Ocaso del toreo

Publicado el 12 mayo 2013 por Cronicasbarbaras

El fantasma de Ernest Hemingway ronda la Plaza de Las Ventas durante la Feria de San Isidro, de 9 de mayo a 2 de junio, observando a los fieles aficionados de todo el mundo que llegan cada año siguiendo su primer libro taurino, “Muerte en la Tarde”, de 1932.

Los estadounidenses, japoneses, euronórdicos y centroamericanos, son muy visibles en el coso abierto un año antes de la salida del libro de ese autor cercano a la violencia, símbolo de su vida, con la que acabó en 1961 disparándose con su escopeta de matar elefantes.

Es un público fiel que, con el mayoritario español, siempre parece el mismo. Gente que va haciéndose vieja y muriendo, por lo que deja poco a poco asientos libres entre los 23.798 que en otros tiempos se llenaban cada día.

El espectáculo de los toros se acaba, aunque los taurinos no lo crean y los antitaurinos sigan queriendo prohibirlo.

A veces, no hay ni un tercio de plaza ocupado, y el número de festejos taurinos descendió el 12 por ciento en 2012 y acumula una caída del 40 por ciento en los últimos cinco años, señala el Ministerio de Cultura.

Acaban de inaugurar en el exterior de Las Ventas una estatua de Luis Miguel Dominguín que se une a las de Fleming –su penicilina salvó a muchos toreros--, Antonio Bienvenida y El Yiyo.

Tras morir en 1996 este Dominguín, saga de los Dominguines toreros, amoroso lidiador de Ava Gardner, Lauren Bacall o Lana Turner, se rompió la tradición: sus tres hijos, siendo también famosos, desertaron y cambiaron todas sus aficiones y aventuras.

La “fiesta nacional” española es inglesa, el fútbol, no la de los toros.

La mezcla de sangre, dolor, muerte y machos sementales que envuelve al fantasma de Hemingway está en su ocaso.

En pocos años los espectadores de Las Ventas habrán desaparecido, como Dominguín, sin renovación generacional.

Sólo sus espectros rondarán con los del escritor por allí, acompañados de otros grandes taurinos del siglo XX, Lorca, Picasso o Cela.

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