FIN DE LA MISION. Febrero de 1974. Lopez Rega y su comitiva salen, eufóricos, del Palacio de Gobierno de Libia. Acaba de firmar los convenios petroleros. Según ellos, todo fue un éxito para la Argentina. El tiempo demostraría después que el país pago 16 dólares el barril de petróleo cuando en todo el mundo costaba 13.
Trípoli, capital de Libia. Enero de 1974. Lluvia a baldes. El enviado especial de GENTE, empapado después de media hora de cola a la intemperie en el aeropuerto, entra en el Libian Palace Hotel, un lugar casi tan grande como feo. Todavía con las valijas en la mano, se topa con caras conocidas. José Lopez Rega, de remera azul y pantalones blancos, habla en un rincón con Celestino Rodrigo. Jorge Conti corre de una punta a la otra del comedor, nervioso: busca a alguien sin éxito, evidentemente. Emilio Abras habla en una mesa con unos diputados. Adolfo Mario Savino, embajador argentino en Roma, pasea por el hall principal. El enviado especial deja sus valijas en la habitación y baja rápidamente. Ya está en el centro mismo de la misión argentina a Libia –uno de los objetivos de su viaje- y necesita información urgente. Habla con uno, con otro, con otro más. A medianoche hace balance:
1) Nadie en la misión parece saber muy bien cuál es su misión. 2) Hay un fuerte sentimiento antisemita, claramente racista, en todos los miembros de la misión. 3) Todos parecen muy preocupados por salir de compras, por invadir el pintoresco Zoco –mercado- y gastar sus dólares. 4) Libia es un país rico y pobre a la vez. Tiene petróleo, pero nada más que petróleo. No hay infraestructura, no hay tecnología, no hay mano de obra, no hay viviendas. Los transportes son escasos, el índice de analfabetismo es abrumador, el índice de mortalidad es uno de los más altos del mundo. 5) A juzgar por el optimismo de los miembros de la misión, todo está arreglado: Libia enviara petróleo a la Argentina y Argentina dará a Libia todo lo demás. El enviado se pregunta: ¿Esta el país en condiciones de cumplir con lo prometido, cuando aún no ha solucionado enormes problemas básicos en su propio territorio? 6) Todos los miembros de la misión atacan al ministro de Economía José Ver Gelbard. Se refieren a él como un enemigo. El enviado se pregunta: ¿No son todos, acaso, integrantes del mismo gobierno? 7) La misión debe entenderse con Muhammad Gadafi, un líder carismático, joven, agresivo, fanático en lo religioso, aislacionista y de tendencias socializantes. El enviado se pregunta: ¿Es fácil llegar a un acuerdo ventajoso y razonable con un dictador de estas características?Amanece. La delegación desayuna y sale en tropel al Zoco. El enviado especial habla, café de por medio, con un diputado integrante de la delegación. Le pregunta cuál es su tarea dentro de la misión. Recibe esta sorprendente respuesta: -No sé. En realidad yo de economía y de tratados internacionales, no entiendo nada. Yo lo único que quiero es ir de compras al Zoco-. Al mediodía la delegación empieza a correr de un lado al otro de la ciudad, en caravana, embutida en largos autos negros. Todos van y vienen, todos murmuran, todos parecen preocupados por un minuto y locos de alegría en el minuto siguiente. El único que no se entera de nada es el enviado especial: se oculta la información celosamente, no se habla de precios ni de condiciones, no hay fecha de salida de Libia, todo es confuso y delirante.