Como terenciana obra definía Rojas en una de las octavas acrósticas el primer acto de la Tragicomedia de Calisto y Melibea. Y para elogiarla, el corrector Proaza escribía estos versos:
No dibujó la cómica manode Nevio ni Plauto, varones prudentestan bien los engaños de falsos sirvientesy malas mujeres, en metro romano.
Esa huella de la comedia romana de Plauto y Terencio, que persiste en la comedia humanística italiana del Renacimiento a través de la tradición manuscrita medieval, influyó decisivamente en su diseño estructural, en la condición significativa de los nombres de sus personajes, en la organización en parejas, en las relaciones conflictivas con los criados, en la aparición de determinados estereotipos o en la importancia de los apartes…
Se podía comprobar así, después de mil quinientos años, la vigencia de unos modelos teatrales canónicos clásicos frente a los que Lope de Vega reivindicaba su originalidad en el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo: saco a Terencio y Plauto de mi estudio, /para que voces no me den, que suele /dar gritos la verdad en libros mudos.
Son sólo dos ejemplos significativos de la persistencia, con altibajos pero ininterrumpida a través de los siglos, de las comedias de Plauto y Terencio que acaban de aparecer en la Bibliotheca AVREA de Cátedra con edición, introducciones y notas de Rosario López Gregoris y traducción de José Román Bravo.
Se recogen en este volumen las obras completas de los dos comediógrafos latinos: 21 comedias de Plauto y seis de Terencio, que renovaron la tradición de la comedia griega con unas composiciones sufragadas por el poder en el marco festivo de distintas celebraciones conmemorativas.
De Plauto, que vivió en el siglo III a. C., apenas se conocen algunos datos biográficos confusos, pero en su teatro se percibe la habilidad del genio que supo conectar con el gusto del público y en comedias como Asinaria, Bacchides, Curculio, Miles Gloriosus, Mostellaria, Persa o Aulularia creó una fórmula de enorme éxito.
Como ocurrió en España con Lope de Vega, la firma de Plauto en una comedia era una garantía de éxito comercial. Con ese interés, como a Lope, se le atribuyeron decenas de comedias que no eran suyas.
Fue Varrón, el editor del siglo I a. C que elogiaba “el estilo y la gracia de su lengua” viva y popular, quien fijó el corpus de la producción teatral de Plauto y lo limitó a las 21 obras de incuestionable autoría que han llegado hasta nosotros con algunas lagunas y mutilaciones y que se publican en este volumen.
El de Plauto es un teatro de los sentidos que mezcla palabra, música y danza, una fusión de tradiciones cultas y de la farsa popular que inserta en el texto el canto y la mímica de la danza.
En esa sucesión de fragmentos hablados y partes cantadas conviven también la risa y la crítica, la diversión y la sátira a través de un uso magistral del diálogo y de arquetipos como el soldado fanfarrón, el médico y el gorrón, el banquero y los amantes, los criados y el proxeneta o el esclavo astuto.
Por seguir con los paralelismos con el teatro clásico español, entre Plauto y Terencio existe una relación literaria semejante a la que existió entre Lope y Calderón. Si Lope es –igual que Plauto- un alegre genio creador, dotado del don de la poesía e inventor de una fórmula teatral de mucho éxito, y Calderón perfeccionó esa creación aportando rigor constructivo y hondura de pensamiento, Terencio depuró la herencia de Plauto y recuperó el purismo filohelénico en las seis comedias que escribió.
Terencio eliminó casi por completo los fragmentos cantados y sustituyó los prólogos expositivos e informativos que había utilizado Plauto por unos prólogos literarios, ejercicios defensivos de crítica literaria con los que respondía a las frecuentes acusaciones de plagio o de pobreza estilística.
Cuando Terencio empezó a componer su obra, ya había muerto Plauto. Comedias como Heautontimoroumenos o El eunuco se representaron a mediados del siglo II a. C. Centradas en aventuras y enredos amorosos con final feliz y mediaciones de los criados, son la manifestación de un teatro de ideas, didáctico y reflexivo, construido con precisión y sometido a una lógica implacable en su desarrollo y su desenlace, pero atento sobre todo a los caracteres, a los comportamientos y a la acción interior.
En el siglo II d. C. Suetonio escribió la biografía de Terencio, el humanista que estiliza la comedia de Plauto y la enriquece con matices sentimentales y con hondura psicológica. Es el paso de la risa a la sonrisa, del chiste a la sutileza.
Menos explosiva y más refinada que la de Plauto, la comedia de Terencio lleva a su cima el género en Roma, pero paradójicamente su elegancia estilística la separa de las multitudes y aparta al gran público de una forma teatral que tiene más de literatura que de espectáculo y que por eso mismo brilla más en la lectura que en la representación.
Tal vez por eso Montaigne y Goethe lo tuvieron entre sus autores de cabecera.
Santos Domínguez