Océano África (Xavier Aldekoa)

Publicado el 28 enero 2023 por Gww

Xavier Aldekoa es un periodista especializado en el África Negra. A través de sus artículos en La Vanguardia viene dando cuenta de la realidad olvidada de este continente, transmitiendo su pasión y amor por esta tierra sin esconder sus problemas y desafíos.

Como él mismo señala, para querer a África no basta soñarla, hay que caminar sus calles, reír con sus gentes. Y de esto sabe mucho Aldekoa, que lleva bastante tiempo viviendo en esos países que rara vez asoman por las portadasde los periódicos y, si lo hacen, es a su pesar. Y todo este conocimiento lo lleva volcado en diversos libros, el primero de ellos, este Océano África (Ed. Península) publicado en 2014.

Señalaba Ryszard Kapuściński que África no se puede concebir sino como un océano, una inmensidad que bajo una apariencia de uniformidad esconde una variedad de difícil definición. De esta idea toma Aldekoa el título para este libro y, como el océano, nos acerca en forma de veintiún olas, veintiún pequeñas viñetas que constituyen sus capítulos, algunos tendentes a la comedia, otros a la tragedia, pero todos ellos escritos desde el conocimiento y el profundo respeto y amor a lo descrito.

En otro momento, el autor escribe que África no existe, pero sí los africanos, y es sobre ellos, sobre los que escribe. Este libro está lleno de historias, de madres que llevan a sus espaldas a bebés, cargados como mochilas mientras se destrozan la espalda trabajando en el campo, de refugiados que huyen del exterminio o de pescadores que tratan de mantener su modo de vida en un delta asolado por las fugas de petróleo.

En todos los relatos, el protagonismo es de las personas, cada capítulo nos cuenta una o varias historias que dan cuenta, a pequeña escala, de una realidad más amplia pero que nos permite poner nombre y acercarnos a eso que los grandes titulares nos esconden, la dura y terrible realidad humana. Pero siempre queda hueco para la sonrisa, el baile y el juego, para la sorpresa y la esperanza.

En África poco es lo que parece. Podemos ver cómo el antiguo rito de la compra de una esposa a cambio de cabezas de ganado se mantiene en Sudáfrica, pero rascando más en la historia, conocemos que el novio ya convive con su novia, que ésta es una profesional moderna que poco tiene que envidiar a sus colegas occidentales, pero que ve en ese antiguo ritual una muestra del respeto a la tradición, la que le ha tocado vivir, la suya, como la nuestra pasa por tirar arroz o arrojar el ramo de flores a la próxima pareja en pasar por el altar. Así, el intercambio del rebaño no es sino una muestra de orgullo y tradición, igual que orgullo es el que siente el gobierno de Botswana por su avanzada política para controlar el VIH. Y, sin embargo, bajo las frías estadísticas, la prostitución, no reconocida en el país, expande el virus con virulencia llevándose por delante las vidas de las jóvenes abocadas a una muerte que no pueden esquivar, no existen a lo ojos de nadie.  

La hospitalidad es otro rasgo de esta tierra, pero cuando uno trata de estar a la altura, se encuentra con situaciones chocantes. Así, para agasajar a una familia conocida que le va a recibir en su aldea durante un tiempo, Xavier piensa en llevar un presente y, qué mejor que una cabra, este animal que tiembla cuando se acerca cualquier festividad o celebración. Y Xavier, en el camino a la aldea se encariña del bicho, se compadece de su suerte, le anima mientras está atado en un cercado a la espera de su última hora.

En este libro hay muchas carreteras, muchos medios de transporte que han de ser reparados de manera artesanal, inventiva, no hay opción de esperar la pieza de repuesto de la casa central. Y esos caminos son duros y arduos, los accidentes frecuentes, los atascos infernales. Y, como siempre pasa en África, se asegura que todo está al lado, a un paseo, que todo está a punto de solucionarse, que llegaremos pronto al destino, y es que al hombre blanco y sus esquemas de puntualidad y precisión le mata esa indeterminación conocida, esa incertidumbre que hace que se apure cada minuto ante lo que esté por venir.

Y en ese paisaje africano se asombra uno de la profusión de teléfonos móviles, de camisetas de equipos de fútbol españoles, auténtico pasaporte de presentación para el periodista. Así, no es difícil comprender que quienes están a un click de todas las maravillas que venden los países avanzados a través de redes sociales, videos y demás pongan en juego sus vidas en un viaje por ese océano desconocido.  

Aldekoa no ahorra los momentos crueles, el alcoholismo que asola muchas zonas, la violencia tribal que se remonta a siglos anteriores al colonialismo pero que éste no ayudó a resolver con sus fronteras a base de regla y cartabón. Unos conflictos en los que también tiene su peso la religión, los atentados yihadistas y las venganzas ancestrales posibilitadas por una profusión de armas digna del Lejano Oeste. El pesar del autor es notable ya que, incluso buenas noticias, como la independencia de Sudán del Sur, apenas conocida y publicitada en Occidente, tiene ante sí desafíos tan grandes que pueden arrastrar al nuevo país a más conflictos que los que acaba de superar. Y, en todo caso, se cumple ese triste adagio que nos regala Xavier, el miedo es el primero en dar la bienvenida a la guerra y el último en marcharse cuando ha terminado. En suma, paciencia y apoyo, dos cosas que no sobran en África.

Sin embargo, algunas de las semillas de estos conflictos se encuentran en la Guerra Fría, que convirtió a muchos países en el escenario secundario de un conflicto que, por la disuasión nuclear no podía ser jugado a lo grande. Como muy bien expresa el autor, cuando dos elefantes luchan, la hierba es la que sufre y al pueblo de Somalia le tocó ser hierba. Así llegaron las hambrunas, las guerrillas, los refugiados y sus huidas y hacinamiento en campos que se convierten en el medio de vida para gran parte de la población sin la menor esperanza de cambio. Naciones enteras viven, en gran parte, de los recursos de la ayuda internacional, que mantiene sus precarios sistemas sanitarios, dependencia sin la que no podrían pasarse.

Las guerras en Chad y en la República Centroafricana son sumideros de dolor. En ellas, la presencia de los cooperantes internacionales desbordados por la situación refleja en sus ojos el naufragio de sus altos ideales en pos de una búsqueda constante de la eficacia, donde hay que decidir en segundos si dejar morir a un pequeño puede ayudar a salvar la vida de otros.  

Y también hay otras amenazas, tal vez impensables para quienes viven rodeados de Naturaleza, de vida salvaje, de una tierra en la que las carreteras se abren en canal ante el crecimiento de árboles y pastos si no se cuidan con diligencia o si no se transitan de manera masiva. Porque el cambio climático también afecta a África, el deterioro del entorno ha llevado a zonas completas al borde de la desertificación, pero también, en zonas de Nigeria, los estragos de la industria petrolera han arruinado zonas enteras del país, comprometiendo su modo de vida y forzando a la emigración involuntaria. Y así en otros tantos países.

Otro aspecto que no ha pasado por alto el autor es la presencia creciente de China en el continente. Abandonados de alguna manera por Estados Unidos y Europa, los chinos, bien de manera organizada y a través de su gobierno, bien a través de inmigración particular, están cambiando la geopolítica de África, inclinándose hacia el lado del que más ventajas puede ofrecerles y, visto lo visto, nada se les puede reprochar.  

Entre todo este dolor, entremezclado de drama y comedia, de alegría desbordante por vivir, y un desprecio absoluto por la vida ajena que muestran gobiernos y salvajes, Aldekoa encuentra el modo de hacernos un retrato, a ratos duro, a ratos tierno, que ha de leerse a pequeños ratos, para dejar que sus palabras encuentren el hueco para asumirlas y abrazarlas. Porque como dice de una manera tan hermosa como veraz, viajo a África para contar que allí viven niños con pies descalzos cubiertos con bolsas de plástico. Y después de esto, nada más puede ser dicho.

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