Oficio: dibujante. Encontrar amigos.

Por Agora
José Luis MunueraOficio: Dibujante
AstiberriBilbao, 2012
ENCONTRAR AMIGOS
Encontrar amigos de la infancia, por un momento, nos devuelve al tiempo de las cosas primeras y, si además el amigo es padre del dibujante de tebeos, José Luis Munuera, ese encuentro se convierte en una puerta, que conduce directamente al patio en el que convivimos con nuestros recuerdos y los de nuestros hijos.
Si en otro tiempo se dijo: el niño que lee tebeos, leerá libros; ahora, quizá sería conveniente invertir esta propuesta y, sea el adulto, quien vuelva al tebeo para ir a la lectura, como el niño que hubiese deseado ser.
Jose Luis Munuera acaba de publicar este libro: Oficio: Dibujante, Astiberri, Bilbao, 2012, donde reúne textos que andaban dispersos, y aquí alcanzan unidad de plaza. Todos dan cuenta de sus distintas experiencias como dibujante de tebeos, y lo hace utilizando el género más adecuado, el ensayo. Viene precedido por un prólogo de su amigo Paco Roca, que comparte, en pijama, sus mismas aficiones, entiéndase los trabajos y los días.
Estos ensayos nos acercan a la fuente, y el agua que toma el lector es la más fresca. Son ingeniosos, dicen lo fundamental, sin que su información se transforme en plomo y caiga al fondo del estanque, el autor está dotado del humor suficiente para reír de sí mismo, porque la risa suele colocar las cosas en sus sitio y aproxima nuestro protagonismo a lo que el destino nos tiene reservado. Como asistimos al nacimiento, porque el autor se implica con su experiencia, tenemos la sensación de estar ante algo vivo, el lector se convierte en voyeur, pues penetra en su interior, como ese gato gordo, que se cuela en la casa y, entre sueños, José Luis confunde con un ladrón. Los lectores somos parte fundamental de este ensayo narrativo, participamos del entusiasmo del niño y de las estrategias del adulto, de puntillas recorremos el relato de su currículum.
Cuenta que desde niño perseguía su particular estrella, convertirse en dibujante de tebeos, y avanza en sus textos a través del diálogo con un perspicaz lector que se le opone con todas las armas digitales, al mismo tiempo salpica sus páginas con un desparpajo propio de capitán pirata o presunto superhéroe, consciente de que no hay otra posibilidad para vencer a la bestia del uso:
Pero llamadme antiguo, o romántico o cretino, este ejercicio futurista me trae al pairo.
José Luis nos lleva a la soledad del autor, sus dudas, el temor de no acertar con los editores y, sobre todos, con los lectores, también a sus descubrimientos. Pero la vida no es sosiego, sino desazón, de ahí que muestre la inquietud en la que se mueve, que definimos como diferencia entre ser y estar, y le permite enumerar las circunstancias que rodean al acto creativo: el primer café, la reflexión sobre el trabajo del día a día, para qué sirve un lápiz, el tipo de papel, las ofertas, la documentación y sus peligros, el conocimiento de límites, en resumen, la búsqueda de una voz propia que encuentra en: la imprecisión del lápiz y la importancia de la tinta.
En su manera de trabajar apunta un procedimiento que me parece ejemplar, tras cumplir sus encargos del día, procura mantener ese pequeño huerto en el que proyecta su yo más íntimo, el tebeo que le gustaría leer.
Su técnica se parece a la que emplea el juglar en nuestros romances, que desde la cumbre refiere la emoción, seleccionando el instante de máxima tensión, destacado por el colectivo. Predominan la síntesis, estructura dialógica, elipsis y final abrupto, que solicitan la colaboración del lector.
Lector, que encontrará en este libro la respuesta a muchas preguntas y, el estimulo imprescindible, para abrir otras nuevas.
José Luis Martínez Valero