Lima es una ciudad ruidosa, tal vez demasiado. Sumergida en el caos de la cotidianidad, con las máquinas que incesantemente taladran, derrumban o construyen en un ambiente urbano siempre cambiante, siempre rehaciéndose; con el tráfico de esa larga hora punta que dura en promedio doce horas diarias y nos hace sentir que siempre estamos en un atasco; con los jaladores de las combis, los vendedores, y el que tiene una Biblia desgastada que agita en el aire mientras profetiza el Apocalipsis que viene tan cerca como el próximo paradero; todo simultáneamente, todo caos.
Pero Lima también es una ciudad musical. Una ciudad que tiene mayor cantidad y variedad de ofertas en una semana que muchas otras a lo largo de un mes. Es la ciudad donde se alza el Gran Teatro Nacional, cuya sala ostenta una de las mejores acústicas del continente, donde los ritmos afroperuanos se suceden noche a noche en diferentes locales, donde hay conciertos gratuitos de jazz cada semana. Es la ciudad de donde ha salido gente tan disímil como Alejandro y María Laura en el indie, Dengue Dengue Dengue con la electrocumbia y Pauchi Sasaki con su experimentación sonora. Desde la salsa del Callao hasta la Orquesta Sinfónica Nacional en San Borja, es una ciudad que suena, y suena muy bien.
A ras del suelo, entre los buldócer vaciando cemento para una ciudad que quiere cambiar su rostro hasta el concierto para piano del Teatro Municipal, el limeño se encaja sus audífonos, al abandonar su casa hasta llegar al colegio, la universidad, el trabajo, y se los suelta justamente al volver a ese último reducto de privacidad en una sociedad tan sobreexpuesta.
Los hay en todas las formas, tamaños y colores. Los que se ajustan al oído como una especie de parásito intentando acceder a nuestro cerebro, los inmaculados y ergonómicos de una conocida marca de teléfonos, hasta los que cubren medio rostro. Rosas, negros, camuflados. Salir a la calle en Lima es toparse con una exhibición de audífonos, de personas encerradas en su propia banda sonora y lejos del mundanal ruido.
Porque todos la tenemos, ¿no es cierto? Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia banda sonora, donde cada track está irremediablemente asociado a un recuerdo, una experiencia o una acción concreta. Es el playlist que pones cuando sales a correr, la canción que hiciste sonar hasta el aburrimiento aquella vez que te enamoraste o los discos que escuchabas a rabiar con los amigos.
Pero este mes de octubre los dioses de la música son generosos con nosotros y nos ofrecen la oportunidad de corporeizar esas canciones, de dejar de disfrutarlas como un placer culpable de consumo individual y de escucharlas a todo volumen, rodeado de miles de otros que, como nosotros, se juntan para vivir la experiencia colectiva de la música, quedarse afónicos y, por una vez, sacarnos nuestros audífonos para grabar un nuevo track en nuestra memoria.
Jeans, zapatillas y mucha actitud
Si cruzas los 30, si ya llegaste a los 40 o incluso coronas 5 décadas por estos lares, este mes tienes un Ciudad Rock, el 8 de octubre, que atrae al Iggy Pop que sigue metiéndole el mismo frenesí a los conciertos y que está en nuestra memoria con la imagen de Ewan McGregor corriendo a todo pulmón. En nuestra lengua también se presentan Molotov y Andrés Calamaro.
El mes avanza con una de las barajitas doradas del rock progresivo, Alan Parsons, quien llega a Lima no para mostrarnos alguna novedad, que escucharlo ya lo es y bastante, sino para hacer un repaso por lo mejor de su dilatada trayectoria. Estará el 12 de octubre en un espacio ideal para el rock progresivo, el Gran Teatro Nacional.
Los ángeles caídos de Aerosmith no sólo tienen muchas décadas haciendo buena música, sino que revolucionaron el papel del videoclip en la década de los noventa, con una Alicia Silverstone que se niega a abandonar nuestros mejores recuerdos. Ellos se están yendo y decidieron pasar a despedirse, acompañados de Bush, el 24 de octubre en el Estadio Nacional.
Como plato principal, en una época en que los recuerdos y el pasado tocan más fuerte la puerta y vienen a visitarte cada vez más seguido, lo que pareció durante años un divorcio sin vuelta atrás se convierte en una feliz reunión. El mes cierra con una dosis de Guns and Roses con su alineación original, o al menos la mayor parte posible, con W. Axel Roses, Slash, Duff McKagan y Dizzy Reed. Es cierto, no es noviembre, pero tal vez estos músicos que vienen a refrescarnos la memoria y la pasión por la música hagan que llueva en Lima, aunque sea el último día de octubre.