La visita de Otegi a Barcelona ilustra con claridad meridiana el momento sociopolítico de Cataluña marcado por un pronunciado declive político y una profunda fragmentación social. La Cataluña europeísta, a la vanguardia de España, ha dejado paso a una Cataluña antisistema ocupada, única y exclusivamente, en su desintegración. Una Cataluña que adorna sus ficciones con una vasquitis adolescente.
El terrorista Otegi ha cumplido con la ley, pero con nada más. No ha condenado el terrorismo de ETA ni ha pedido perdón a las víctimas. Tiene derecho a vivir en libertad y a presumir de muchas cosas: de ex terrorista, de ex presidiario, de ex etarra, incluso de excremento. Pero no puede hacerlo de trabajar por la paz porque Otegi simplemente se limitó a asumir con cierta antelación la derrota de ETA gracias a la eficacia policial y a la colaboración ciudadana que poco a poco fue saliendo a la calle a manifestar su repulsa al terrorismo.
Como así ocurrió el 20 de junio de 1987, en Barcelona, día en el que una multitud inundó el centro de la capital para protestar contra la barbarie terrorista de Hipercor, tal y como reflejaba la portada de La Vanguardia: “La barbarie terrorista alcanzó ayer su nivel de mayor paroxismo, una semana después del salvaje atentado en la refinería de Enpetrol. Barcelona fue escenario del atentado más sangriento de los habidos hasta el momento, presumiblemente obra de ETA.”
Lamentablemente, de aquella Cataluña indignada por la masacre de Hipercor perpetrada por ETA hemos pasado a tener una presidenta del Parlamento —Carmen Forcadell— que ha recibido con dos besos al terrorista Otegi en sede parlamentaria, comportamiento que, aunque sólo fuese por respeto a las víctimas catalanas , resulta obsceno.
De aquella Cataluña de Pascual Maragall, alcalde de Barcelona, que pidió la colaboración ciudadana para acabar con la barbarie etarra hemos pasado a la de Ada Colau, alcaldesa antisistema y populista, encantada de ceder un espacio municipal para que Otegi, cómplice de aquel terrible atentado y de otros muchos, se presente como un hombre de paz.
De aquella Cataluña presidida por Jordi Pujol (entonces español de pro) que emitía un mensaje institucional emitido por TV3 en el que pidió que se rechazase de forma absoluta y radical el terrorismo sin ninguna complacencia, hemos pasado a la de Carles Puigdemont que ha permitido, compartido Y justificado la obscenidad de rendir culto al verdugo al tiempo que se humilla y ningunea a las víctimas.
Nadie puede negar que Otegi es una persona libre (aunque todavía privada de algunos derechos como consecuencia de la condena que le impuso la justicia) y que, como tal, puede ir donde quiera que le inviten. Pero también resulta innegable que para millones de ciudadanos, entre los cuales me incluyo, es un ser miserable y una persona non grata.
José SIMÓN GRACIA
La entrada Obscenidad en el Parlamento catalán #OtegiNonGrato aparece primero en JSG LITTERAE jsimon