Vio el hueco que dejaba la rusa, la gran favorita, la rusa Anna Alminova, indefensa y contrariada por el ataque de Natalia Rodríguez antes de llegar a la curva. Y pícara y decidida, Nuria Fernández (Lucerna, Suiza, 1976) apretó los dientes y se dispuso a aprovechar su oportunidad. Vamos a por el bronce, pensó. ¿Y por qué no a por la plata? se preguntó, mientras continuaba como un cohete, con un punto explosivo que hasta ahora no había sacado nunca. Un sprint prodigioso que le hizo llegar la primera con los brazos levantados, tan exhausta como sorprendida de la que había armado. Acostumbrada a las simples menciones en las tablas de resultados y poco más, Nuria Fernández, hija de padres emigrantes en Suiza, era la más grande de lso 1.500 metros. La mejor de Europa. Todo después de ser madre, de pensar que no valía la pena tantos sacrificios para competir si los resultados no acababan llegando. La gloria a los 33 años, a 15 días de cumplir los 34.
Hasta ahora Nuria Fernández –eliminada en primera ronda en los Juegos Olímpicos de Sydney y finalista únicamente en un Mundial, en 2001– era más conocida por la desgracia de una compañera que por sus éxitos propios. Se volcó con Natalia Rodríguez, a quien arropó después de la traumática decisión de los jueces del Mundial de Berlín de descalificarla y quitarle el oro por su incidente con Gelete Burka. “Natalia es campeona del mundo. Es un placer correr junto a ella”, recalcó, con esa alegría que transmite, Nuria Fernández un año después en Barcelona, mientras intentaba otra vez a su amiga y compañera, decepcionada por haberse tenido que conformar con el bronce. La plata fue para la francesa Hind Dehiba.
Alminova era una de las tres finalistas que este año habían bajado de los cuatro minutos. Una marca muy exigente, pero que a punto estuvo de igualar Nuria Fernández, que marcó un 4.00.20: “¡Récord personal! ¡Nunca he corrido tanto! ¿Qué más puedo pedir? ¿Lo tengo todo?”. Su fórmula hacia el éxito ha sido “trabajo, trabajo y trabajo”. Además de constancia y capacidad para recuperarse de algunas decepciones tan grandes como la de quedarse a tan sólo 27 centésimas de participar en los Juegos Olímpicos de Pekín. Hasta ahora su mejor posición en un evento importante era la cuarta plaza aquella fatídica tarde en Berlín. Ahora el mundo conoce su desparpajo y talento. Ya es la más grande de Europa. Después de ser madre, como Natalia, pasa por su mejor momento, es capaz de hacer series que antes no era capaz de realizar. Lo cuenta su entrenador, Manolo Pascua, quien le convenció para que no dejara el atletismo: “Ahora se atreve con todo”. Un atrevimiento que celebró la delegación española, que cerró los Europeos de Barcelona con ocho medallas y 27 finalistas, la cuarta mejor cosecha de su historia. La mitad de ese balance, dos oros (Arturo Casado y Nuria) y dos bronces (Jesús Olmedo y Natalia) son del milqui, una especialidad de tradición en España.