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Octavo aniversario (o sobre el sentido de un blog literario)

Publicado el 14 enero 2018 por Rusta @RustaDevoradora

Octavo aniversario (o sobre el sentido de un blog literario)

Hace ocho años, el 14 de enero de 2010, publiqué la primera entrada de este blog. Por aquel entonces no tenía ningún propósito, ni me lo planteaba como un proyecto a largo plazo. Llevaba años hablando de libros en diversos foros y comunidades online; en un momento dado esa discusión se desplazó a la plataforma del blog, y yo, siguiendo a la manada, me uní. Sin más. No fui original, ni me pensé mucho el nombre (esto último lo lamento, dado que al final se ha convertido en aquello que se identifica conmigo). Suelo pensar que las decisiones que más me han marcado son aquellas que tomé sin darme apenas cuenta, como llevada por un impulso, sin reflexionar, sin darles las mil vueltas que doy a todo. Con el blog, se me abrió una puerta. Siempre he leído mucho, pero desconocía lo que había detrás de un libro, más allá de la imagen borrosa del autor. Escribir sobre libros en la red, estar pendiente de las novedades, me acercó a este mundo. Con el tiempo, y después de muchas dudas sobre mi vocación, me formé en humanidades. La evolución de mis reseñas a lo largo de los años se debe a la suma de las destrezas pulidas con el estudio y el enriquecimiento de mi experiencia como lectora.

Elena Ferrante, en su libro La frantumaglia, explica que las mujeres siempre han sentido la necesidad de escribir, no solo por oficio, y que la ponen en práctica sobre todo cuando se sienten mal y tratan de entenderse a sí mismas, de ordenar sus ideas. De alguna manera, en 2010 empecé a canalizar mi malestar en forma de comentarios sobre mis lecturas. Podría haber comenzado un blog personal, a modo de diario, o podría haber escrito relatos, como ya había hecho antes. Hay muchas posibilidades, pero la que se impuso, la que ha perdurado, son las reseñas. A veces me pregunto si ha sido una pérdida de tiempo, si no habría sido mejor intentar escribir algo más productivo o creativo que los contenidos, perecederos y amateurs, de un blog, de un blog entre miles de blogs. No escribo con la intención de ofrecer un servicio; soy muy consciente del alcance limitado del blog, y del hecho de que quienes lo leen ya son grandes lectores, no estoy "creando" a nuevos aficionados. Aun así, si con las reseñas he ayudado a alguien a elegir lecturas que le han resultado placenteras, me alegro.

Mi percepción del blog se ha ido modificando con los años. Durante mucho tiempo me obsesioné con la profesionalización: el blog me parecía un taller de prácticas, un entreno para, algún día, "dar el salto" a una revista o periódico. Me esforzaba en dar lo mejor de mí en cada reseña, en demostrar mi valía. Eso se acabó. Me gustaría escribir para algún medio, es un sueño que tengo desde jovencita, pero ya no me angustia el no lograrlo. Si llega, bien; si no, puedo vivir con esa carencia. En los últimos dos años perdí demasiado tiempo lamentándome por no conseguir que me pagaran por escribir, por no sentirme reconocida (más que el dinero, lo que ansiaba era el "reconocimiento", la confirmación de que sé escribir reseñas y artículos, de que lo hago más o menos bien, de que esto no es una pérdida de tiempo). En ocasiones encaucé mi insatisfacción, erróneamente, hacia el blog: me parecía que todo lo relativo a este, desde la redacción de una reseña a responder un comentario en las redes sociales, reforzaba mi amateurismo y me alejaba de ese ambiente tan serio y riguroso (en teoría) de los críticos profesionales. Por suerte, esa etapa pasó. He tardado, pero por fin he encontrado el sosiego con el que disfrutar de lo que tengo sin obcecarme en lo que me falta. Me siento serena, tranquila, y con más ganas de escribir que nunca.

Las grandes aspiraciones no son del todo malas: cuando se inicia una actividad, como un blog, ayudan a mantener la motivación, a ser constante. A estas alturas, sin embargo, ya no veo el sentido de mi blog en un hipotético "premio" futuro en forma de trabajo en una revista. El sentido, si se puede denominar así, es el blog mismo. El bienestar que me aporta cuando me siento a escribir. Los contactos (por superficiales que sean) con lectores, autores, editores y otros profesionales del sector. Pero sobre todo escribir. Escribir me relaja, me pone de buen humor, me abstrae de los problemas; con el blog di con un medio con el que perseverar en el ejercicio de la escritura y el análisis literario. Esto último también me enriquece: la oportunidad de profundizar en el conocimiento de aquello que me apasiona. Veo mi blog como una especie de "obra" que se expande poco a poco, que se ramifica y adquiere nuevos matices, que ahonda en unos itinerarios y picotea en otros. Me permite reflexionar más sobre mis lecturas y ordenar esos pensamientos al ponerlos por escrito.

Mi blog es un cuaderno de lecturas, solo que con la particularidad de ser público. Me da cierto pudor el egocentrismo que denota, el afán por ser leída. Aunque también en esto he cambiado. Hace años que las estadísticas dejaron de preocuparme; ante todo, y me repito, tengo el blog para escribir, para liberar esa creatividad de la que mi trabajo, el de verdad, carece. En un aniversario, no recuerdo cuál, escribí que el blog me permite vivir de manera más intensa mi relación con la literatura. Se trata de eso, nada más que eso. Hice del blog una extensión de mi fiebre por los libros, por las historias. Vuelvo a Elena Ferrante: "los títulos [académicos] dicen poco o nada sobre lo que en realidad aprendimos por necesidad, por pasión. [...] lo que de verdad nos formó, paradójicamente no nos cataloga"*. Me siento identificada. El blog no me da más adjetivo que el de "bloguera", como mucho el de "lectora" (pero no se me puede considerar ni crítica ni reseñista ni redactora profesional), está en el apartado "Otros datos de interés" de mi CV, al final, debajo de las secciones "importantes", y no obstante le he dedicado tantas horas, le he puesto tanto de mí, que a su modo me define más que las tareas remuneradas. Es por eso que aún sigo aquí, aún no me canso. Porque no quiero renunciar a todo lo que el blog me proporciona, ese capital simbólico. Si, además, le aporta algo a quien me lee (siempre o de vez en cuando), le doy las gracias por su confianza.

* Elena Ferrante, La frantumaglia. Un viaje por la escritura, Lumen, trad. Celia Filipetto, 2017, p. 199.


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