deseando que llegue el momento de irme, ¿que pasaría si me quedara en casa y no intentara nada de lo que tengo pensado?, si nunca te enfrentas a tus miedos, nunca lo sabrás.
Estoy terminando de arreglarme, tengo que decir que la ropa de color blanco no me sienta del todo mal, hace un buen contraste con mi piel morena, hoy parece que mi pelo se ha disciplinado y he conseguido peinármelo de una manera decente, solo me falta echarme un poquito de perfume y estaré listo.
Suena el telefonillo, es Carlos el que contesta metiéndome prisa para que baje. Quique todavía no ha aparecido así que decidimos ir adelantándonos en dirección a la parada. Por el camino nos encontramos con Leire, Ainhoa y dos chicas más de clase, y nos vamos todos juntos, formando una pequeña marea blanca.
Para llegar a la parada solo debemos cruzar el paso de peatones en el que estamos esperando que se ponga el muñequito en verde, hay mucho tráfico esta noche lo que quiere decir que hoy la ciudad entera ha decidido salir de fiesta y pasárselo bien. De repente observo como Ainhoa está escribiendo un mensaje en su móvil y comienza a cruzar la calle con el semáforo en rojo mientras al mismo tiempo un coche viene a toda velocidad dirigiéndose directamente hacia ella. Fue un acto reflejo, estiré el brazo, agarré el suyo y tiré hacia atrás con todas mis fuerzas, haciendo que Ainhoa se tambaleara sobre sus tacones y casi se le cayera el móvil al suelo, cuando se estabilizó me dirigió una mirada con los ojos abiertos como platos.
-¡¡Pero tía estás ciega o qué!! ¡No ves que el semáforo está en rojo y que están pasando los coches y que te pueden llevar por delante! –todo esto lo dije sin pensar, dejándome llevar por el susto que me he llevado al ver como Ainhoa casi es atropellada delante de mis narices.
No dijo nada, se limitó a quedarse mirando mi cara unos instantes hasta que al final bajó la mirada y se dio la vuelta dándome la espalda. Los demás también se quedaron callados y mirándome con cara de no haberse dado cuenta de lo que había sucedido. Como nadie dijo nada yo tampoco consideré oportuno hacerlo, y una vez que el semáforo se puso en verde cruzamos la calle y nos pusimos a esperar el autobús. Cuando todos nos repusimos del susto les expliqué lo que había pasado y que lo olvidáramos, que esta noche el objetivo era divertirse.
-El que no se va a divertir hoy es Quique como no llegue ya –dijo Leire mirando a la calle por si Quique venía al mismo tiempo que ella hablaba.
-Es que dice que se está poniendo guapo y claro eso lleva mucho tiempo –todos reímos ante el comentario de Carlos.
-¿Qué es lo que lleva mucho tiempo? –Quique apareció por detrás nuestra y nos pilló a todos por sorpresa.
-Nada… la repoblación de árboles en el Amazonas que las mafias madereras se lo están cargando –dijo Carlos intentando sonar convincente.
Nos montamos en el autobús urbano que nos dejaría prácticamente al lado del lugar de la fiesta. Tardamos diez minutos en llegar, y cuando entramos vimos que ya había bastante gente comenzando a pasárselo en grande, así que nos llenamos nuestros respectivos vasos decididos a unirnos al gran grupo y reír y bailar hasta que el cuerpo aguante.
Ya eran las tres de la mañana, Quique y Carlos iban más contentos de la cuenta, pero lejos de ser una molestia me hacía gracia verlos así porque tenían unos diálogos muy cómicos y divertidos. Nos lo estábamos pasando muy bien cuando observé que Ainhoa estaba sentada rodeada de sus amigas en una silla con la mirada fija no se sabe dónde, y pensé que esa era mi oportunidad, le pediría disculpas si le hice daño en el brazo cuando la agarré y por la bronca que le eché, así tendría por lo menos tema de conversación. Les dije a Quique y a Carlos que ahora volvía, y los dejé bailando a los dos con el brazo sobre el cuello del otro.
-Hola.
-Ah, hola.
-Oye perdona si te hice daño en el brazo y por las voces que te di, pero me asusté cuando vi el coche dirigirse hacia ti.
-No te preocupes, no me molestó ninguna de las dos cosas –el ruido y la música eran tan altos que no la escuché bien.
-Perdona Ainhoa no te oigo bien, si quieres vamos fuera y seguimos hablando –tuve que hacer acopio de todo mi coraje para decir eso, pero sorprendentemente lo dije con mucho aplomo.
-Sí mejor que estoy agobiada de estar aquí –dijo levantándose y cogiendo su bolso.
-Enseguida volvemos –dije dirigiéndome a sus amigas que empezaron a cotillear entre ellas cuando comenzamos a alejarnos.
Fuera nos sentamos en un banco que había por allí cerca pero que estaba bien escondido, podríamos hablar sin que nadie nos espiara.
-Te había dicho que no me molestó que tiraras de mí ni que me riñeras. De hecho tengo que darte las gracias porque me salvaste la vida. Además nunca antes un chico me había hablado en ese tono, por eso te miré con cara de sorprendida.
-Yo solo te hablaría así en situaciones como aquella.
-Y así es como debe ser, normalmente los chicos se dedican a darme la razón en todo aun cuando les trate mal adrede. Llevo pensando desde que empezó el curso que tú eras diferente, y con ese gesto veo que no me equivocaba.
¿Hola? ¿Loterías y Apuestas del Estado? ¿Cuándo he echado un boleto donde el premio es tener a Ainhoa hablando a solas conmigo y diciéndome piropos? Bueno mejor prefiero no saberlo, solamente quiero disfrutar de este momento que llevo tanto tiempo esperando.
-Me alaga que me digas eso Ainhoa, siempre es agradable que una chica guapa diga cosas buenas de ti –el miedo ya es prácticamente inexistente, por fin he dejado la cobardía atrás.
-No soy tan guapa como crees, además no me conoces.
-Para mí sí lo eres, y tienes razón no te conozco, pero me gustaría descubrir por completo todo de ti porque tú también me llamaste la atención desde que empezó el curso.
Le gustó mi propuesta porque me dirigió una mirada coqueta y una risita pícara, y lo más importante, seguía allí hablando conmigo.
Ha llegado el momento, ese momento que tanto ansío y temo a la vez, la prueba de fuego que puede hacer que recuerde esta noche como la mejor de mi vida.
Empiezo a acercarme un poco dubitativo, durante un milisegundo vuelven a aparecer los fantasmas del miedo, pero los aparto de mí de una patada, veo como Ainhoa sigue en su posición, no se ha movido ni un centímetro para atrás, buena señal. Me estoy acercando cada vez más, y comienzo a percibir el olor de su perfume, un olor fresco y alegre, y empiezo también a oír su respiración, como se va intensificando, sigue sin moverse.
Ya estoy muy cerca, puedo decir que lo voy a conseguir con seguridad, incluso ya ha cerrado los ojos. En ese momento me viene a la cabeza que esto no es real, que es un sueño y que me voy a despertar en cuanto nuestros labios se junten, quedándome con la sensación de que nunca lo voy a conseguir.
Lo estoy haciendo la estoy besando, y es real, es lo más real y lo más intenso que he vivido nunca, sus labios son tan suaves como me los había imaginado, le acaricio su pelo como siempre he querido hacerlo y dejo que este sea el momento más feliz en mucho tiempo y me olvido de todo lo demás.
Lucha por lo que quieres, es la única manera de conseguirlo, ponte en acción y ve a por ello, empieza hoy, puedes conseguirlo o puedes quedarte en el camino, pero si no lo intentas con todas tus fuerzas, nunca lo sabrás.