Obesidad mental

Por Andi

OBESIDAD MENTAL

El mundo está necesitado hoy más que nunca de una DIETA MENTAL, dice Andrew Oitke, un antropólogo que fue catedrático de Harvard y que escribió un libro cuyo título es “Mental Obesity” y es quien introdujo este concepto para describir lo que consideraba el peor problema de la sociedad moderna.

Dicho autor se pregunta cómo puede ser que “cualquier padre responsable sabe que sus hijos se enfermarían si comieran solamente dulces y chocolates” y no entiende que ese mismo padre no haga nada por evitar esta anomalía digestiva.

En el capítulo “Los buitres” afirma que los medios en general “se alimentan hoy casi exclusivamente de cadáveres de reputaciones, de detritos, de escándalos, de los restos mortales de las realizaciones humanas”.

Los medios, el periodismo en especial -dice- “dejó hace mucho de informar, para sólo seducir, agredir y manipular”. Quien haya visto alguna vez los shows y exhibiciones obscenas de baile, caño y chismes y demás programas y paneles afines de la actual televisión argentina, coincidirá con el citado autor, pues estos espectáculos que pululan en la pantalla chica, verdaderamente causan una mezcla de tristeza y asco.

Tristeza porque las personas ya formadas nos damos cuenta que los cerebros podridos de los productores, animadores, conductores juntamente con la runfla de vedettes, mariposones y maricones y la fauna de seudocómicos y seudoartistas, pudren la mente de la juventud y de los niños que también los ven.

Y asco por el mensaje que reciben a toda hora los televidentes: Viva la joda, a tomarle el pelo a todo el mundo, a reírse de todo, hasta de lo más sagrado que puede haber en la vida. Pero lo que más daño hace a las mentes de los argentinos es que han instalado el conflicto, el enfrentamiento, la deslealtad, la burla sangrienta, la vanidad y la autoexaltación.

Este circo está totalmente armado de antemano. Para lograr fama y rating, todos estos charlatanes de feria, deformadores, pervertidos y desorientados, inventan líos entre ellos para que el confundido televidente se lo trague y engulla toda esta porquería que es el alimento deletéreo que ha producido esta “obesidad mental” en detrimento del buen gusto, las buenas costumbres, del sentimiento del deber, en una palabra en detrimento del alma que aspira y tiende siempre a lo superior, nunca a lo inferior, a lo abyecto que muestra la televisión argentina.

Esta deplorable situación de puro y descarnado “materialismo” a la que hemos llegado, coincide con la certera definición de Augusto Comte: “la doctrina que explica lo superior por lo inferior”. Pero en nuestro caso es peor, toda vez que los dueños de la televisión están suplantando lo superior por lo inferior. Esto no es otra cosa más que la decadencia, lo que Luis Felipe Noé denomina “la institucionalización del desparpajo”, la entronización de la grosería y guaranguería y de lo escatológico (excrementicio).

Erasmo de Rotterdam tendría que volver a escribir para la Argentina su libro “Elogio de la locura” y Michel Foucault reeditar su libro “Vida de los hombres infames”. En la Argentina de hoy lo burdo y baladí “ad nauseam” prevalece y tiene quórum no sólo en el Congreso sino en el seno de todas las familias. La consigna futbolera “pan y circo” para distraer y anestesiar la inteligencia y la dignidad del pueblo, goza de la aquiescencia general, pues la sensatez no cuenta si la mayoría vota por la extravagancia, el ruido y el aturdimiento insano. ¿Esta es la democracia que queríamos?

Por último, cuando llegue el día en que los argentinos seamos tratados como intrusos en nuestra propia tierra, tal vez digamos: “Nuestra generación no habrá lamentado tanto de las fechorías de los pícaros, como del estremecedor silencio de las personas decentes”.