Sin embargo, la publicidad, elemento imprescindible en una sociedad consumista, es capaz de generar en la mente de los consumidores una sensación de obsolescencia de corte lobotomizador. Se programa al comprador para que desarrolle una necesidad de "estar siempre a la última". El smartphone más potente, la tablet con más prestaciones, el coche más equipado, la ropa más mona... ningún sector, ni tecnológico ni tradicional escapan a este fenómeno.
Así, aún más subjetiva e intangible que la obsolescencia programada, la obsolescencia lobotomizada nos impulsa a comprar compulsivamente, a consumir de manera irreflexiva, para satisfacer una necesidad creada. No es necesario programar un aparato para que deje de funcionar al terminar su periodo de garantía, es más económico y fructífero programar al comprador para que sienta que necesita comprar, para que su felicidad sea directamente proporcional al número de gadgets poseídos. alfonsovazquez.comciberantropólogo