A esta película le tengo mucho cariño, pues recuerdo haberla visto repetidas veces a lo largo de la infancia y ella fue la que hizo que me aficionara para el resto de mi vida al personaje de James Bond. No hay que buscar demasiada lógica a muchas de las escenas de Octopussy, hay que contemplarla como una muy entretenida película de aventuras, aunque en este aspecto resulta un poco contradictoria: a la simplicidad de su enfoque se añade un trasfondo bastante complejo, una trama protagonizada por un general ruso que pretende provocar la Tercera Guerra Mundial. Todo lo que tiene que ver con esta trama, bastante compleja, está bien hilvanado para que culmine en una escena inolvidable: James Bond vestido de payaso desactivando en el último momento una bomba nuclear preparada para estallar en una función de un circo. Aquí Roger Moore deja ver que no era mal actor en absoluto y sabe imprimir el suficiente dramatismo a ese momento clave. Por lo demás, Octopussy no ha envejecido nada mal. Cuenta con una escena precréditos realmente espectacular, ambientada en Cuba, y su ritmo es verdaderamente trepidante, tomándose sus descansos con momentos realmente elegantes, como el de la subasta con el huevo de Fabegé. En su debe, algunos enormes absurdos, como el grito de Tarzán cuando Bond está huyendo en plena jungla india.