Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en http://www.ciberanika.com/
Anagrama, 1995
Género: Ensayo
615 páginas
Durante cuarenta y ocho años – desde 1924 a 1971 – John Edgar Hoover fue director del todopoderoso FBI. Hasta ocho presidentes, republicanos y demócratas, se sucedieron bajo su mandato, y ninguno de ellos osó destituirlo.
Fue uno de los hombres más amados y más odiados de la historia reciente de los Estados Unidos. Sus expedientes oficiales y confidenciales incluían todo tipo de información acerca de miles de ciudadanos estadounidenses, especialmente de políticos, y de ellos se sirvió durante años para mantenerse en el cargo y obtener todo tipo de favores.
Anthony Summers, tras varios años de exhaustiva investigación y más de ochocientas entrevistas, revela en este libro los aspectos más oscuros de la vida de uno de los personajes más fascinantes del pasado siglo XX.
* * *El pasado 8 de noviembre se cumplían 50 años de la célebre noche electoral que enfrentaba a Kennedy y a Nixon. Para conmemorar la fecha, Anagrama recordaba uno de los títulos de su catálogo: Oficial y confidencial, de Anthony Summers.
En esta obra, mezcla de crónica y biografía, el autor desvela la faceta menos conocida de John Edgar Hoover, que fuera Director del FBI durante cuarenta y ocho años. Su homosexualidad más o menos encubierta, sus delirios de grandeza, sus paranoias y su impresionante ego, sin olvidar sus tratos con la Mafia, el acoso al que sometió a Martin Luther King o el modo en que chantajeó y extorsionó a políticos y periodistas a lo largo de su carrera.
El libro es absolutamente fascinante, un recorrido por los sucesos y protagonistas de la parte central del siglo XX y cómo el FBI evolucionó a lo largo de esos años para convertirse no sólo en un organismo dedicado a la lucha contra el crimen, sino especialmente en un aparato de espionaje a gran escala. Y ese proceso se llevó a cabo de la mano de J. Edgar Hoover, el hombre más poderoso de su tiempo.
Desde que accediera al cargo en 1924 bajo la presidencia de Calvin Coolidge hasta su muerte durante la de Richard Nixon, todos los presidentes quisieron deshacerse de él en uno u otro momento, y ninguno de ellos se atrevió. Le temían demasiado, según reconocieron durante el curso de la investigación las personas allegadas a todos ellos. Hoover disponía de todo tipo de información sobre los personajes públicos de cierta notoriedad: líos de faldas, negocios turbios, relaciones poco recomendables… y hacía saber a todos ellos que disponía de ella cada vez que convenía a sus planes, de tal modo que nadie osaba contradecirle por miedo a ver su nombre en la prensa. Pero su influencia llegaba más allá. Valiéndose de las mismas armas, muchos de los periódicos más importantes publicaban exclusivamente lo que él quería, sobre todo en las primeras décadas, y esa tendencia consiguió encumbrarle como a un ídolo frente a las masas, que veían en él la encarnación del espíritu americano, el único capaz de salvaguardar sus libertades frente a la amenaza del comunismo.
El ejemplo más claro del miedo que provocaba en cuantos le rodeaban queda patente en lo que sucedió el día de su muerte, el 2 de mayo de 1972. Apenas habían transcurrido tres horas desde que se había descubierto su cadáver en el dormitorio de su casa, cuando una veintena de hombres trajeados estaban vaciando el domicilio, tratando de poner a salvo los expedientes personales y confidenciales que se suponían en su poder, muchos de los cuales al parecer fueron destruidos por su secretaria y su pareja.
Esta obra es un trabajo de desmitificación completo. Lo bueno que se dice de Hoover ocuparía tres páginas de las más de seiscientas que contiene. En ella se nos habla del trato que daba a los agentes que se desviaban de las estrictas normas dictadas por él – el sobrepeso, por ejemplo, cuyo castigo era el traslado forzoso a las zonas más inhóspitas del país, como Alaska -; de cómo fue forjando su propia leyenda tergiversando datos o haciendo que escribieran artículos o biografías acerca de su persona y sus logros; de sus relaciones amistosas con algunos millonarios tejanos que pagaban sus vacaciones o de sus días en los hipódromos, apostando una fortuna a los caballos; de su homosexualidad y su relación con Clyde Tolson, su pareja de toda la vida, las fiestas sexuales o las sesiones de travestismo; de sus tratos con la Mafia; de su misoginia, que no sólo le impedía aceptar a agentes de sexo femenino, sino que incluso prohibía a las secretarias llevar pantalones, ni siquiera en invierno; de su exacerbado racismo, que lo llevó a espiar y acosar a Martin Luther King, y cuya investigación de asesinato se ocupó de entorpecer, igual que hiciera con el de Jonh Fitzgerald Kennedy – su odio hacia la familia Kennedy era legendario-. Todas esas cuestiones más o menos oscuras son las que se nos muestran en esta obra, apoyadas por testimonios de antiguos ex agentes, periodistas, amigos, mafiosos y políticos de todo signo. Y el retrato que nos ofrecen del personaje dista mucho de ser halagüeño.
Pese a la abundancia de dichos testimonios, el ritmo de lectura es ágil. El autor ha sabido introducirlos con criterio, apoyándose en ellos y utilizándolos para sustentar sus afirmaciones o sus hipótesis. Ante la falta de elementos positivos, el lector puede preguntarse si el libro de Summers es una visión sesgada de la vida de Hoover, de la que nada o casi nada bueno puede extraerse, una recreación de los aspectos más sórdidos de su carrera. Sin duda es así. El autor pretende con ello desvelar los secretos que rodearon la vida de un personaje que durante décadas fue considerado un héroe por la mayor parte de sus compatriotas, y el libro cumple con creces su cometido.
Pero lo más curioso de todo ello es comprobar que la mayoría de sus coetáneos no eran mucho mejores que él. En este trabajo aparecen los trapos sucios de casi todos los presidentes, de personajes públicos y de periodistas, que eran víctimas de la extorsión precisamente porque tenían muchas cosas que esconder. Aunque en algunos casos se inventaba la información para perjudicar a alguien en concreto – por no haber podido encontrar nada digno de reprocharle – lo cierto es que casi todos ellos escondían secretos que, de haber visto la luz, habrían acabado con sus respectivas carreras. Y ese miedo fue el arma de la que se valió Hoover para continuar ocupando su cargo incluso después de que llegara la edad de su jubilación.
Oficial y confidencial es una historia apasionante que se lee sin respiro y un gran trabajo de investigación, sugerente y provocador.