Obama o Bush, y en medio Zp, tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando

Publicado el 20 marzo 2011 por Romanas

Creo que ya lo apuntábamos el otro día, la vida es una comedia repugnante en la que cada uno de nosotros cumple a rajatabla con su obsceno papel, que no es otro que prestar su tácito asentimiento a todas las canalladas que diariamente se perpetran a todos los niveles.Volvemos, una vez más, a los maestros: el poder verdadero, el poder absoluto nadie sabe realmente quién lo tiene ni dónde está, aunque Galbraith, el amigo de los Kennedy, que parece que alguna vez lo tuvo cerca, nos dijo que estaba constituido por las grandes compañías norteamericanas.De modo que no sabremos nunca quién descolgó el teléfono y le dijo a Obama, “fuera máscaras, se acabó lo de jugar al niño bueno, ya te toca a ti organizar una buena guerra, en la que mueran todos los días un montón de esos asquerosos individuos que no saben hacer otra cosa que esgrimir pancartas, porque no sólo la industria armamentística ha entrado en una inconveniente recesión sino que el  precio del petróleo se ha disparado inconteniblemente lo que dañará gravemente todas nuestras industrias, de modo, muchacho, que se te acabó la fiesta, ser presidente de los EE.UU. es algo más que pergeñar una cuantos buenos discursos llenos de las mejores intenciones, ahora, toca ponerse a trabajar de verdad, manejar nuestras flotas y enseñarle al mundo quién manda realmente y por qué, a sí que, anda, ponte a la faena”.Y el viejo buitre de la voz cascada colgó el teléfono y Obama se puso a trabajar. Los resultados están ahí, sobre todas las mesas de los directores de los grandes diarios: al fin, tenemos una nueva guerra, porque las de Irak y Afganistán habían envejecido demasiado y ya no eran noticia de primera página.El nuevo hombre malo se llamaba Gadafi y no Hussein y Libia había sucedido a Irak en el ranking de los Estados maléficos, de modo que todo volvía a ser como solía, como debe de ser, pero, repito, nadie sabe, nadie sabrá nunca quién le dio la orden al presidente de los Usa.En cambio, todos sabemos ya a ciencia cierta quién llamó a Zapatero y de dijo que ya estaba bien eso de hacer de Bambi. Zp era un buen muchacho, una buena persona, tenía toda la pinta de ese estudiante universitario delegado de curso, que ponía paz en todas las asambleas de la facultad de Derecho y que si llegó al poder fue por una auténtica casualidad, en la que intervinieron a partes iguales las viejas rencillas entre los capitostes del Psoe, con un Guerra que nunca ha tragado a Bono, tal vez porque se confiesa católico, de modo que el de León le sacó al manchego la friolera de 9 votos, y el más terrible de los atentados producidos en este triste país de todos nuestros pecados, en el que los culpables "in vigilando", puesto que eran ellos los que ocupaban el poder,  se empeñaron en la locura de atribuirselo a los que nunca lo hicieron, lo que motivó una tal oleada de indignación popular que arrastró hasta La Moncloa a este incierto individuo que no se sabe muy bien que es, si chicha o limoná.Sea lo que fuere, tenía tan poca retranca que se atrevió a decirle que no al Imperio y esto lo marcó para siempre. A cualquier sitio que fuera siempre fue tratado como un auténtico apestado, nadie quería que le vieran departiendo amigablemente con él y se hicieron millones de apuestas sobre si el criminal principal de Las Azores le dirigiría la palabra cuando se encontraran."¿Que tal, como estás?"-parece que fue todo lo que le dijo Bush, la primera vez que se hallaron frente a frente, y nunca más le volvió a dirigir la palabra al único hombre que se había atrevido a decirle que no.Aquello fue para el bueno de Bambi una lección imborrable que aprendió como se asumen todas las grandes lecciones, con lágrimas y con sangre, a partir de entonces, concentró todo su empeño en halagar al Emperador y le dijo que sí a todo.Y a Bush se lo llevó al infierno un viento huracanado que parecía encarnar una auténtica revolución en el país que no sólo aborrece las revoluciones sino que siempre se ha encargado de reprimirlas con la mano más dura.Llegó Obama y a mí se me saltaron las lágrimas con su discurso de investidura. Si seré imbécil. Un discurso de investidura no es sino la más completa exposición de lo que nunca, nunca, nunca debe de hacerse y yo lo debería de saber muy bien porque a lo largo de mi tan dilatada vida he oído ya muchos, quizá demasiados.Ahora, Obama, trata de mejorar a Bush, o ¿sería mejor, en buena lógica, decir de empeorarlo? Dejemos esta pequeña cuestión que no es sino meramente semántica y digamos, para concluir, que da lo mismo Bush que Obama, que, como sucedía con nuestros Católicos Reyes, monta tanto, tanto momta, Isabel como Fernando.