El apoyo explícito del Vaticano a la independencia catalana quizás haya perdido valor después de que el obispo que lo había anunciado, el polaco Krysztof Charamsa, minutante de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presentara este fin de semana a su novio independentista catalán Eduard Planas.
Charamsa pertenece a la congregación heredera de la Inquisición, que enviaba a la hoguera a quienes cometían el pecado nefando de la sodomía, como hacen ahora los islamistas.
Así que Charamsa, de 43 años, comparte cama y sexo con Planas, defensor acérrimo del Estado catalán, y que, se supo después, es funcionario de la Generalidad.
En política siempre han influido las relaciones de cama. Algunos reinos e imperios se construyeron sin guerras al casar a los herederos fértiles para que legaran territorios unificados.
En el mundo del espionaje es habitual el uso del sexo más o menos prohibido, infidelidad u homosexualidad, para obtener información o imponerle condiciones políticas a otra potencia.
Aunque hoy tolerada en algunos lugares, la homosexualidad de los contrarios sigue usándose para chantajearlos.
Políticos y diplomáticos mantenían la homosexualidad en secreto; aunque tarde o temprano alguien hostil lo descubría y les enviaba a sus propios gais para enamorarlos o forzarlos a actuar como deseaban.
La profesión sacerdotal era y continúa siendo la más chantajeable, sobre todo porque se mezcla o confunde con la pederastia, aunque el obispo parece tan enamorado del funcionario separatista que ha salido abruptamente del confesionario reconociéndose gay.
El cronista, muy desconfiado porque conoció mundo adelante casos de utilización del sexo para obtener información o condicionar negociaciones, plantea la posibilidad de que Eduard Planas sea un agente del Diplocat de Artur Mas para conseguir apoyos internacionales.
El locuaz Papa Francisco debería aclararnos la verdadera postura vaticana.
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SALAS