La hipocresía y el cinismo de la derecha nacionalista española, socia del PSOE en Euskadi, discurre paralela a su capacidad para sorprenderme cada día con nuevas perlas dialécticas, ante las que no sé si es mejor reír o llorar. Ayer le tocó el turno a la presidenta del Parlamento vasco, Arantza Quiroga, quien, sin cortarse un pelo, afirmó tajante que es “una irresponsabilidad total” cuestionar la independencia judicial apoyando al juez Baltasar Garzón. La dirigente del Partido Popular olvida, por supuesto, que la formación política en la que milita salió a las calles de Madrid para rechazar la actuación del Tribunal Supremo en el caso “De Juana Chaos”, o, lo que es aún peor, olvida que la cúpula del poder judicial en Estado español está más politizada que la sede central de su partido en la calle Génova.
Arantza Quiroga, fiel a la doctrina del Opus Dei, pide a los jóvenes que se “rebelen” ante “quienes quieren trasladar sus traumas y sus odios a las nuevas generaciones”. Es decir, la presidenta del Parlamento vasco considera que quienes exigimos justicia, verdad y reparación para las víctimas de la dictadura actuamos movidos por bajas pasiones. A decir verdad, tiene su lógica. Arantza Quiroga todavía teme a los “rojos” con rabo y cuernos, pérfidos y malvados, que creemos, como Naciones Unidas y Amnistía Internacional, que los crímenes de lesa humanidad no prescriben, por mucha ley de amnistía o impunidad, que aprobará en su momento un Congreso de los Diputados, presionado por los poderes fácticos, que entonces eran la monarquía y el ejército.
No deja de ser curioso, de todos modos, que quienes siempre apelan, con razón, al dolor y al sufrimiento que padecen las víctimas del terrorismo, se muestren después tan insensibles, cuando no ofensivos, con las víctimas de la dictadura. No quiero ser malpensado, pero cualquiera pudiera sospechar que las primeras les dan votos y las segundas sacuden sus conciencias porque todavía les cuesta condenar el franquismo y la falta de democracia y libertad que padecimos durante cuarenta años. Y puestos a ser retorcidos puede que también se sientan incómodos porque en sus filas han buscado refugio voces que fueron adalides del generalísimo, cuando no sus máximos valedores. Arantza Quiroga quiere ahora que las víctimas de ETA vayan a las escuelas a contar su experiencia para que la historia no se repita, pero, en cambio, quiere enterrar la memoria de las víctimas de la dictadura. ¡Toma coherencia!
No me corresponde a mí decir a sus señorías lo que deben hacer o no en el Parlamento vasco, pero pienso que es razonable que alguien solicite la reprobación de esta señora, por declarar que hay personas que, al final de sus vidas, están “tratando de sacar sus traumas personales” y “todo el odio y el rencor” que llevan dentro”. Arantza Quiroga representará al Partido Popular, y lo hará con matrícula de honor, pero no representa al Parlamento vasco o, al menos, no a quienes entendemos que reclamar justicia, verdad y reparación es un derecho legítimo en democracia y libertad. Tal vez, ella no esté familiarizada con estos conceptos y su subconsciente le haya traicionado. En realidad, importa poco o nada. Lo más grave es que ha insultado a quienes la dictadura persiguió y castigó con penas de cárcel, exilio e incluso muerte. Pero aún hay más: esta señora fue elegida presidenta del Parlamento vasco con el voto del PSOE. Y luego hablan de las dos Españas. No se lo creen ni ellos.
NOTA: Adjunto un enlace a un artículo de Ignacio Escolar, que me ha parecido tan clarificador como revelador.
http://www.escolar.net/MT/archives/2010/04/democratas-de-toda-la-vida-3.html