Ocho puntos de Noam Chomsky, a pedido de Ignacio Ramonet

Publicado el 22 marzo 2015 por María Bertoni

Chomsky y Ramonet grabaron el viernes 13 la entrevista que Canal 7 emitió anoche.

Además de la clase magistral que ofreció el jueves antepasado en el Foro internacional por la Emancipación y la Igualdad, Noam Chomsky nos regaló a los argentinos la entrevista que le concedió a nuestra TV Pública un día después, y que condujo otro invitado al encuentro organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación, el periodista catalán Ignacio Ramonet. El intercambio de preguntas y respuestas se emitió anoche, duró hora y media y fue interrumpido por dos discretísimas tandas publicitarias que dieron algo de tiempo para asimilar las consideraciones sobre ocho temas que el director de Le Monde Diplomatique en español propuso en el siguiente orden: la advertencia de Barack Obama contra Venezuela por “amenazar la seguridad de los Estados Unidos”, el rol histórico que Hugo Chávez desempeñó en su país y en Latinoamérica, la intención del mismo Primer Mandatario norteamericano de normalizar las relaciones con Cuba, la irrupción de gobiernos progresistas en gran parte de América latina, la(s) Presidencia(s) de Obama, el rol geopolítico de China, la presunta crisis de la prensa escrita y el eventual surgimiento de un nuevo periodismo encarnado en las figuras de Edward Snowen y Julian Assange.

Libre de los vicios narcisistas (y de otro tipo) que padecen entrevistadores locales indigestos como Alejandro Fantino, Jorge Lanata o Luis Majul, Ramonet ejerció la conducción del programa con absoluto respeto por su entrevistado, es decir, sin la absurda y vergonzante intención de mostrarse tan o más inteligente. Consciente de su rol de mero intermediario y de la envergadura histórica de su interlocutor, el autor de La explosión del periodismo fue sintético cuando abrió el programa y cuando formuló sus preguntas. Escuchó las respuestas con suma atención.

Chomsky hizo gala de un muy buen muy manejo de los tiempos televisivos. En otras palabras, rara vez se extendió mucho más allá de los ocho temas propuestos (dicho sea de paso, esta experiencia catódica habría corrido serios riesgos de resultar entreverada con entrevistados verborrágicos como Horacio González o Gianni Vattimo).

El lingüista nacido en Philadelphia fue más bien lacónico a la hora de analizar la reciente advertencia de Obama contra Venezuela. Explicó que la invocación a la seguridad de los Estados Unidos es un artilugio protocolar utilizado con frecuencia por los Presidentes de ese país. La excepción a la regla tuvo lugar en 1985, cuando Ronald Reagan pasó del dicho al hecho con el gobierno sandinista en Nicaragua: así lo prueba el embargo que le trabó después de la reprimenda.

El entrevistado también fue breve cuando habló sobre Chávez. “Hizo un esfuerzo muy importante por introducir cambios en Venezuela y en América latina” contestó antes de afirmar que lo que más enojó a Estados Unidos fue su trabajo por unir a los Estados miembro de la OPEP. Por otra parte, Chomsky relativizó el éxito de la revolución bolivariana y de los demás gobiernos progresistas de Latinoamérica: lo supeditó a la necesidad de diversificar un modelo económico basado casi exclusivamente en la explotación de materia prima (petróleo en el caso venezolano, soja en el caso argentino).

Acaso porque fue formulada cinco minutos antes del final de la emisión, la última pregunta inspiró una tercera respuesta rápida. A juicio de Chomsky, el futuro del nuevo periodismo que parecen encarnar Snowden y Assange “depende de lo que haga el público”. Tras recordar el episodio de la retención de Evo Morales en territorio europeo, y definirlo como botón de muestra de la relación servil que las grandes potencias del viejo continente mantienen con USA, el profesor emérito del MIT sostuvo que el gobierno norteamericano y las grandes corporaciones transnacionales “van a hacer lo indecible” por desinformar -o mal informar- a los pueblos y así impedir que se (les) rebelen.

Ante la pregunta anterior, sobre la presunta crisis del periodismo escrito, el lingüista puso en duda que se trate de un fenómeno inevitable. Por un lado citó el ejemplo de La Jornada de México, diario de izquierda cuya cantidad de lectores molesta a la clase empresarial de ese país. Por otro lado, sugirió buscar inspiración en el “interesante modelo” que rigió entre fines del siglo XVIII y principios del XIX en USA, cuando el Estado se había comprometido a “subsidiar a la prensa independiente” para evitar el mayor obstáculo contra la libertad de expresión: la concentración de capital.

“El periodismo actual sucumbió a esta concentración de capital y a la pauta publicitaria” dijo Chomsky antes de ironizar sobre el denominado “agujero negro de las noticias”, es decir, sobre la tendencia que reduce la información a “mero relleno” de la publicidad, hace tiempo ascendida a la categoría de “contenido”. El académico subrayó la importancia de la discusión que los argentinos mantuvimos en torno a la Ley de Medios porque desnudó la estructura comercial de la prensa hegemónica y puso de manifiesto la tensión entre dos definiciones de información: aquélla que la entiende como un derecho ciudadano y aquélla que la equipara a una mercancía y por lo tanto la somete al imperativo del lucro.

Don Noam utilizó el neologismo “libertariarismo” para referirse a la “tiranía de las corporaciones mediáticas” que exigen la eliminación de los medios de comunicación subvencionados o dirigidos por los Estados. La verdadera libertad de prensa sólo es posible cuando los medios privados conviven con los medios públicos, agregó.

Fiel a su trayectoria académica y activista, Chomsky fue sumamente crítico con USA y su dirigencia. Cuando señaló la necesidad de que los gobiernos progresistas latinoamericanos fortalezcan su economía más allá de su condición de exportadores de materia prima, aseguró que su país pudo dar ese salto siglos atrás gracias a los “campamentos de esclavos” que funcionaban en el sur “y que habrían impresionado a los nazis”. Cuando analizó el discurso de Obama sobre la intención de normalizar la relación con Cuba, citó a George Orwell y denunció el “terrorismo grave” que Washington ejerció contra la isla caribeña desde las bravuconadas de la administración Kennedy y, a partir de la década del ’90, con el apoyo logístico de los cubanos exiliados en Miami.

“Estados Unidos alcanzó la mayoría de sus metas de dominación”, sostuvo. En este pasaje de la entrevista mencionó a Henry Kissinger, concretamente a la estrategia de tratar a los países rebeldes -por ejemplo, Cuba, Vietnam, Chile- como “virus contagiosos” que hay que combatir (si es posible eliminar) en aras de la seguridad (inter)nacional.

Cuando le tocó pronunciarse sobre el Presidente de su país, el entrevistado afirmó que -ya en tiempos de la primera campaña proselitista- lo reconoció como una mera “ilusión” en la que muchos jóvenes norteamericanos creyeron. Chomsky aprovechó este comentario para sostener que, si bien “ofrece muchas libertades”, USA es una plutocracia, no una democracia. “Cuando Obama asumió, no hubo indicios de que esto fuera a cambiar”, añadió tras precisar que el uno por ciento de la población aporta la mayor cantidad de dinero en las campañas electorales y es esta minoría rica la que condiciona la implementación de políticas públicas dentro y fuera del territorio norteamericano.

“La nuestra es una sociedad dirigida por empresas”, sintetizó. Luego justificó su apreciación con dos datos: la inexistencia de un sistema básico de salud pública, que calificó de “escándalo internacional” y que -apuntó- el famoso Obamacare no consiguió revertir, y la vigencia de una ley que impide que el Estado norteamericano negocie precios dentro del territorio nacional.

El profesor del MIT también señaló un corrimiento generalizado hacia la derecha, cuyo gran motor es el “miedo de los blancos a que (latinos, asiáticos, afrodescendientes) les arrebaten el país”, miedo fomentado por los grandes intereses financieros y empresariales. Mientras el Partido Republicano sufrió un episodio de “insurgencia radical” que alejó a sus miembros de la vida electoral para ponerlos al servicio de las grandes corporaciones, “los que hoy se llaman demócratas son los que antes eran republicanos moderados”. El desbarajuste es tal que “hoy (Richard) Nixon y (Dwight Ike) Eisenhower se ubicarían a la izquierda de este espectro”.

Tras explicar la compleja -y por momentos delicada- relación que Estados Unidos mantiene con China, Chomsky calificó de “exagerado” el pronóstico de que el gran gigante asiático se convertirá en nueva súperpotencia. “Se trata de una nación con muchos conflictos internos”, entre ellos, una amplia franja de la población ubicada por debajo de la línea de pobreza, la proliferación de protestas y huelgas, graves problemas ecológicos.