Odio todo esto

Publicado el 14 septiembre 2010 por Elrosso

Internet es una herramienta que amplifica el ego del usuario. El hecho de poder meditar nuestras afirmaciones desde el cálido seno del hogar convierte a las redes sociales y sistemas de mensajería en un lienzo perfecto para plasmar las penurias del pueblo sin el pánico escénico y tendencia a la precipitación tan propia de la sociedad en la que vivimos. Desde que el gran público se abalanzó a la red de redes al ser censadas como “algo que está de moda” hemos visto cómo florecía una retorcida y desdibujada subcultura tecnológica de masas donde cualquier tribu social o tendencia underground tenía cabida, dando rienda suelta a la difusión de los rasgos distintivos y defectos de cada uno de manera amplificada.

La web 2.0, una ventana al resto del mundo, información instantánea entre dos puntos cualesquiera del globo, interacción social en pos del desarrollo, la tolerancia y la globalización. Todo esto está muy bien cuando un becario escribe un artículo en el 20 minutos sobre nuevas tecnologías, pero al final, el verdadero sustrato sobre el que se sustenta el uso que hace la gente de sus líneas ADSL se basa en paridas, paridas de proporciones épicas que han copado la red hasta el punto de tapar y esconder aquellos pequeños retales que son verdaderamente interesantes, amén de desaprovechar una poderosa herramienta de cara a la creatividad y el desarrollo personal.

Messenger:

Las redes sociales le han ganado terreno a los servicios de mensajería instantánea de toda la vida, pero viejas costumbres nunca se pierden, y la fauna del Messenger sigue utilizando su sistema de comunicación primigenio, donde podemos ver todavía esas costumbres comunicativas tan adorables en forma de nicks sazonados con frases, colorines e iconitos. Lo que hace una década empezó siendo un buen sistema de comunicación para charlar con tus primos de Albacete se fue convirtiendo en un escaparate de penurias y un medio más que eficaz aunque impersonal para tirarle los tejos a las chavalas. Sea este un breve repaso por aquellos carismáticos recursos  para sazonar los nicks de usuario y que son algunas de las marcas distintivas del asentado servicio.

  • Las frases en inglés: La estrofa de una canción de Rihanna puede ser un excitante reclamo para intelectuales de chichinabo, aún cuando ni el propio usuario sabe lo que significa. Especial mención para la horrorosa moda del -ing. Estudianding, curranding, duchanding… ¿Qué mierda es eso? ¿Un revolucionario método para hacer parecer interesante una tarea cotidiana que no lo es? Y lo que es más importante… ¿A quien le importa que te estés duchando? Tal vez a tu madre, pero a ella la tienes en el salón para recordártelo.
  • Los juegos de palabras: Chorizos al estilo “El amor es como las albóndigas, pero las albóndigas nos enamoran” pueblan mi lista de contactos. Ingeniosas frases que en muchos casos salen de la mente del que las plasma en un alarde de sapiencia que debe ser por todos los medios compartido con el mundo. El pedo de un predicador, como quien dice.
  • Mensajes crípticos: “Hay gente que da asco”, “Ojalá estuvieras aquí”, “La vida a veces nos da palos”. Lamentos al vacío que no son más que una versión digital del tirar la piedra y esconder la mano. Con lo claro y directo que sería poner “Juanma, eres un hijoputa”. El locutor se quedaría a gustísimo y no habría lugar para la confusión por parte del receptor. Si la gracia de la cháchara vía internet es la disminución de la vergüenza al no tener al destinatario de nuestras movidas delante, no comprendo estas actitudes de timidez estando al otro lado de la barrera.
  • El reclamo del abejarruco: “No estoy pa nadie”. O lo que es lo mismo, “me ha pasado algo supuestamente chungo, y ardo en deseos de que me lo preguntéis pero me hago el interesante”. Si realmente has terminado una relación de siete años con tu pareja, lo que menos ganas tendrías es de poner el messenger, así que no será tan grave. Derivaciones mucho más sutiles y finas son poner puntos suspensivos tras el nombre o cambiar tu nick por tu verdadero nombre de pila, dándole al asunto un empaque y una sobriedad de la que vamos, no somos dignos.

Facebook y Tuenti:

Si una sola línea de texto daba tanto juego como menciono en el apartado anterior, esta pasarela Cibeles del ego superlativo que suponen estas dos redes ha maximizado todo aquello que resultaba deshonesto e innecesario, pudiendo mostrarle al gran público retazos de nuestra vida cotidiana como quien tira publicidad de Mediamarkt en un buzón.

  • Una vida interesante: Hace unos días, estaba en casa de mi amigo el de la coleta junto a otras amistades. Era bastante tarde, estábamos pasando el rato charlando y tomando unas copichuelas. Eso sí, con pocas ganas de invertir el tiempo en nada que requiera un mínimo de preparación. Estábamos, como se suele decir, aplatanáos. Una de las chicas presentes estaba echando un vistazo a su cuenta de Facebook con su portátil. Sorpresa la mía cuando al día siguiente, al echar un ojo a mi cuenta, veo que ella había escrito en aquel momento algo así como “¡De fiestaza loca en casa de unos colegas!”. Loca, loquísima. Sirva el ejemplo para ilustrar esas ansias por compartir todo lo que molan nuestras actividades con nuestros contactos.
  • Foto Tuenti: Mención aparte para esas mastodónticas galerías de fotos en las que el grupete de amigos realiza poses en algún bareto cubata en mano con cara de “tó loco, tío”. Ya sabéis, haciendo cosas como chuparle una teta a tu colega, ponerse dos vasos de tubo en los ojos o enseñar al respetable tus calzoncillos marca Uomo. Luego les preguntas cómo se lo pasaron aquella noche y te dicen: “Pues fue una puta mierda”. Ostias, pues si os lo pasáis mal y aquello parece Sodoma y Gomorra, Dios nos pille confesados como montéis el numerito algún día que os divirtáis de verdad.
  • Compártelo todo: Desde el primer pis en la taza de tu crío hasta esa pelotilla gris que te ha salido en el ombligo y no para de crecer. Te puedes montar una vida en directo y crearte incluso una dependencia que te insta mostrarle a todo cristo hasta la última foto que saques, llegando incluso a realizar fotos con visos a colgarlas, lo que podría considerarse un grado menor de exhibicionismo. Es algo así como cuando vas a casa de esos amigos tuyos que se fueron de crucero por el Mediterraneo y te ponen en el reproductor del salón las 324 fotos que han sacado y las 2 horas y media de vídeo con ella metiendo tripa en las poses para salir esbelta. Lo mismito, pero sin salir de casa y en un asiento cómodo.
  • Las vacas, los castillos y suputamadre: ¿Por qué se tienen que mancillar hasta los videojuegos por culpa de este mongoloide movimiento social? Quiero decir, yo jugaba al Sirm Farm cuando era un moco y no me ponía a pegar a la puerta de los vecinos para decirles que me ha parido una yegua digital. Pero del irrefrenable odio a estos menesteres ya se han escrito ríos de tinta, por lo que me quedo más por el hecho de tener que recurrir a burdas socializaciones para avanzar en el juego más que en la temática del mismo en sí. Al final todo se resume en maniobras publicitarias en cadena y poco más, o lo que es lo mismo, banales anuncios hasta en nuestra página de inicio.

“Ha sido realmente fácil encontrar algo que demuestre lo de los calzones”

Fotolog:

Existe internet, y luego está Fotolog, cuyo peso mediático ha quedado a la altura de esas viejas folclóricas de otro tiempo como MySpace, el portal de Terra o la búsqueda del emulador de PSX en Emudek. El blog de los bohemios, o de los flojos, más bien. Si lo piensas bien, casi podría denominarse como el precursor de Tumblr, solo que usando pies de foto con letras de Korn o Tokio Hotel. Su hermetismo y ausencia de interrelación con cualquier otra red social lo hace ideal para el recluimiento intencionado de preadolescentes depresivos y lolitas acomplejadas. Para los que disfrutamos (o nos documentamos) viendo este tipo de cosas, es una mina.

Tumblr:

Reconozco ser ferviente seguidor de este sistema de microblogging por las posibilidades que supone realizar posteos elevados a la mínima expresión. Cosas que se quedan cortas para ser expuestas en un blog y poco directas si utilizamos twitter. Un enlace, un vídeo interesante, una frase… que por desgracia ha acabado transformándose en imágenes con sexo antinatural, montajes con mémes de 4Chan y gifs animados de películas. Al menos nos alejamos del autobombo del individuo, pero sirve como un ejemplo más para demostrar la degradación de medios que se podrían aprovechar para otros menesteres mucho más interesantes.

Moralejas:

Podría hablar del Twitter como herramienta ideal para ver como se hacen los enrollados los famosos con sus fans o cuan proactiva en la red es gente como Kirai, Enrique Dans o David Bravo y qué desgraciados somos el resto de mortales. Incluso me atrevería a mentar la plataforma profesional LinkedIn como escaparate de pavoneos de gente que pone que es community manager de la charcutería de su barrio. Esta enumeración podría alargarse mucho más, demostrando que en la mayoría de los casos, su potencial como herramientas de interacción y creación quedan como la punta del iceberg. Evidentemente, cada invento tiene su utilidad y hay algunas de estas aplicaciones que son para lo que son aunque luego se publiciten como algo mucho más idealizado.

Los que vivimos los inicios de todas estas cosas las utilizamos con la ilusión de ser partícipes en el despegue de un nuevo sistema de comunicación que abría muchísimas puertas. Hablar con desconocidos hasta altas horas de la madrugada en un chat, descubrir de carambola webs recónditas donde un señor contaba su vida diaria con un sentimiento y una sinceridad que tan solo el anonimato es capaz de proporcionar. Sensaciones que a día de hoy han sido suplidas por interacciones mucho más banales, fruto del consumismo exacerbado, la apología del ego y un terrible escaparatismo del individuo. Mentiría si digo que me he mantenido ajeno a todas estas modas, y de sobra sabéis que podéis encontrarme en la mitad de las redes que he mencionado, más fruto de la necesidad que otra cosa, y es que cuando te das cuenta que la gente anuncia la defunción de sus familiares o el nacimiento de sus hijos utilizando como primera vía de comunicación una de estas cosas, es que algo no va bien.