Obras maestras del cuento fantástico

Publicado el 18 diciembre 2011 por Manigna


Título original : Obras primas do conto fantástico
Editora : Livraria Martins Editora
Año de publicación y de este ejemplar : 1966
Selección : Jacob Penteado
Ilustración de la portada : Darcy Penteado

Me deparé con este libro hace un buen tiempo ya, justo cuando terminaba la “Antología …” de Borges, Bioy y Ocampo, pero sólo ahora me animé a abrirla y disfrutarla.
Pareciera que a modo de revancha Jacob Penteado, el compilador -del cual no encontré información en la red ni viene nada acerca de él en el libro- se embarcó en este proyecto, escogiendo con buen tino varias de las muchas buenas obras de la literatura fantástica mundial, y mezclándolas con obras de compatriotas suyos. Esta antología fue editada y publicada en 1966, un año después de la publicación de la segunda y definitiva “Antología…” de los escritores argentinos.
Aparecen aquí relatos de escritores brasileños tan desconocidos como Gastão Cruls, Afonso Arinos, Viriato Correa, Afonso Schmidt y Monteiro Lobato, éste último es el único del que sabía de su existencia, mas hasta el momento no había leído nada de él.
Y digo a modo de revancha pues no aparece ningún escritor argentino, ausencia que se extiende a cualquier otro escritor latinoamericano, si lo comparamos con la “Antología …” antes mencionada, con excepción de los cinco brasileños mencionados. Esto refleja algo que pareciera mantenerse en la actualidad: los brasileños parecieran tener poco o nulo interés por lo producido en Latinoamérica y España, y nosotros, los hispanohablantes también tenemos poco o nulo interés por lo producido en Brasil. No creo que sea cultural, y sí por el idioma, aunque la lengua portuguesa es fácilmente asimilada, me atrevería a decir que es ésa la barrera que nos separa. Ojalá ahora en tiempos de internet, esto cambie. Hay muchos trabajos por descubrir (tanto en literatura como en música, cine, etc.) de muy buena calidad aquí en Brasil, y ojalá los brasileños se interesen más en lo ofrecido por el resto de países hispanoamericanos.
Retornando al libro: de esas cinco antiguas novedades destaco “O espelho” (“El espejo”) de Gastão Cruls (Rio de Janeiro 1888 – 1959) donde la esposa de nuestro narrador, quien acudía a cuanta subasta de artículos de época encontraba en la antigua capital brasileña (Rio de Janeiro lo era hace ya algún tiempo) adquiere el artículo del título, reflejando diversas transformaciones, sensuales, lujuriosas, que el espejo fue atrapando con el transcurrir de los años, y que ahora ofrecía a sus nuevos dueños; lo que inicialmente se presentaba placentero se fue tornando descabellado, al punto de hacer dudar del juicio de los personajes. Isa, la esposa, comenzó a redescubrir el sexo con su marido, disfrutando verse reflejada durante el coito. El narrador descubrirá tarde al verdadero ser que ella veía en el reflejo en sus encuentros. De final sangriento, el relato es muy intenso, digno de aparecer en cualquier otra antología del género.
En “A ficha N° 20,003” (“La ficha N° 20,003”) de Viriato Correa (Maranhão, 1884 – Rio de Janeiro, 1967) una cartomante revelará a nuestro narrador que él matará a un hombre por una persona que no vale la bala que usará. Aunque nuestro narrador dude y se mofe de aquello verá cómo su destino se encamina por enredadas situaciones haciendo que dicha revelación se cumpla. Correa crea una trama llena de vericuetos pero que llega a ser creíble ante los sucesos que se van desarrollando, dejando conocer –tanto al personaje como a los lectores- recién en el último diálogo aquella infeliz por quien el principal personaje se tornó un asesino.
Los otros tres representantes brasileños no están a la altura de los mencionados, ni de los otros que conforman este libro, son relatos totalmente intrascendentes.
Los otros veinte relatos están repartidos de la siguiente manera:
de la literatura rusa encontramos a Leonidas Andreieff (Orel, Rusia, 1871 – Finlandia,1919) con “La mentira”, donde el personaje principal está enamorado hasta la obsesión, humillándose, pidiendo un poco de atención, mientras escucha algunas voces a su alrededor incitándolo a asesinar a la culpable de ese mal, y otras desanimándolo, confundiéndolo aún más. Andreieff consigue graficar muy bien la perturbada mente de su personaje ante las invisibles persuasiones que lo atormentan.
Ya con “El fabricante de ataúdes” de Alexandre Pushkin (Moscú, 1799 – San Petersburgo, 1837) acompañamos a Adriano Prokhorof quien realizando un gesto aparentemente nimio invitará a sus antiguos clientes –todos ellos embaucados, entregándoles un féretro de pésima madera habiendo cobrado como de roble- sin imaginar que estos acudirán a su llamado. El delirante e inesperado encuentro con los fantasmas no será el colofón de este sorprendente relato.
Encontramos tres exponentes italianos, de los cuales “La señora Frola y el señor Ponza” de Luigi Pirandello (Sicilia, 1867 – Roma, 1936) lo encuentro por momentos farragoso, enredado, aunque es ahí justamente donde radica el genio de Pirandello, en querer confundir al lector, si la señora Frola es cruel o si su yerno, el señor Ponza, a pesar de llegar a Valdana como secretario de la prefectura, ha perdido el juicio, viviendo sumergido en un presente inexistente. El autor juega con los puntos de vista más disparatados ejercidos por los pobladores de Valdana a la llegada de ambos. No siempre lo que parece ser llega a serlo.
Aunque aquel relato llega a ser interesante las otras dos narrativas italianas son realmente exquisitas. “Metempsicosis” de Walter Poliseno, nos muestra la transmigración de Amun-Eti -encontrada en un sarcófago en El Cairo por el profesor Dyman- en la primera esposa, Henet Scott, y, tras la trágica muerte de esta, Dyman nuevamente tendrá una experiencia similar con su segunda mujer, en la transmigración de Henet en su ahora amada Laura. La historia de Poliseno tiene toques románticos que –felizmente- son rápidamente interrumpidos por circunstancias que llevan a su personaje, el profesor Dyman, al extremo. Toda una revelación este escritor italiano.
Y el otro es un maestro que genera sentimientos opuestos: o es re-celebrado, o repudiado al extremo: Giovanni Papini aparece con “Lo que el diablo me contó”, donde el narrador nos retrata la intimidad que tiene con el Diablo, mostrándolo melancólico, indulgente, hasta comprensivo, filosofando sobre la condición humana y algo acongojado al leer y releer –en inglés el Antiguo Testamento y en italiano el Nuevo: para ver cuán importante son las traducciones- cómo es representado en la Biblia. Texto elegante, otra de las joyas que trae este libro.
Son cuatro escritores ingleses los considerados en esta antología: de H. G. Wells (1866 – 1946) encontramos “El fantasma inexperto”, muy divertido relato donde Clayton ante un grupo de amigos contará cómo atrapó un fantasma, distraído, todavía no acostumbrado a su condición espectral. Mantendrá una conversa que raya con lo absurdo, aconsejando al fantasma a desaparecer, punto de quiebre del relato, pues Clayton observará atentamente los diversos movimientos realizados por el espectro para conseguir esfumarse. Clayton sabiendo cuáles eran los movimientos, inesperadamente sorprenderá a sus auditores. Wells utiliza un ácido humor en la mayor parte del cuento: ver un hombre burlarse muchas veces del fantasma y, lo inesperado, observar a éste asustado ante la actitud del hombre, sin saber soltar un ¡bú! convincente, hasta hacer un giro inesperado en la trama con lo aprendido por Clayton y llevarlo a la práctica.
En el relato “La mano del hindú” de Sir Arthur Conan Doyle (1859 – 1930), conocemos a Sir Dominick Holden quien perdió su casa en Bombay por un repentino incendio, perdiendo también una especial colección de órganos informes guardados en diversos frascos, para estudio y análisis, entre ellos la mano de un paciente hindú quien necesitaba que se la amputasen para continuar viviendo, pero que se negaba aceptar tal práctica. Sólo lo hizo al ver que Holden le prometió devolvérsela para cuando muera. El alma del hindú visitaba todas las noches la casa de Holden para recuperar su mano y por fin descansar. Nuestro narrador, el Dr. Hardacre intentará resolver este dilema, tendiéndole una trampa al espectro. La trama es muy ágil y consigue mantener el misterio y la emoción hasta el final. Una mezcla de cuento de terror con policial. Hay mucho de detectivesco en el Dr. Hardcare, estudiando a fondo el caso, exponiéndose a presenciar el hecho personalmente, y determinado a solucionar el problema de Holden, hurgando en las palabras y frases que es de dónde saca la solución al problema, lo que hace recordar al mayor personaje creado por Conan Doyle.
Pero de seguro más misterio y emoción hay en “La pata de mono” de William Wymark Jacobs (1863 – 1943) relato que es todo un clásico del género, que también aparece en “La antología …” mencionada al inicio. Cualquier lector podrá reconocer de un autor famoso más de 2 ó 3 obras. A W. W. Jacobs le bastó este relato para que su nombre sea recordado, quizá por siempre.

Somerset Maugham
(Paris, 1874 – Niza, 1965) aporta con otro clásico, “Encuentro en Samarra”, fábula oriental que no solo Maugham rescata del olvido, ya que hay varias versiones de esta historia en particular. La moraleja del relato es que si algo está para suceder no importa lo que hagas o cuán lejos vayas pues no podrás escapar a tu destino, en el caso del personaje del relato, la muerte. Relato tan breve como magistral.
De los cinco literatos norteamericanos que la obra trae, comienzo con “Las ratas del cementerio” de Henry Kuttner (1915 – 1958). Relato asfixiante. Me imagino que leer este cuento en la adolescencia debe impactar más que ahora ya de adulto. Debe conseguir hacer sentir el miedo, creciendo progresivamente; ahora resulta ligero, entretenido, pero teniendo en cuenta las joyas que trae el libro este relato bien pulp no llega a entusiasmar.
La Idea sobre la que se basa “Los anteojos de Titbottom” de George William Curtis (1824 – 1892) no es mala: Titbottom de niño, hereda de su abuelo, un indio del oeste, unos anteojos que tienen la particularidad de hacer ver a quien se los ponga una realidad totalmente diferente de la que vive. El problema es que la historia es tediosa, larga, y no explota el hecho fantástico que atribuye a los anteojos. Se desvía por momentos con el hecho romántico en la narración de Titbottom cuando conoce a Preciosa, como dejando en un segundo plano el poder de los anteojos tan especiales. Lo rescatable es la idea inicial, el saber de un relato y autor de mediados del siglo XIX; pero está lejos de ser memorable.
Seguidamente aparece “Camarote 105, litera superior” de Francis Marion Crawford (1854 – 1909) para mejorar el nivel de los representantes norteamericanos en este libro con este extraordinario relato. Un hombre muy viajado se embarca en el Kamtschatka para cruzar el Atlántico, ocupando el camarote 105, sin imaginar que ahí ocurrían cosas extrañas. Crawford grafica muy bien no sólo el ambiente frio, húmedo y estrecho del lugar, también lo hace con las expresiones faciales de los personajes que nuestro narrador se va encontrando, desde sus facciones hasta sus ropas; es como estar a bordo de aquel barco. Luego el narrador descubriría que las tres últimas personas que durmieron donde él ahora está alojado se lanzaron por la borda, sin explicación alguna. Junto al capitán del navío se atreverá a encontrar la razón del misterio que guarda aquel lugar, encerrándose ambos bajo llave en dicho camarote, donde vivirán una noche que parecerá durar una eternidad. Este relato es muy intenso, con un gran ritmo, donde el suspenso te mantiene en vilo a lo que irá a pasar. Es increíble cómo un texto de 1894 sea conocido (en mi caso) a finales del 2011. Imprescindible.
Los dos siguientes autores yanquis son tan conocidos como necesarios: Jack London (1876 – 1916) se hace presente con “El rey de los leprosos”, donde Koolau lidera a un grande grupo de personas que más se asemejaban a despojos humanos, deformados por la enfermedad que compartían, despreciados por los extranjeros estadounidenses llegados a esa tierra que ahora hacían suya, Kauai, y queriendo desterrarlos a Molokai (ambas islas en Hawái). El grupo, a pesar de su constante sufrimiento dará guerra. Encuentro en este cuento de London mucho de ese reclamo social, sobre los ricos y poderosos avasallando a los locales, pobres, débiles, y en este caso condenados a un terrible mal. Como a modo de protesta deja muy en claro quiénes son estos invasores: divulgadores de la palabra de Dios y portadores de esa extraña bebida que para ellos era el ron. La ironía está en que la enfermedad de los locales fue traída por la gente que los blancos mandaban a trabajar la tierra, y ahora que la mudanza de los señores iba a concretarse querían deshacerse de los locales. Lo fantástico en este relato es encontrar las precisas descripciones de esta gente físicamente desproporcionada, y con la dignidad y el orgullo menoscabados, pero con una vitalidad por no dejarse atropellar más.
Así como el autor anterior, Edgard Allan Poe (1809 – 1849) no necesita mucha presentación. Se encuentra el relato “William Wilson”, donde nuestro narrador nos cuenta cómo su homónimo es tan opuesto a él pero a la vez tan cercano. Toda la narrativa es en primera persona, y nos hace creer sobre otro joven, rebelde, ágil, determinado, que está en los mismos lugares que él, entran juntos a la misma escuela, cumplen años el mismo día. Pero con el transcurrir del tiempo, la sorpresa de coincidir hasta en lugares tan distantes comienza a develar la insania de nuestro narrador, hecho que se confirmará en un perfecto y revelador final. Un clásico imperdible. Si has visto y disfrutado “Figth Club” y “Secret Window”, este relato te gustará aún más.
Con mayor número de representantes viene la legión francesa, encabezada por Théophile Gautier (1811 – 1872) con “Avatar”, novela corta más que relato, es con el que inicia este conjunto. No pudo iniciar mejor, pues esta obra es la que me atrapó y convenció de hacerme del libro. Quería terminarlo de leer en el lugar donde lo encontré. Aquí, un oscuro científico convence al joven enamorado hasta la médula por la Condesa Prascóvia Labinski, lituana (te entiendo compadre), a someterse a ciertas prácticas hindúes que él cultivaba, pudiendo hacer cambiar las almas de un cuerpo a otro, dejándolo en el cuerpo del marido de la rica lituana, y el alma de éste en el del proyecto de dandi. Atrae el tema desarrollado en pleno siglo XIX, aunque jode el romanticismo del enamorado por la condesa: si tan sólo la hubiese querido poseer –ya que estaba obsesionado- y no enamorarla quizá la historia sería redonda, pero este hecho no aminora la excelencia de la obra de Gautier.
Guy de Maupassant (1850 – 1893) aporta con “¿Un loco?”, donde probablemente esas alteraciones de conducta que el autor comenzó a sufrir son vertidas en obras como esta. El narrador es testigo de las fuerzas que invaden el cuerpo de Jacques Parent, hombre perturbado que se confiesa ante nuestro narrador. Aquí se puede ver las dudas que el autor debió tener ante una probable locura en las preguntas de Parent sobre lo que le sucedía. Sé por Ribeyro de la maestría de Maupassant, y sé que tiene mejores obras que esta.
El mismo personaje del relato de Papini es también el del relato de Victor Hugo (1802 – 1855): “El diablo mal trajeado”. Aquí el gran escritor francés crea esta historia basándose en una representación en el pórtico de la Catedral de Friburgo, donde Asmodeo, representado con cabeza de puerco, y un cesto en la espalda, lleva a las almas que le pertenecen en un cesto. El relato pertenece a “La leyenda del hermoso Pecopin y la bella Bauldour”. Aquí Asmodeo, intentando llevar el pesado fardo hecho con cuero de dromedario es interceptado por un ángel quien le augurará el no poder hacerse de esas almas a menos que reciba la ayuda de un santo o de un cristiano. Asmodeo, tomando la forma de un decrépito anciano intentará timar a cuatro santos y a Pecopin para ser ayudado a erguir su enorme carga. Hay mucho humor negro en este relato, adjudicando sarcasmo e ironía en los diálogos de los cuatro santos con el anciano. Ya Pecopin es un caballero de espíritu, ilustrado, culto, lo que le servirá para conocer lo que esconde este anciano. Mente fértil la de Victor Hugo, creando sobre la información que iba acumulando, aprovecha para dejar a sus lectores, como sembrando la curiosidad: al sentenciar sobre cuando el diablo conversa con otros demonios lo hace en una mezcla de italiano y español, introduce como fuente el proceso al doctor Eugenio Torralba por la Santa Inquisición que terminó con el auto de fe de dicho doctor. Al buscar información sobre aquel Eugenio Torralba, su historia es tan o más interesante que cualquier relato de este libro. Vale rescatar este nombre que a bien Victor Hugo inserta en su relato.
De Anatole France (1844 – 1924) aparece “La misa de las sombras”, relato breve que nos muestra una peculiar misa en la iglesia de Santa Eulalia en Neuville-d’Aumont. El solemne culto a donde Catarina Fontaine acudirá está lleno de personas desconocidas, pero entre todos ellos encontrará un rostro familiar, un antiguo amor con quien se reencontrará después de 45 años : reparará en que todas las personas ahí congregadas son almas del purgatorio entre los cuales estaba su amado, el caballero d’Aumont-Cléry. El relato de Anatole France es delicioso, cadencioso, cuidando cada detalle mínimo, como cuando al pasar el canónigo recogiendo la limosna, cada alma entregará monedas de diferentes épocas y diversas valías. Esta es una historia relatada por el sacristán de aquella iglesia; como buen narrador Anatole France sabía y, al parecer gustaba de provechosas conversaciones de dónde sacaba las historias que luego él transformaría. Tiene una elegante prosa, está bien estructurada, pero no llega a entusiasmar como otros del conjunto. Aún así sirve para “descubrir” un Premio Nobel (1921) poco difundido. Estoy seguro que debe tener mejores relatos.
Algo similar pasó al descubrir a Villiers De L’isle-Adam (1840 – 1889) por intermedio del cuento “El secreto del cadalso”, relato más intenso, de gran lirismo en su prosa. El Dr. Velpeau aprovechará la condena a muerte a la que el Dr. Edmundo Couty de la Pommerais está destinado para proponerle, que en los instantes posteriores a su decapitación lo ayude en su investigación: saber si tras la separación de la cabeza del tórax hay todavía alguna posibilidad de recuerdo, sensibilidad, conciencia. Relato siniestro, aunque toca un tema muy interesante: cuántas veces habrán “investigado” en aquella época en que era común ver rodar las cabezas de tantos sentenciados.
Charles Baudelaire (1821 – 1867) aporta con “El jugador generoso”, donde nuevamente el Diablo –tercer relato donde es el personaje principal- tiene una participación destacada. Aquí también, al igual que en el relato de Papini, Baudelaire nos lo presenta bonachón, cordial, buena gente, comprensivo. El relato es breve y Baudelaire demuestra todo su talento con una escrita tan limpia y refinada que atrae en cada momento, encontrando en la frase final una inocencia que resulta muy irónica.
Los nombres de la mayoría de escritores aquí reunidos ya están en la larga lista de los imprescindibles. En lo que coinciden esta y la "Antología..." de Borges, Bioy y Ocampo es en la no aparición de escritores alemanes como E. T. A. Hoffmann, por citar tan solo uno.
Igual, antologías como esta son una gran fuente para rescatar de un probable olvido autores poco difundidos, que ya eran eternos, y que deberían ser imprescindibles.