Director: Raoul Walsh
Año: 1945
Duración: 142′
País: Estados Unidos
Guión: Ranald McDougall y Lester Cole sobre historia original de Alvah Bessie
Música: Franz Waxman
Fotografía: James Wong Howe
Intérpretes: Errol Flynn, James Brown, William Prince, George Tobias, Warner Anderson, Henry Hull
Premios: 3 nominaciones al Oscar: Historia, Montaje y Banda Sonora Original
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Hoy tocamos un clasicón del cine bélico de todos los tiempos. Objetivo Birmania ficcionaliza -pese a la aparición de personajes reales- las operaciones previas a la invasión de Birmania en 1944 por parte de las fuerzas aliadas en la II Guerra Mundial. Tanto vista con ojos de crío como de adulto siempre me ha parecido una gran película bélica, a ratos trepidante, a ratos desasosegante, con suspense, con drama, sufrimiento, heroicidad, disciplina y un largo etcétera hasta cumplir con todos o casi todos los registros clave del género. Ahora bien, hay determinadas cosas que llaman la atención de esta película si atendemos al contexto de su época.
Errol Flynn en la piel del coronel Nelson
Ya en la prehistoria del cine, la manipulación y la propaganda política entraron en juego. Con el conflicto bélico entre EEUU y España en Cuba se dieron los primeros casos de cine deliberadamente propagandístico. Los gobiernos, sabedores de la gran influencia y capacidad de comunicación del por entonces nuevo medio, aprovecharon desde entonces cualquier contienda para aplicar la censura y hacer que el cine nacional publicitase sus intereses y, como es obvio, la prohibición caía sobre las producciones del enemigo. Durante la I Guerra Mundial se profundizó extensamente en estas prácticas que alcanzaron punto culminante durante la IIGM.
En Estados Unidos los grandes directores del momento (Capra, Wyler y Ford son sus principales ejemplos), fueron reclutados por el ejército, recibieron galones y fueron encomendados a dirigir la producción cinematográfica de cada cuerpo. Allí se cocinaban documentales y películas destinados a aleccionar a público y tropas propias sobre los motivos de la lucha y la evolución de la misma. El paquete titulado Why we fight es un claro ejemplo que habla por sí solo. Las productoras de Hollywood se embarcaron en las mismas coordenadas.
"Las malvadas fuerzas del Japón", reza el epílogo del film
Es muy fácil suponer cuáles eran los valores que querían transmitir estos filmes. Heroismo, valor, inyecciones de moral, defensa de la causa propia, demonización del enemigo, etc. Dicho de un modo muy llano qué mejor que el recuerdo de las palabras de Spielberg cuando reflexionaba sobre sus motivaciones al abordar Salvar al soldado Ryan , vino a decir algo así que las películas bélicas que veía de niño le hacían pensar que la guerra estaba llena de grandes valores y que uno acaba con ganas de hacerse militar e ir a pegar tiros. Evidentemente la guerra no es así, y lo novedoso en Objetivo Birmania es que aún teniendo dentro los parámetros esenciales de las producciones de época bélica, deja resquicios para que se cuele el sufrimiento, el dolor, el coste humano y la brutalidad de la violencia. Puede que detrás de todo ello estuviera la cercanía del fin (en otras épocas y latitudes al concluir los conflictos se experimentaba una depresión post-bélica muy evidente en alguna películas críticas con las guerras), o quizá la mano de Alvah Bessie, un importante guionista del momento, antifascista, comprometido con la defensa de la II República española y luego depurado por el macarthysmo, que pese a su compromiso sin ambajes contra el fascismo japonés era a la vez alguien difícil de atar en su espíritu crítico. Pero la de Bessie es otra historia (ver el reciente documental Hollywood contra Franco, de Oriol Porta).
Contemplando compañeros destrozados cunde el desánimo
El último acento que poner es remarcar que el exceso en las películas de la época por centrarse en las hazañas de nuestras tropas, llevaba a veces a conflictos con los propios amigos. Y así ocurrió con Objetivo Birmania. El propio Winston Churchill vetó su proyección en Gran Bretaña por considerar que se ninguneaba la importante presencia de la Commonwealth en la real invasión de Birmania. Es cierto que en la película aparecen británicos, los famosos gurkhas de origen nepalí e incluso chinos, pero de un modo muy secundario, algo alejado de los hechos reales. No fue hasta 1952, previa disculpa oficial, que pudo verse la película en tierras británicas.
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