Para algunos la felicidad es una puerta que se abre desde dentro como decía KierKegaard. Pero eso suena demasiado tétrico y religioso. Platónico quizás. Teniendo en cuenta que fue considerado el padre del existencialismo, me atreveré a decir que también suena a existencialista. Yo qué sé que es la felicidad. Sé que las cosas van y vienen. Cambian. Se transforman. Y las personas también hacen lo mismo que las cosas. Pensar que nuestra puerta a la felicidad se abre desde dentro no es concluyente. Desde fuera también se abre, y hacia afuera. Diría que la felicidad es una puerta giratoria como la de esos hoteles o aeropuertos que si no te andas con ojo te hace protagonista de una comedia. La felicidad parece como las cosas y las personas, va y viene; cambia; se transforma. Parece energía. Pero las cosas no tienen energía. O sí. Kierkegaard me está metiendo en un atolladero. O es la hora en la que estoy escribiendo el post. No sé. Da la sensación de que estoy rellenando. Pero no. No dirijan su atención hacia donde les llevan las frases. La ironía. El chiste. Al triste sarcasmo fácil. Aléjese de las frases y preste atención al principio. Pregúntese hacia dónde se abre su puerta. Ese es el objetivo. Y sabrá al menos si tiene que empujar hacia fuera o tirar hacia adentro para abrirla.