Traigo, por ilusión, mi ser conmigo.
No comprendo comprender, ni sé
si he de ser, siendo nada, lo que seré.
Fuera de esto, que es nada, bajo el azul
del ancho cielo un viento vano del sur
me despierta y estremece en el verdor.
Tener razón, tener victoria, tener amor
mustiaron en el asta muerta de la ilusión.
Soñar es nada y no saber es vano.
Duerme en la sombra, incierto corazón.
Escarbando en el baúl de los clásicos, he descubierto a un autor del que no dejaban de contarme maravillas, y así es, el portugués Fernando Pessoa es junto a Luis de Camoes la gran voz poética de nuestro país vecino.
los días que tengo.
Después de pasar
ya no los alcanzo.
De aquí a muy poco
la vida se acabó.
Voy a ser un cadáver
por quien se rezó.
Y entre hoy y ese día
haré lo que hice:
Ser quien yo quiero ser,
feliz o infeliz.
Como siempre, es imposible separar vida personal de obra poética, especialmente en este caso, en el que la vida del poeta influyó decisivamente en el desarrollo de su carrera. Pessoa nació en Lisboa en 1888, a los cinco años de edad le llegaría el primer golpe de su vida, con la muerte de su padre. Esto haría que se apegara a su madre de un modo un tanto enfermizo, algo que determinaría el resto de su vida. Con ellos vivía la abuela paterna, con fuertes trastornos mentales y ataques de extrema violencia. Con estos antecedentes, Pessoa desarrolló un intenso temor a la locura. Para paliar su soledad, introspección, sentido de inutilidad (todo proyecto profesional que emprendía fuera de las letras resultaba un fracaso) y el temor a la muerte y la locura, inventó una serie de personajes, que acabarían siendo clave en su carrera. Son los llamados heterónimos, Pessoa creó a una serie de personajes con una minuciosa biografía de cada uno de ellos, para poder escribir poemas a través de ellos.
Es un caso único en la historia de la literatura, pues no se trata de seudónimos, cuando Pessoa escribe a través de cada uno de sus personajes cambia la temática e incluso la misma forma de escribir, como si realmente se tratara de autores diferentes. Incluso escribió críticas a sus obras firmadas por alguno de sus heterónimos. Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis (a quien José Saramago dedicó la novela 'El año de la muerte de Ridardo Reis') son sus heterónimos. Pessoa fue una persona increíblemente solitaria, se enamoró sólo una vez en la vida, una relación que no prosperó pues el poeta prefirió refugiarse en su madre, a cuya muerte todo su mundo se vino abajo. Sólo tuvo un verdadero amigo, el poeta Sá-Carneiro, quien acabó suicidándose a los 25 años. Pessoa conoció la miseria y el alcoholismo, y finalmente acabó muriendo en su querida Lisboa de un cólico hepático a los 47 años.
Llueve. ¿Qué hice de la vida?Hice lo que ella hizo de mí...
De pensada, mal vivida...
¡Triste de quién es así!
Es una angustia sin remedio
tengo fiebre en el alma, y, al ser,
tengo saudade, entre el tedio,
sólo de lo que nunca quise tener...
Aquél que pude haber sido,
¿qué ha sido de él? Entre odios pequeños
de mí, estoy de mí alejado.
¡Si al menos lloviese menos!
La obra de Pessoa es bastante amarga, pero hay que tener en cuenta que él a se veía a sí mismo como un inútil, un alcohólico sin recursos, y ni siquiera apreciaba su propia obra. Paradójicamente, y por desgracia como tantos otros artistas, el que ha acabado siendo el mejor poeta de Portugal, no fue nada reconocido en vida. Si vais a Lisboa no podéis dejar de pasaros por el café A Brasileira en el Chiado, uno de los muchos cafés que el poeta frecuentaba, donde se encuentra una estatua en memoria de este genial y triste poeta.