La Escritura deja en claro que los pecados ocultos son “obra de las tinieblas”. Sabemos por la Palabra de Dios que la luz no tiene comunión con las tinieblas.
Pedro nos dice que Cristo “predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron” (1 Pedro 3:19-20). La desobediencia envió a esas almas a una prisión de oscuridad. De igual manera hoy en día, cada acto voluntario de desobediencia hace que la luz del discernimiento dentro de nosotros se vaya oscureciendo. Al pasar el tiempo, nuestra percepción de la verdad se va distorsionando y nuestro “cielo abierto” se vuelve cada vez más nublado.
“Pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? (Mateo 6:23)
El Señor sufre grandemente cuando el pecado oculto trae densa oscuridad a nuestras almas. Y nada le entristece más que cuando resistimos y rechazamos Sus amonestaciones y la convicción de pecado. Considera este caso trágico descrito en una carta que recibimos:
“Mi esposo se ha entregado completamente a la pornografía por Internet. Ahora presenté una demanda para el divorcio y a él ni siquiera le importa. Estuvimos felizmente casados durante veinticinco años antes que esto sucediera. No podía entender por qué él pasaba tanto tiempo encerrado en su cuarto con su computador. Entonces cierto día entré, y quedé impactada por la horrible suciedad que vi en la pantalla. Él se obsesionó. Su personalidad cambió y una maldad vino sobre él. Entonces supe que se había hecho un adicto. Él me dijo: ‘No puedo evitarlo. Voy a hacer lo que me dé la gana.’”
El apóstol Pablo hace una declaración horrible dirigida a aquellos que “andan en la vanidad de su mente” (Efesios 4:17). Tales personas justifican su pecado, ya no buscan liberarse de él. Pablo dice de ellos: “teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón”. (Versículo 18)
¿Cómo fue que quedaron tan a oscuras y fueron cegados? Ellos cayeron bajo una ceguera que viene sobre todos los que se entregan al pecado: “los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.” (Versículo 19).
John Owen, el escritor puritano, explica el trágico resultado: “Un hombre bajo el poder de una lujuria predominante está bajo una falsa seguridad y no discierne los tiempos peligrosos que vienen.”
(Blog de David Wilkerson, fallecido)