Atilano Domínguez Básalo continúa, desde hace varias décadas, labrando incansable la filosofía de Spinoza, divulgándola a nivel internacional y haciendo más felices a unos lectores atentos que ya no lloran sino que comprenden. Y es que comprender a Spinoza significa entender la vida y su consejo de salvación: sé sabio para ser feliz, es decir, “no llores, no te enfades, simplemente comprende”. Domínguez es el gran mediador del filósofo holandés en la hispanidad; ambos —uno pensando desde la valentía y otro pensándole desde la erudición— ayudan a salir de la tristeza existencial y mundanal tan recurrentes en estos tiempos ajetreados de ansiedades, ambiciones, vanidades y dolor.
A Spinoza hay que leerlo en papel pero si la economía no le alcanza a uno o, como es mi caso, se vive con la maleta a cuestas, es de agradecer la digitalización; más si cabe cuando se trata de sus voluminosas obras completas, traducidas, editadas y comentadas recientemente por Atilano Domínguez Básalo con la meticulosidad del sabio-artesano y del amante esforzado. La tableta, el Kindle y el teléfono móvil me ayudaron a espinozar los tiempos muertos y de ocio. No eché de menos al papel aunque no le haría feos a una nueva lectura en celulosa.
Bien es cierto que desde hace años tengo todos los libros de Spinoza releídos, subrayados y anotados en un estante sagrado de mi biblioteca de España, junto a Dawkins, pero su reedición digital era una tentación irrenunciable a la que sucumbí con ansia. Su relectura fue un placer que me llevó a descuidar, incluso, este humilde blog.
La honestidad intelectual de Spinoza así como su estoicismo ante las adversidades le convierten en el filósofo de la coherencia y en aquel que supo leer los signos de lo que está por venir. Por eso lo leo, lo releo y lo trato de aplicar en mi cotidianidad. Gracias, Domínguez Básalo, por su mediación. Gracias, Spinoza.
Lector: No se lo pierda.