Octubre 2ª Quincena / 16

Publicado el 31 octubre 2011 por Esbilla

16/10/2011. Drive, Nicolas Winding Refn, 2011, USA

Thriller de diseño de cierta cualidad hipnótica y acariciante acabado que viene a ser una evocación fantasmagórica del noir norteamericano entre los últimos 70 y la mitad de los 80, destilando referentes al existencialismo Melville-pop de Walter Hill, la obsesividad nocturna de Michael Mann, la minuciosidad decorativo/bressoniana del Schrader de American Gigolo o incluso el horterismo controlado (más o menso) del Friedkin de Vivir y morir en L.A.. Por desgracia el resultado no termina de atreverse con el vaciado radical, lo que supone la persistencia de una historia vulgar, unas motivaciones cursi-tópicas y unos villanos y secundarios de cuarta que lastra lo verdaderamente fascinante: la abstracción. Cuando Winding Refn permite que su poderoso sentido de la composición acompañe al penetrante silencio, con punteos de Badaleamenti de por medio, de su héroe y se centra en las acciones dejando que estas hablen solas, el film emerge e instantes como el escorpión, prestado de Kenneth Anger, respirando por si mismo en la espalda de la chaqueta más estilosa vista en el cine moderno justifican, casi, un film al completo.

16/10/2011, Valor de ley, Joel & Ethan Coen, 2010, USA

Seco western itinerante que adapta la novela, excepcional, de Charles Portis reconociendo en ella un material de gran cercanía con respecto al tono y fijaciones (la humorística pulcritud del lenguaje, por ejemplo) de sus responsables y que encima, prolonga con coherencia su política de revisitación de los géneros populares. Puesta en escena con la pulcritud acostumbrada (ritmo desafiantemente lento, gusto por la composición del plano, empleo elegante de las transiciones, incluido el recurso al fundido-encadenado ya en desuso,…), con una fotografía soberbia del gran Roger Deakins y muy bien interpretada se separa con personalidad de la sombra del clásico de Hathaway, un film épico-cómico construido entorno a la personalidad de John Wayne, ofreciendo una acercamiento de sólido verismo a la época, algo ya capital en la novela de Portis, todo sea dicho, y que nada tiene que ver con la desmitificación.

18/10/2011. Invictus, Clint Eastwood, 2009, USA

Un deseo ajeno, el de Morgan Freeman por encarnar a Mandela, asumido por Eastwood con su profesionalidad habitual y perfectamente integrado en el discurso actual de su carrera. Un film sobre la esperanza y el poder, pragmático, de los actos simbólicos que sortea, en la medida de lo posible, las peores tentaciones de las ficciones de su rango gracias a una combinación de narración pura, atención al detalle y ausencia de pretensiones, que al cinismo opone la fuerza emotiva de una buena historia bien contada.

19/10/2011. El médico de la mutua, Luigi Zampa, 1968, Italia

Afilada sátira popular del sistema sanitario italiano de la época, sus perversiones, corruptelas y picarescas varias, siguiendo la experiencia hacia arriba en lo profesional, hacia abajo en lo ético, de un doctor recién licenciado a la caza de mutualistas (cuantos más mutualistas, es decir asegurados por el estado, tuviera un doctor más compensación recibía por atenderlos). Episódica y discontinua, repleta de apuntes sociológicos virados en caricatura quizás a Zampa le falte la elegancia técnica y la sutileza de otros colegas pero le sobra acidez y veracidad en su retrato, despiadado pese al humor festivo que Sordi siempre parece encarnar con gran inteligencia ambigua, de uso y costumbres de una sociedad acostumbrada a lo sumergido.

20/10/2011. Poder absoluto, Clint Eastwood, 1997, USA

Absorbente thriller de política ficción en el cual Eastwood, tras la cámara, transciende la medianía e inverosimilitud de la mayoría de sus elementos, una veterano ladrón ve como los hombres del presidente ejecutan ala amante de este durante una sesión sexual descontrolada, en base a la aplicación, ya habitual, de una óptica fabulística, unida a su pulso narrativo y su elegancia en la planificación (el magnífico atentado contra la hija del, protagonista es un ejemplo de mecánica y discurso: atrapa sin remedio en virtud de su ritmo y equipara, de manera efectiva y visual, al asesino por contrato y al asesino de estado al encadenar su idénticos rituales con las armas). Eastwood ejerce aquí una variación sobre sus habituales “perdedores pero ganadores” que, además, son una suerte de mediadores evanescentes de cuño propio: elementos fuera del sistema, por voluntad, cuya intervención, por lo común violenta, es necesaria para alterar un statu quo perverso, tras lo cual deben por obligación desvanecerse; lo cual entroncaría con lal cualidad fantasmagórica de multitud de héroes “estwoodianos”. Evidentemente todo esto se plantea sin sombra de trascendentalismo ni pretensiones de ningún tipo, sino desde el gusto por el género bien facturado, la narración sólida y el sentido del humor. Genial Eastwood como actor, por cierto, rodeándose de un soberbio reparto donde destaca un formidable Scott Glenn.

21/10/2011. El forastero (The Westerner), WilliamWyler,1940,USA

Memorable western, clásico por derecho, que reflexiona sobre la construcción, violenta, de Norteamérica en base a una de esas figuras con un pie en la realidad histórica y otra en la leyenda de las historias: el juez de la horca Roy Bean. Cochambre, humor (negro) y detallismo, en todos los sentidos y ámbitos, se dan la mano dentro de una narración limpísima y una puesta en escena de cierto gusto barroco. Gary Cooper está soberbio como pícaro finalmente reformado pero es Walter Brennan quien entrega un personaje para la eternidad como juez, autonombrado, mitómano, traidor y megalómano y aun así, o precisamente por, entrañable, carismático y arrollador. Una pareja formidable, llena de matices en claroscuro. En papeles secundarios se dejan ver gente tan grata como Chill Wills o el luego estelar Dana Andrews y la fotografía de Greg Toland (toda la larga secuencia del incendio, y en especial su después, resulta prodigiosa) y la música de Tiomkin rematan el conjunto.

Olly Moss

24/10/2011. Harry el sucio, Don Siegel, 1971, USA

En una de las últimas entregas de la saga uno de los personajes se refiere a Harry Callahan como “la única constante en un universo cambiante”. El es, al menos superficialmente, el héroe monolítico; el más estilizado y rotundo de los “hombres fuera de su tiempo” del policial de los 70: códigos simples, de otros tiempos y otros ámbitos, enfrentados, golpeados literalmente, por una época rugiente en claroscuro moral. Harry es un extraño ejemplar de desencantado idealista de antisistema defensor del sistema, un igualitario absoluto pues a todos odia al mismo nivel; una fachada, un revestimiento cínico para no dejar ver a una figura que lleva toda la culpa del mundo sobre sus hombros (¿es gratuita esa gran cruz bajo la cual fracasa?): la angustia de Harry es la opuesta a la de Travis Bickle en Taxi Driver: no puede salvarlos a todos. En esta primera y superlativa ocasión Siegel, con un pulso fuera de serie y un sentido de lo que vale dramáticamente la imagen de concisa pulcritud (la cámara alejándose espantada del estadio, entre el barullo sonoro de Lalo Schifrin, cuando Harry tortura a Scorpio), lo enfrenta a un mal gratuito, por ello incomprensible, caótico, capricho y sadomasoquista que habilita la (retro)interpretación del film en una clave tebeística: Scorpio es un Joker de la era hippie, una risa que mata. ¿Sería Harry entonces la posible/plausible  premonición de un Batman escrito por Frank Miller?.

24/10/2011. Judge Priest, John Ford, 1934, USA

Comedia sentimental y costumbrista situada en una arcadia sureña que no está en otro lugar que en el de la memoria romántica. Al igual que los otros dos títulos que Ford rodó con/para Will Rogers en los 30 (Doctor Bull y Steamboat round the bend) es un dechado de gramática parda, anarquismo ordenado, sentido del humor y sentido común. También, como tantas otras veces, se trata de un film sin trama, sustituida por la situación y la observación. Un anecdotario hondo que parece superficial, como esos pequeños charcos calmados que solo se sabe cuanto de profundos son una vez que te metes en ellos, que tranquilamente permite equiparar a su director con el espíritu y la obra de Mark Twain. Formalmente está resuelto con la misma sencillez efectiva, prodigioso empleo del fuera de campo y de la elipsis.

26/10/2011. El jinete pálido, Clint Eastwood, 1985, USA

En su estudio para la revista Dirigido por… Tomás Fernández Valentí afirma que Eastwood retoma el género justo allí donde fue dejado por sus antecesores. En coherencia con el imaginario del cineasta esto puede interpretarse como que tras el clasicismo, el psicologismo, el manierismo, el revisionismo y el crepúsculo solo queda asumirlo desde lo fantasmático. La película emerge como un depurado de sus incursiones anteriores en el género, definitivamente gótica, simultáneamente norteamericana (Raíces profundas como molde) y europea (Leone e Infierno de cobardes aparte, de la cual Eastwood recupera numerosos atributos para su héroe espectral, el espacio escénico y la imaginería retrotraen a títulos como Y Dios dijo a Cain o Django, el bastardo). Al igual que la poética de su cine se definirá aquí al completo también lo hará su plástica, entre el naturalismo y el tenebrismo para redondear un conjunto donde la riqueza de elementos no supone preponderancia de ninguno, donde la estilización conceptual no anula la emoción, de asombrosa precisión narrativa e idéntica potencia icónica en su reflexión (práctica) sobre la imagen y reminiscencias del cineasta/intérprete hasta el momento.

27/10/2011. Cuestión de honor, Gavin O’Connor, 2008, USA

Enésimo drama sobre corrupción policial, en versión familiar/corporativa, con un ojo en el género tal y como se entendía en los acres 70 y otro en la gran narrativa criminal norteamericana literaria y televisiva de los 2000, siendo un facsimilar  blanda y saturada de tópicos de ambas (caracterizaciones, diálogos, iluminación,… solo escapa la excelente banda sonora de Mark Isham). O’Connor dirige con eso que es barullo pero se confunde con nervio, prefiriendo la cámara en mano y la agitación para así no tenerse que parar a pensar en cómo componer un plano para que signifique algo, para que sea una pieza narrativa y dramática y no solo un momento puesto detrás de otro. Dispersa en lugar de concreta, obtusa en vez de ambigua y saturada de elementos/personajes que luego no llevan a nada, la remata un final impresentable. Ni siquiera los actores están especialmente lúcidos, a excepción de los excelentes trabajos de Farrell o Jon Voight. Norton, en cambio, está igual de pagado de si mismo que casi siempre.

8/10/2011. Sin perdón, Clint Eastwood, 1992, USA.

Por primera vez en su cine Eastwood parece un anciano. Flaco, lechoso, los ojos hundidos en su impresionante clavera. En uno de los mejores instantes de la película afirma, febril, haber visto al ángel de la muerte y que este tiene ojos de serpiente. Resulta legítimo interpretar que el cineasta/personaje se ha colocado, cara a cara, con la imagen de su pasado y su mirada verde y entrecerrada. Durante el clímax, apoteósico, directamente bíblico y planificado como si de un film de horror se tratare (o uno de aquellos tortuosos spaghetti-góticos que están clavados en su plástica), Eastwood recupera el ángel de la muerte que fue, incluso sus espuelas tintinean como tantas veces antes, en una doble vertiente, perfectamente amalgamada pese a lo antitético de la misma: lo sórdido -el pistolero despiadado que necesita lubricarse con alcohol- y lo mítico -la reminiscencia que arrastra su presencia en el western desde Leone-. La reflexión descarnada, hiperrealista, y la estilización que hace vibrar al público. “Sin perdón” es una montaña desde la cual se divisa el género y la historia, tanto hacia el pasado como hacia el futuro. Una recapitulación no tanto sobre la violencia en general, que también, como sobre “su” violencia. Sobre la figura/icono que es Eastwood y sobre todas las violencias cometidas en pos del espectáculo y la emoción fílmica. Pero esto no supone un acto de contrición, ni de arrepentimiento, más bien una confrontación, de acre crudeza, con la parte más tenebrosa de su propio imaginario.

29/10/2011. Maciste, el coloso, Antonio Leonviola, 1961, Italia

Maciste, el itinerante, sigue deshaciendo entuertos donde le pilla en este delicioso peplum de espíritu fantastique-delirante. Para la ocasión el forzudo, con el hosco rostro de pocas luces de Gordon Mitchell,  se enfrenta a una pérfida, aunque redimida luego, descendiente de Circe, encarnada con su incitante erotismo de fotocromo por Chelo Alonso, y al último de los cíclopes, empeñados en borrar el linaje de Ulises. Entre medias aventuras naif, intrigas palaciegas a troche y moche, músculos en tensión y un tercio final memorable, atmosférico y lleno de emoción de tebeo.

30/10/2011. La jungla humana, Don Siegel, 1968, USA

Operación comercial dedicada a testar si el atractivo de Eastwood resistía el entorno contemporáneo. Para hacer la transición menos brusca se mantuvo la imaginería/ética del western que lo había convertido en estrella del momento; lo cual incluye incrustaciones cínicas, laconismo cortante y violencia sin componendas. De tal modo el resultado es un híbrido thriller urbano y western cazurro tirando a tosco, al cual sostienen sus buenos secundarios y la competencia de Siegel, así y todo más atropellado que conciso. Mediocre en definitiva, aunque entretenido, se salda con un doble triunfo personal: por una parte encuentra a un director que sacará lo mejor de él en futuros encuentros y por otro afirma su insuperable posición/imagen como “maquina de matar y amar”, parafraseando al sargento de artillería Highway.

30/10/2011. Historias de terror, Roger Corman, 1962, USA

Injustamente poco recordada incursión de Corman en territorio Poe según la lógica sincrética del cineasta y de acuerdo a una disposición, novedosa, en capítulos independientes que adaptan Morella, El gato negro y El extraño caso del señor Valdemar. Resultan una fusión ideal de libertad en la adaptación y fidelidad espiritual, unas veces farsesca y otras trágica, siempre irónica. Puestos en escena con económica suntuosidad, empleo expresivo/distintivo del color y geniales interpretaciones -rodean a Vincent Price, con papel en los tres, presencias tan deliciosas como Peter Lorre, Basil Rathbone o la bellísima Debra Paget-. Si bien todos resultan disfrutables el central, alegre fusión de El gato negro y El tonel de amontillado, es una pieza maestra del humor negro, con un Lorre absolutamente genial con su imposible físico de sapo.

31/10/2011. El aventurero de medianoche, 1982, Clint Eastwood, USA

Eastwood lleva su imagen y su fascinación por los derrotados con una última oportunidad allí donde antes nunca había estado, montada en las ruedas de una tragicomedia que comienza pícara y termina doliente. Un americana sensible y sincero, de narrativa limpia, voluntad emocionante y dobleces tenebrosas que se mira en la gran narrativa del país y en la tradición musical del mismo, hasta el punto de que ese factor, la musicalidad, se adhiere a las imágenes y contagia la cadencia de todo el conjunto. Si como director la cinta supone un triunfo, y un riesgo enorme en su día, como actor no lo es menos: Red Stovall, con su ternura obtusa, su egoísmo y su patetismo resulta una creación soberbia, profunda. El resto de intérpretes, incluidos su propio hijo y un ya anciano pero todavía genial John McIntire se colocan a similar altura, dirigidos sin alardes de ningún tipo. Por cierto, el final es magistral. Fordiano.

31/10/2011. Le Convoyeur, Nicolas Boukhrief, 2004, Francia

Un hombre inescrutable comienza trabajar en una pequeña empresa de seguridad que ha sufrido una serie de asaltos recientemente a sus furgones y la cual va a ser absorbida en breve por una corporación norteamericana. En principio la novedad hace pensar a sus compañeros que es un infiltrado para escoger los despidos. En realidad su relación es más antigua y traumática. Un intento, en principio curioso y hasta atractivo, de polar social que pretende jugar a distintos niveles y texturas (critica de la situación socioeconómica, realidades laborales, seca abstracción de género, humor negro, laconismo expresivo, catarsis violenta…), quedándose en un engrudo pastoso, de notable pretenciosidad pese a su aparente modestia y deriva absurda/gratuita. Muy mediocremente interpretado, además, se sostiene por las buenas maneras de la realización, especialmente cuanto más concisa y sencilla, y guarda más que algún parentesco con un título, este si, magistral de la gran etapa australiana de Bruce Beresford: Asalto al furgón blindado, rodada en 1978.