Tengo ganas de meterme un buen chute de adrenalina y de subir al cuadrilátero de mi blog para boxear un rato con las palabras. Es algo que me hace sentir bien y que desde luego no quiero ni puedo controlar. Vamos a ver, existe una manera de pensar que es típica de novatos o de gente poco familiarizada con los libros y con el mundillo literario y es la siguiente: los autores buenos publican en las editoriales grandes. Los mediocres publican en las pequeñas y los malos se autoeditan. Si un autor sabe escribir publicará en una grande, no cabe duda. Me meo en los pantalones de la risa. No sabes de lo que estás hablando, chaval, y si no vete a preguntárselo a gente del calibre de José Ángel Barrueco, Mario Crespo, Daniel Ruiz García o Alexander Drake, cuyo libro nos incumbe ahora. Mira en qué editoriales publican, luego hablamos. Si sigues confuso, echa un vistazo a los que publican en las grandes, luego hablamos otra vez. ¿De verdad no te das cuenta de que la mayoría de autores consagrados se limitan a jugar con las palabras y a la postre no dicen un carajo? ¿No ves que es todo una mafia donde impera el colegueo más cutre y bochornoso? Yo publico a mi coleguita medio famosillo y luego él saca una reseña buena y le comemos el tarro a los potenciales lectores atosigándolos día y noche a través de los medios de comunicación que controlamos hasta que por fin la peña se cree la gran mentira. ¿Es que no hueles el gran engaño? Luego resulta que en medio de esta jungla sin ley surgen microeditoriales como Lupercalia, verdaderos oasis de paz donde podemos pastear buena literatura. Se trata de proyectos nacidos en la sobremesa de un restaurante o en la barra de un bar, pero casi siempre se caracterizan por ser auténticos y estar movidos por una ilusión sin fronteras que se lo lleva todo por delante (hasta que el capital lo permita, claro). Ole vuestros cojones. Y resulta que publican libros de gente con garras que acaban dándole mil vueltas a los supuestos genios furtivos, quienes copan las primeras filas de las librerías igual que los zurullos de caballo sembrados por las calles de las ferias de pueblo. Pero vayamos al grano. Ocho relatos de boxeo es el nuevo libro de un joven escritor vasco que se oculta detrás del pseudónimo de Alexander Drake (me gusta). Algunas historias son muy breves y se leen en un santiamén, mientras que otras son un poco más extensas y trabadas y hacen disfrutar a lo grande, como es el caso de Arregui, la leyenda del boxeador, sin duda la pieza magistral de este libro. En ella se cuenta la historia de un levantador de piedras llamado Arregui que justo antes del estallido de la Guerra Civil sale de Bilbao y se dirige a Nueva York, donde se convertirá en boxeador profesional. La historia no tiene desperdicio y está impregnada de ese halo melancólico que solo los grandes narradores saben transmitir, esa sensación de que todo esté pendiendo de un hilo muy fino que en cualquier momento se puede romper. Dale este libro a un agente literario o a uno de esos editores sin lecturas que circulan por ahí y ni se lo van a leer. ¿Un libro de boxeo? Bah, es un deporte demasiado violento. Hay un par de relatos cortos también muy interesantes, como Contra las cuerdas o La pesadilla del luchador. Están bien escritos y rezuman honestidad por todos sus poros, y eso, querido lector, te aseguro que es algo que no tiene precio y que solo está al alcance de unos pocos. Desde que practico Yoseikan Budo he leído un sinfín de libros de boxeo y artes marciales, y tengo que reconocer que este es sin duda uno de los más logrados. En una carta que Arregui escribe a su familia leemos lo siguiente:
"En América mi carrera como boxeador está resultando mucho mejor de lo que hubiera podido imaginar. En el fondo todo esto no es muy diferente a levantar piedras. Tienes un reto frente a ti y debes intentar superarlo. Algunos de los hombres con los que he peleado son realmente duros, pero por lo menos aquí no me van a disparar con un fusil" (pág. 69).
Honestidad, un buen gancho de izquierda y un corazón muy grande. Mezcla estos tres ingredientes y te salen ocho relatos de boxeo. Pones tres cosas en la olla y salen ocho: una receta cojonuda.
Moraleja final: comprad el libro como sea. Es posible que en algunas librerías no lo tengan, como por ejemplo en Barcelona, ya que las distribuidoras siempre arriman su sardina al ascua de los grandes grupos, pero no desistáis. Podéis comprarlo directamente en la web de la editorial o amenazar al librero con enviarle un sicario si no os lo consigue rápido. Intentad haceros con un ejemplar; os prometo que me lo agradeceréis. Ahora ya toca ir a acostarse. He peleado un rato y en mi mente no se dibuja ninguna sombra. Solo paz. Buenas noches.