Mientras tanto, la población civil asistía atónita a la prolongación de una agonía que ya duraba años. Después de soportar los continuos bombardeos aéreos, ahora tenían que ver cómo sus pueblos y ciudades eran escenarios de violentos combates que ya carecían de sentido alguno. Los que eran ocupados por americanos o ingleses podían darse por afortunados, puesto que los soldados rusos fueron tristemente protagonistas de violaciones en masa contra mujeres alemanas de todas las edades, como si de un botín de guerra se tratara. Mientras tanto, los soldados vencedores iban liberando campos de concentración y de exterminio que mostraban escenarios dantescos que superaban todos los horrores contemplados hasta ese momento. El mundo iba conociendo la verdadera naturaleza del proyecto nazi y se consensuaba la necesidad de juzgar a los responsables, algo que terminaría sucediendo poco después en Núremberg.
El libro de Volker Ullrich pone su foco ante todo en los sentimientos de la población civil en un momento tan crítico, en una transición incierta hacia un futuro que no pocos veían como un tiempo de humillación y desesperanza. En cualquier caso la experiencia más inmediata de la mayoría de la gente era una especie de alivio frente al fin de los bombardeos una vez que el frente sobrepasaba sus ciudades. Para ingleses y estadounidenses esto derivó en no pocas ocasiones en sorprendentes rendiciones y en una sumisión total de la población a los nuevos conquistadores.
Al final, el gobierno de Dönitz fue tolerado por los Aliados durante un par de semanas después de la rendición, un gobierno fantasma que tomaba decisiones inútiles en un territorio que ya no controlaba. Después sus miembros fueron detenidos de una manera infamante y llevados a la prisión de Luxemburgo donde se encontraban otros altos dirigentes de la Alemania nazi que habían ido siendo capturados en este periodo caótico. La nación alemana, que tres años antes había sido dueña y señora de Europa se había convertido en un erial en el que trataban de sobrevivir soldados que se rendían, prisioneros de guerra e internos en campos de concentración recién liberados, población civil que había perdido su vivienda y sus medios de vida y otras muchas personas de múltiples nacionalidades que se encontraban en Alemania como enemigos o como aliados de los nazis. Los exiliados que volvían a su país después de tantos años quedaban atónitos ante el nivel de destrucción de una nación que parecía no poder volver a levantarse. El sentimiento general frente a esta situación insólita lo resumió bien el futuro presidente de la República Federal Alemana, Theodor Heuss: "Fuímos redimidos y aniquilados a un tiempo".